Según los diccionarios, esculpir es el arte de labrar a mano una escultura, o grabar, raspar y hacer incisiones en una superficie.
Pero con referencia a la oratoria, siempre tuve otra percepción respecto a su significado. En mi opinión, y en la de algunos artistas, esculpir es en realidad un proceso inverso. Consiste en transformar algo por medio de retirar o quitar lo que uno no quiere, o acomodar y moldear la materia, hasta dejar la obra al descubierto.
Por ejemplo, en la imagen de arriba, vemos un bloque de piedra. Pero el artista ha eliminado con su cincel todo lo que no necesitaba. Dejó solo lo que él quería: la escultura.
Es como si uno perforara una pared. Está haciendo un hueco. Pero desde otro punto de vista, está retirando parte de la pared, lo que resulta en el hueco. Un minero no hace huecos; extrae material.
Si uno necesita un hueco pequeño en una pared de su casa, no va a la tienda y pide: "Por favor, necesito un hueco", sino: "Necesito un taladro". En realidad no quiere el taladro, sino lo que el taladro hace: un hueco. El taladro quitará algo de la pared y el resultado será un hueco.
A eso me refiero como un proceso a la inversa. Si un escultor tiene en mente realizar una obra de arte, quizás seleccione un tronco, un trozo de mármol o una piedra. Entonces, usando diferentes tipos de cinceles y otros instrumentos, procede a retirar poco a poco lo superficial hasta que resulta en la obra que tenía en mente.
Podríamos decir que la obra estuvo oculta dentro del trozo de madera o de piedra hasta que se retiró lo que sobraba y se pulió lo que la rodeaba.
Ya se trate de esculpir madera, mármol, barro, cera, yeso, bronce, hierro, cobre, plata, oro, resina, plástico, arcilla o plastilina, el artista medita en la altura, ancho, profundidad, volumen, forma, líneas, textura y consistencia del material, incluso en cómo se verá en el lugar donde piensa colocarla.
También tiene en cuenta todos los instrumentos que necesita para retirar lo que sobra (cincel, martillo, lija, fundición, moldes, buriles), y medita en la estética, belleza y decoración.
Ahora bien, la oratoria es el arte de exponer en público. Los oradores no usamos cinceles, lijas, mazos, taladros ni buriles. Nuestros instrumentos son las palabras, el idioma, frases, oraciones, párrafos, refranes, acentos, puntos, comas, comillas, signos de admiración e interrogación, vocabulario, gramática, libros, diccionarios, índices de nebulosidad, pausas, modulación, significados, definiciones, estadísticas, análisis, ilustraciones, metáforas, investigación, interpretación, actitudes, gestos, ademanes, postura, motivación, memoria, mímesis, redundancias, asociación de ideas, esquemas, equipos electrónicos, micrófonos, diagramas, auditorios, etc.
De modo parecido a lo que haría un escultor, el orador no crea una pieza lingüística -por decirlo así-, sino investiga, y acopia datos. Después selecciona y procede a la inversa, recortando o descartando información irrelevante. Entonces, por decirlo así, surge la verdadera pieza lingüística.
Quizás cambie sílabas, palabras, frases, refranes, pausas, significados, definiciones y estadísticas, o descarte interpretaciones, ejemplos y detalles que no vienen al caso, ya sea porque que no contribuyen a establecer el punto o porque tienden a distraer más que a concentrar la atención.
Y lo mismo diremos del volumen de su voz, pronunciación, tono, velocidad de sus palabras, modulación, ilustraciones, metáforas, actitudes, gestos, ademanes, postura, motivos, redundancias y asociación de ideas. Sacrifica detalles que, aunque suenan bien, tal vez impedirían la fluidez de la idea.
Se dice que una idea fluye cuando el orador logra concentrar la atención de modo que su auditorio se sumerge, involucra y concentra en el discurso, al grado que casi no percibe que el tiempo transcurre.
Por eso, un orador competente descarta todo lo que podría estorbar la fluidez y el proceso mental que lleva al entendimiento, la convicción y la persuasión. Por decirlo así, retira los obstáculos. Entonces su verdadero discurso emerge como de un crisol.
Al final, su auditorio percibe una obra terminada, y él mismo disfruta de todo el trabajo que le costó retirar lo que sobraba. Sacó a la luz la pepita de oro, el diamante, el punto principal, y por decirlo así, terminó de esculpir su tema.
No me malinterpretes. Con esto no digo que todos los discursos sean o tengan que ser obras de arte. Pero debes tratarlos como si lo fueran, en el sentido de añadir lo que falta y eliminar lo que sobra. Trata cada una de tus exposiciones como si fuera una autobiografía y dale toda tu atención.
Por ejemplo, compara como se podría pulir un poco la siguiente idea:
"Cuando la congresista Lauren Boebert (R-Colo) preguntó si alguno de los tres testigos expertos que testificaron ante el Congreso el 1 de febrero podía nombrar a un solo director o supervisor del gobierno que hubiera sido despedido o degradado como resultado de los USD 500,000 millones perdidos por despilfarro, fraude y abuso en el gasto de ayuda para la pandemia, ninguno de ellos pudo hacerlo."
¿Te resultó claro? ¿Tuviste que leerlo dos veces? ¿Qué tal si lo mejoramos un poquito?
"La congresista Lauren Boebert (R-Colo) preguntó ante la sesión del 1 de febrero del Congreso sobre el fraude y abuso de USD 500,000 millones en el gasto de ayuda para la pandemia. Ninguno de los tres testigos expertos dijo que algún director o supervisor del gobierno fue despedido ni degradado."
Por eso, pule la idea descartando poco a poco lo que no sea estrictamente esencial para aclarar el punto principal. Recuerda que siempre puedes pulir la manera de proponer una idea. El resultado tal vez te sorprenda.
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