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"Una cosa lleva a la otra."
Aunque el diccionario define la palabra "evento" como un "hecho imprevisto", también la define paradójicamente como "algo programado", es decir, "algo previsto". ¿Cómo fue posible que "imprevisto" terminara definiéndose como "programado"? Simple. La gente comenzó a usar erróneamente la palabra evento como sinónimo de suceso y el diccionario la incluyó como aceptada. Lo cierto es que la definición original de "imprevisto" siempre fue "eventualidad", o sea, un hecho incierto, casual, accidental o sorpresivo, no algo programado ni planificado.
En todo caso, después de cualquier acción no solo ocurre una reacción, que puede ser prevista o imprevista, sino una cadena de eventos o sucesión de consecuencias igualmente previstas o imprevistas, y a veces imparables, es decir, que no podemos evitar, diluir ni detener.
Por ejemplo, es muy cierto el dicho: "Lo que subes a Internet queda en Internet". Si no pensaste en las consecuencias, la cadena de eventos podría detenerse para siempre o continuar de manera imprevisible por tiempo indefinido. La web está repleta de arrepentidos que lamentan no haber sido más prudentes.
Ilustrémoslo asi: Si alguien cae de una bicicleta sin equipo protector, probablemente se raspe un brazo o hasta se rompa la cabeza, y necesite alguns. medicina o incluso atención médica. Y gastará dinero, perderá tiempo y le prescribirán descanso. Además, es probable que tenga que reparar la bicicleta, dejar de trabajar y plantearse la probabilidad de no volver a las andadas a corto plazo. Y la cadena de eventos continuará.
No significa que todo el que monta bicicleta siempre se hará daño. Pero podría accidentarse si suele conducir sin cuidado y sin usar equipo de protección.
De manera parecida, si alguien pretende contrabandear drogas prohibidas al salir de viaje por un aeropuerto, podría ser intervenido por agentes de seguridad, quienes revisaran todo lo que lleva encima, lo arrestarán, trasladarán a un calabozo y lo enjuiciarán. Tendrá que pasar vergüenza, conseguir un abogado y finalmente pasar muchas penurias en la cárcel durante los años que le den de condena, etc. Y la ramificación de consecuencias continuará.
Con un poco de proactividad, es posible calcular hasta cierto grado las probabilidades que tendrá cualquier intento, plan, proyecto o acción. Por ejemplo, si uno no sabe montar bicicleta seguramente sopesará los riesgos de caer y hacerse daño y lo pensará dos veces antes de lanzarse a las calles. Intuye que su inexperiencia lo expondrá al riesgo de hacerse daño de varias maneras.
En el campo físico y moral toda acción o proceder también genera una reacción, y toda reacción es en sí misma una causa para otra reacción. En realidad, cualquier efecto o resultado se convierte en el origen de una cadena de reacciones, algunas previsibles, otras imprevisibles.
En la oratoria sucede algo parecido. Todo discursante responsable tiene la obligación de pensarlo bien antes de presentar sus ideas frente a un auditorio, en cuanto a no solo "qué decir", sino "cómo decirlo". Porque quiere generar una cadena de eventos que resulte en la consecución del objetivo.
Su introducción, desarrollo y conclusión deben apuntar hacia un objetivo. La introducción lleva al desarrollo, y el desarrollo, a la conclusión, y cada idea, pregunta, respuesta, ejemplo o comparación debe contribuir a la cadena de pensamientos, emociones y sensaciones que generarán la reacción que resulte en convencer y persuadir.
Cuando un orador sale al frente para exponer un tema, tiene que estar consciente de que hasta su sola presencia (postura, actitud, mirada, tono de voz, etc.) está iniciando una cadena de eventos. Si no dirige todo hacia el objetivo, puede perder tiempo, dinero e imagen.
Por eso, piensa dos veces antes de decidir lo que quieres decir. Porque sin importar qué sea lo que digas, estarás iniciando una cadena de eventos que puede ayudarte o perjudicarte, o ayudar o perjudicar a otros.
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