Orden y libertad

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¡Hermosa gama de colores! En la naturaleza de las cosas observamos un delicado orden en todo aspecto, ya se trate de colores, diseños, sonidos, música, hormonas, planetas, galaxias, leyes físicas, químicas o lo que sea. Y normalmente sentimos malestar y hasta repulsión cuando de repente todo se desordena al punto de poner en riesgo nuestra libertad.

Uno queda maravillado y extasiado al verse rodeado de tantos organismos y sistemas en mar, tierra y cielo, increíblemente dispuestos unos con otros como si fuera un ecosistema universal, como una orquesta que toca melodías cósmicas.

Solo resulta obvio darnos cuenta de que nuestra mente también debe de tener un maravilloso sistema interno preprogramado para archivar ordenadamente en la memoria todos los detalles que captan nuestra atención. De otro modo, ¿qué propósito tendría absorber, compilar y discernir tanta información si no fuera para utilizarla inteligentemente?


Pero a veces necesitamos un dato que resulta muy difícil de recordar. Es cuando imaginamos nuestra mente como una pila de documentos desordenados, entre los cuales no encontramos nada. Por más  que nos esforzamos, solo sentimos como si las conexiones de nuestros pensamientos fueran un caos total. Hasta llegamos a creer que quizás nunca tuvimos el dato. ¡Lo perdimos!

Por ejemplo, encontramos un sitio de Internet muy útil, pero, por no haber anotado la dirección en un lugar seguro, lo olvidamos. Entonces barremos nuestros recuerdos hasta el cansancio sin lograr evocar siquiera una pista.

De repente, se nos cruza en el camino una persona, cosa o idea que despierta nuestros recuerdos y activa una cadena de conclusiones lógicas que ponen todo en la secuencia correcta y ¡zaz! todo queda claro como el agua. Recordamos el dato que buscábamos y hasta descubrimos cosas nuevas y más interesantes!


No solo encontramos lo que necesitábamos, sino que ya no lo olvidamos. ¡Por qué no lo recordamos antes! ¿Cómo fue posible olvidarlo? ¿Cómo pudimos recordarlo? En realidad, eso ya no importa. Lo que interesa es lo que tenemos por delante, es decir, pasamos la página y usamos la nueva información para alcanzar el objetivo que teníamos en mente.

Pero ¿era información realmente nueva? ¿No fue que simplemente pusimos todo en la perspectiva correcta y resolvimos el problema? ¡Encontramos el dato que faltaba! Eso es lo que realmente importa.


Algo similar ocurre cuando alguien estimula nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones y nos ayuda a descubrir en nuestro interior algo que ya sabíamos pero no lo habíamos descubierto o tomado en cuenta, o no sabíamos que podíamos darle un uso diferente, aplicable a una nueva necesidad o a un asunto que nos preocupaba. Se conoce como mayéutica.

Mayéutica es una palabra griega que se usaba en la antigüedad para referirse a la asistencia de una partera en el momento de dar a luz. Posteriormente, Sócrates la aplicó al arte de enseñar, es decir, a la técnica para ayudar al discípulo a descubrir en su interior lo que ya sabía pero no había dado a luz, o sea, no se había dado cuenta de que estaba en su mente pero pudo descubrirlo por sí mismo.

Usar mayéutica es muy importante en la enseñanza. Porque cuando el discípulo da a luz -o descubre- por sí mismo el concepto que necesitaba, no solamente crece su entendimiento, sino que su carácter y personalidad se fortalecen, ya que no fue otra persona la que le dio el conocimiento, sino que él mismo lo descubrió en su interior. Su autoestima se enriquece.

Surge la pregunta: ¿Puede uno aplicarse la mayéutica a sí mismo por medio de la meditación, es decir, provocando conexiones de pensamientos y conclusiones mediante el uso de preguntas interesantes a fin de recordar algo o descubrir cosas nuevas? ¡Sí!

En el primer caso, la labor del maestro se limita a proveerle algunos datos básicos o claves y algunas preguntas guiadoras para provocar en su mente las conexiones de ideas que lo ayuden a descubrir -o dar a luz- las respuestas. Pero en el segundo, el discípulo aprende a aplicarse la técnica a sí mismo con preguntas interesantes que impulsen su mentalidad, su idiosincrasia y su bagaje cultural.

Por ejemplo, en la niñez se nos enseñan ideas básicas acerca del idioma, como las 5 vocales [AEIOU], con las cuales aprendemos a armar palabras y oraciones elementales. Pero después conocemos Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público y descubrimos los 5 factores que construyen las relaciones humanas, los vemos desde una nueva perspectiva, en un bloque de datos mnemónico que nos ayuda a tenerlos presente al motivar a un auditorio de manera más profunda, significativa e inolvidable. Así las 5 vocales se convierten en 5 factores:
  • Aprecio
  • Empatía
  • Interés
  • Obsequio y
  • Urbanidad 
Comprendemos que son algo más que 5 palabras sueltas. Componen un conjunto de cualidades esenciales sin las cuales no se podría generar la sinergia que se requiere para formar un vínculo emocional con un auditorio.

Si conversas con cualquier sectetaria, administrador, abogado, vendedor, instructor, motivador, discursante, coach, maestro, gerente o quienquiera cuyo desempeño depende de generar o mantener relaciones interpersonales, quizás en algún momento te hable de la vital importancia de una o más de dichas cualidades. Pero las Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, Ganar Confianza y Relacionarse con los Demás te las muestra como un conjunto de cualidades que, en oratoria, no se deben aplicar por separado, es decir, cada una para causar un efecto distinto, sino juntas, como 5 causas que dependen simbióticamente unas de otras para generar sinergia, es decir, un efecto potenciado.


Por ejemplo, si tus oyentes te prestan atención, pero luego sienten que evades el contacto visual, desviando a cada rato la mirada o parpadeando demasiado, o mirando al techo, las paredes, los asientos vacíos, o enterrando los ojos en un papel, podrían interpretarlo como señal de menosprecio, falta de empatía, desinterés, egotismo y falta de respeto (en el caso de una teleconferencia el efecto se magnifica).

A veces, cierto orador evade el contacto o pone cara de palo por timidez. Pero sus oyentes fácilmente pueden malinterpretarlo como arrogancia.

Es cierto que eso no aplicaría necesariamente cuando se trata de una entrevista, en la que se espera que el entrevistado mire al que lo entrevista,  no al público. Pero cuando no se trata de una entrevista, se espera que el discursante reparta la mirada entre sus oyentes, y si habla frente a una cámara, que mire a la cámara. En tal caso, primará el buen criterio, basado en lo mencionado antes. Las circunstancias varían.

Desde el punto de vista del objetivo de la presentación, no mirar a nuestros oyentes podría despertar desconfianza, duda, animadversión, suspicacia y prejuicio. ¡Sería invitar al desastre! Porque la palabra de un discursante que no hace contacto ni motiva se vuelve estéril y no resulta en cumplir el objetivo de convencer ni persuadir.

Por tanto, descubrir con mayéutica los secretos del arte de hablar en público significa alinear con la debida perspectiva nuestro entendimiento de lo que significa dar en el clavo con el discurso.

Alinear todo en el orden correcto nos ayuda a sintonizar y armonizar, liberándonos de paradigmas absurdos, tradiciones obsoletas, mitos profundamente arraigados y de una idiosincrasia esclavizada a prejuicios y a diversas formas de intolerancia basadas en caprichos, a veces irrazonables.

La naturaleza está  llena de cosas maravillosas, dispuestas en un ecosistema increíble. Tanto que nuevos descubrimientos obligan a los científicos a reformular sus teorías y leyes y a darse cuenta de que había cierta gran ignorancia detrás de algunos de sus conocimientos.

En otras palabras, al poner en orden o alinear y armonizar nuestros conceptos recuperamos la libertad que sentíamos de niños y quedamos en mejor posición para verlo todo desde la debida perspectiva. Obtenemos una vista panorámica sobre más asuntos. Nos ayuda a catalizar nuestra oratoria y a dar en el blanco más a menudo.

Resumiendo: Poner las cosas en orden nos ayuda a obtener una mejor perspectiva respecto a nuestra oratoria y nos pone en  libertad para ser más flexibles y eficientes con nuestro siguiente discurso.

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