Un conductor viene en contra del tránsito. Un acosador pretende hacer de las suyas en el transporte público. Un sicario descarga un tiro en la cabeza de un vecino. Varios escolares terminan en la dependencia policial después de una borrachera entre amigos. Un niño queda a cargo de sus abuelos debido a la separación de sus padres. Otra pelea acaba de empezar en una zona convulsionada. La ciudad está llenándose de extraños que no respetan la convivencia. El ruido es cada vez más ensordecedor. Una antigua peste ha brotado en un lugar cercano. Le detectan cáncer a un familiar, y cierto médico eminente, que cobra un dineral, es lamentablemente un déspota carente de empatía que maltrata a los pacientes con una actitud dominante. Acaban de destapar un nuevo caso de soborno que involucra a personas en las que la mayoría había depositado su confianza. Y podemos continuar indefinidamente.
Esos son asuntos que nunca faltan en los noticieros de la noche. La gente sufre y se pregunta qué puede hacer para resistir, asimilar, tolerar o hacer frente a tan enorme avalancha de sucesos desagradables e interminables. La frustración aflora, se expande y enquista en la psiquis de la gente, sometiendo sus sentimientos a presiones a veces incontrolables.
Preguntémonos: ¿Por qué muchos conductores suelen saltarse la luz roja? ¿Por qué hay quienes conducen en contra del tránsito? ¿Por qué otros estacionan sus vehículos en zonas prohibidas? ¿Por qué otros exceden el límite de velocidad permitido?
La respuesta es simple: No quieren perder tiempo. Para ellos, no vale la pena invertir ni un minuto obedeciendo la ley. Sin embargo, cuando se accidentan o les imponen una multa, pierden mucho más que tiempo. Pierden dinero, entusiasmo, oportunidades y vida. ¿Cuál hubiera sido realmente su mejor opción? ¿ No hubiera sido invertir un minuto y esperar solo un momento?
Algunos niños preguntan "¿por qué?" a todo, y a veces no se satisfacen con una sola respuesta. Vuelven a la carga preguntando: "¿Por qué?", y tal vez pregunten otra vez. Por ejemplo:
- ¿Por qué ladran los perros?
- Porque así hablan entre ellos.
- ¿Y por qué hablan así?
- Porque son diferentes a los gatos.
- ¿Y por qué son diferentes a los gatos?
No importa qué respondamos, ellos seguirán ahondando hasta quedar satisfechos. Los padres astutos que quieren poner coto al asunto, por considerarlo suficiente, quizás contesten algo que los disuada de seguir preguntando. Por ejemplo:
- ¿Y por qué son diferentes a los gatos?
- Porque en el parto no solo vienen con una diferenciación marcada en su carácter y personalidad, que reciben debido a género animal a que pertenecen, sino con una huella indeleble en el ácido desoxirribonucleico.
El niño queda perplejo y se da por satisfecho. No ahonda más. Fue suficiente. Su padre la puso muy difícil. Mejor cambiar de tema o irse a jugar. Muy pocos se atreverían a perder más tiempo preguntando: "¿Qué es el parto? ¿Qué es una diferenciación marcada? ¿ Qué es el carácter? ¿Qué es la personalidad? ¿Qué es el género animal? ¿Qué es una huella? o ¿Qué es el ácido curcleico?"
¿Notaste qué lo distrajo y logró que deje de preguntar? ¡Se quedó satisfecho! Las primeras respuestas breves de su padre lo satisficieron. Pero cuando la pregunta produjo una respuesta complicada, es decir, cuando estuvo fuera de su alcance intelectual, se dio por satisfecho, se distrajo y se concentró en algo diferente.
La satisfacción hace que una persona se distraiga, se sienta mejor y se concentre en algo diferente. La satisfacción es la clave para que una persona deje de darle vueltas a su curiosidad, por lo menos, por algún tiempo. La satisfacción es el antídoto contra aquello que más irrita al ser humano. ¿De qué se trata?
Bueno, no me he desviado del tema. En todos los casos mencionados hay un factor clave, que es la esencia de este artículo. Los conductores que se meten en contra del tránsito nos irritan. Los acosadores que hacen de las suyas en el transporte público nos sacan de nuestras casillas. Los sicarios que andan disparando en la cabeza a las personas nos dan cólera. Los escolares que se emborrachan nos preocupan. Los niños abandonados nos dan pena. Las peleas entre hermanos nos saturan de impotencia. Las enfermedades nos asustan. El cáncer nos saca de cuadro.
¿Notaste el factor que no mencioné al inicio del artículo: Nos irritan, nos sacan de nuestras casillas, nos dan cólera, nos preocupan, nos conmueven, nos saturan de impotencia, nos asustan, nos sacan de cuadro? Todo aquello se puede resumir en una palabra, un sentimiento que está enquistado en la raíz de todos los problemas: FRUSTRACIÓN.
Cuando algo nos ilusiona y no se cumple, nos amargamos. En cambio, si se realiza, nos sentimos satisfechos y contentos.
Se ensalza el éxito pero se denigra el fracaso. Se felicita al ganador, pero se hace escarniobdel perdedor. Todos quieren ser ganadores, no perdedores. Sin embargo, ¿sabías que Intel, una de las compañías más importantes del mundo, y la primera que se fundó en Sylicon Valle, festeja tanto el fracaso como el éxito? ¿Por qué?
Porque capitalizan el fracaso y el estrés como la base del éxito y tienen como política arriesgarse y probar cada nueva idea sin perturbarse por el preceso de fracasar y volver a intentar. Hoy casi no hay lugar en el planeta que no este interconectado mediante procesadores Intel en el hardware de sus equipos.
Desde que el ser humano sufrió su primera decepción ha existido la dicotomía entre satisfacción y frustración, éxito y fracaso, placer y sufrimiento. Y la manera como la enfrentó marcó el inicio de un ciclo vicioso que se enquistó en el inconsciente colectivo de la humanidad. Todos fluctuamos entre el éxito y el fracaso. ¿No deberíamos habernos acostumbrado a ello hace tiempo? ¿Por qué seguimos viendo el éxito como lo único que cuenta? ¿Acaso podría haber éxito sin fracaso?
De hecho, hay quienes afirman que el fracaso es un éxito en sí mismo debido a que indica que el camino no es por ahí y, desde esa óptica, se asemeja a una brújula para la eficacia. A nadie le agrada fallar el tiro. Pero fallar es inherente al ser humano. ¡Es un acumulador de experiencia!
Si alguien nos irrita, sentimos frustración. Si alguien nos saca de nuestras casillas, sentimos frustración. Si algo nos preocupa, sentimos frustración. Si algo nos conmueve negativamente, sentimos frustración. Si algo nos satura de impotencia, sentimos frustración. Si algo nos asusta, sentimos frustración. Si cierta circunstancia nos saca de cuadro, sentimos frustración.
De modo que podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que la frustración suele ser producto de una desilusión. Desde que nacemos nos exponemos a la dicotomía satisfacción/frustración. Si un bebe llora desconsoladamente, es porque algo le molesta. Pero se calmará y dejará de llorar tan pronto como recupere su estado de comodidad. En unos casos, bastará con mecerlo, en otros, hay que consultar con un especialista.
Un bebe no razona su frustración, pero la manifiesta instintivamente hasta que recibe una satisfacción. Los adultos también nos sentimos bien cuando estamos satisfechos, y nos sentimos mal cuando estamos frustrados. Y no hay cólera sin frustración, ni sonrisa sincera sin satisfacción. La diferencia con un bebe es que nosotros sí razonamos en torno al asunto.
La frustración nos tira al piso, y la satisfacción nos levanta. La frustración nos produce una serie de emociones y sentimientos desagradables. La satisfacción nos provoca emociones y sentimientos agradables. Por ejemplo, la frustración nos impulsa a vengarnos por algún daño que alguien nos hizo, pero el discernimiento nos hace conscientes de las desventajas que conlleva la venganza y nos ayuda a mantener la perspectiva a fin de alcanzar una satisfacción superior por otros medios. La frustración nos hace perder el equilibrio; la satisfacción nos ayuda a recuperarlo y, en el mejor de los casos, a no perderlo.
Ilustrémoslo de esta manera: Seguimos un proceso cuando queremos abrir un archivo de computadora. Primero encendemos el equipo, luego ponemos nuestra contraseña, abrimos la carpeta central, seleccionamos la subcarpeta y, finalmente, abrimos el archivo. Todo funciona como un reloj si seguimos el proceso que exige el software. Pero ¿se pueden obviar algunos pasos? ¡Claro que sí!
Si queremos abrir el archivo tan pronto como encendemos el equipo, es decir, sin tener que recorrer manualmente toda la ruta, buscamos y seleccionamos la opción "Enviar al Escritorio". Entonces, en adelante, el equipo nos mostrará el archivo tan pronto como se abra el escritorio. Hemos cortado camino. Algo parecido sucede con el ciclo de la frustración/satisfacción. Podemos cortar camino si nos detenemos y pensamos en las consecuencias.
Normalmente, no se desata una pelea sin que se haya abrigado un sentimiento de cólera. A su vez, no hay cólera sin frustración. A su vez, no hay frustración sin que haya ocurrido una desilusión. A su vez, no ocurre una desilusión sin que se haya abrigado una ilusión poco realista. Se trata de una cadena de eventos. Una cosa lleva a la otra:
1. ILUSIÓN POCO REALISTA
2. DESILUSIÓN
3. FRUSTRACIÓN
4. COLERA
5. PELEA (O ALGO PEOR)
Por otro lado, no hay paz sin armonía. A su vez, no hay armonía sin satisfacción. A su vez, no hay satisfacción si no se realiza una ilusión. Por lo general, la paz tiene su origen en una ilusión realista. Es una cadena de eventos, y una cosa lleva a la otra:
1. ILUSIÓN REALISTA
2. REALIZACIÓN
3. SATISFACCIÓN
4. ARMONÍA
5. PAZ (O ALGO MEJOR)
Suena simplista, ¡porque es simple! Es una cadena de eventos. Para cortar camino, podemos proceder proactivamente enfocando el principio de resultados de largo plazo: Ilusiones realistas tienen grandes probabilidades de funcionar, mientras que ilusiones no realistas tienen grandes probabilidades de fracasar.
Si quiero paz, debo procurar armonía
Si quiero armonía, debo procurar satisfacción
Si quiero una satisfacción, debo realizar mi deseo
Si quiero que se realice mi deseo, debo ser realista.
Si por lo contrario sigo una cadena de eventos comenzando por ilusionarme con algo que no tiene probabilidades de funcionar, me encaminaré al desastre.
Si no soy realista, me desilusionaré
Si me desilusiono, me sentiré frustrado
Si me siento frustrado, me dará cólera
Si me da cólera, terminaré peleando (o algo peor)
Es interesante saber que se trata de ciclos que se repiten y repiten y repiten a menos que uno modifique su actitud, no la de la otra persona. Si queremos paz, tendremos paz. Si buscamos pelea, tendremos pelea. Pero todo comienza con una ilusión. Las ilusiones realistas tienden a la paz; las ilusiones poco realistas, a una pelea.
Enfocándolo pragmáticamente (es decir, a juzgar por sus efectos), diríamos que, cuando experimentamos paz, perseguimos una ilusión realista; pero si montamos en cólera, se debe a una ilusión poco realista. Entonces, ¿quién tiene la culpa? ¿El que siente paz, o el que siente cólera? Cada quién recoge lo que siembra. Los resultados arrojan luz sobre las causas.
Como vimos al ilustrarlo con los procesos inexorables de una computadora. Si no seguimos la ruta correcta ni hacemos clic en el lugar correcto, el software no nos concederá acceso al archivo o página que buscamos. No importa cuán duro le demos a las teclas ni cuánta cólera descarguemos contra el equipo, el acceso seguirá denegado. Solo existe UNA MANERA de abrir el archivo: Siguiendo la ruta y el procedimiento que concede acceso. La frustración es como el mensaje de "Error" de una computadora.
Por eso, si comenzamos abrigando una ilusión poco realista, nos encaminamos al fracaso. La vida nos negará el acceso a la satisfacción y paz que deseamos. Pero si abrigamos una ilusión realista, cerraremos el paso a la frustración y a la pelea, y nos pondremos en vías del éxito.
Lamentablemente, a veces sucede que unos quieren paz, pero otros se empeñan en pelear. Unos quieren mantenerse tranquilos y hacer las cosas bien, manteniendo una ilusión realista. Pero el abuso y la tortura de los que retan temerariamente a las consecuencias terminan volviéndose contra sí mismos. Porque la bandera de la satisfacción siempre la coloca el pragmatismo en la cumbre de la verdad.
Si quieres paz y sastisfacción en la vida, mantente realista, entendiendo que no existe manera de que alguien se burle de las consecuencias. Y en caso de que dudes, ten paciencia, espera un poco de tiempo y verás en las noticias cómo caen estrepitosamente los que jugaron mal sus cartas.
¿Cómo escapar de un curso equivocado si ya estamos avanzados en la ruta que lleva al fracaso? La respuesta es: Bajar de nivel en la secuencia que lleva a la frustración. No importa en qué etapa nos encontremos. Por ejemplo:
Si perseguiste una ilusión poco realista, comienza a perseguir una más apropiada. Si te desilusionaste, observa cómo progresan los resultados conforme a las modificaciones que haces a tus actitudes, tu carácter y personalidad. Y si sientes que te consume la frustración, ten presente nuevas las nuevas satisfacciones que te esperan como resultado de tus esfuerzos, que ahora estarán mejor encaminados. Nada se compara con la satisfacción de mantener los pies en la tierra.
Recuerda: Todos fluctuamos entre el ciclo de frustración y satisfacción, aunque no todos estamos conscientes de ello. Muchos toman decisiones que claramente los conduce al desastre; otros marcan distancia y reflexionan en las consecuencias de lo que están provocando o permitiendo: La cólera suele terminar en una pelea; y la armonía suele conducir a la paz.
No es malo cultivar una ilusión realista, es decir, una que conduce a satisfacciones que no terminan en desilusión. Pero sería absolutamente inapropiado confiar en caprichos, fantasías y delirios que claramente tienen el potencial de llevar al desastre. ¡Sería como sentarse sobre una bomba de tiempo!
Si quieres paz, comienza con ilusiones realistas que lleven en ese sentido. Y si ya estás en un curso que lleva al desastre, vira un poco el timón de tus actitudes y sitúa tu carácter y personalidad, tus metas y objetivos en el ciclo correcto.
Quizás te duela. A veces se requiere una delicada, costosa y larga operación para retirar aquello que perjudica nuestra salud o la de un ser querido. Quizás no te resulte fácil enfrentar la realidad y ponerte en vías de ser feliz. Todos enfrentan una crisis o síndrome de abstinencia cuando reajustan sus hábitos. Pero ¿seguirás confiando en aquello que promueve peleas, o en aquello que conduce a la paz? ¿Seguirás dando tu voto por la frustración, o más bien votarás por la satisfacción?
¿Recuerdas cómo distrajo el padre al niño para que dejara de hacer preguntas? ¡Lo dejó satisfecho con las respuestas que ya le había dado! ¡Esa es la clave para calmar a cualquiera! Darle una satisfacción a su medida. Cuando fue suficiente, lo tranquilizó con una idea que lo distrajo y le hizo pensar que no le convenía insistir.
Las primeras respuestas breves del padre le bastaron. Y cuando su última pregunta produjo una respuesta complicada, se dio cuenta de que se había puesto a sí mismo fuera de su alcance intelectual. Fue como si la naturaleza le hubiera susurrado al oído que le convenía modificar su actitud. La complicada respuesta lo distrajo y se concentró en algo diferente, en algo que resultara en satisfacción, no en frustración. No digo que un padre siempre debe recurrir a esas tácticas, pero a veces hay que poner un límite con prudencia.
Lo mismo ocurre cuando uno toma conciencia de las ventajas y beneficios de cambiar de un ciclo negativo de frustración a un ciclo positivo de satisfacción. Uno comienza a concentrarse en las cosas más importantes, en aquello que realmente tiene más probabilidades de producir satisfacción a largo plazo, no en aquello que conducirá irremediablemente a una frustración y a peleas que no terminarán sino en más ffrustración
Un requisito de la salud mental consiste en distinguir entre realidad y fantasía
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Si alguien nos irrita, sentimos frustración. Si alguien nos saca de nuestras casillas, sentimos frustración. Si algo nos preocupa, sentimos frustración. Si algo nos conmueve negativamente, sentimos frustración. Si algo nos satura de impotencia, sentimos frustración. Si algo nos asusta, sentimos frustración. Si cierta circunstancia nos saca de cuadro, sentimos frustración.
De modo que podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que la frustración suele ser producto de una desilusión. Desde que nacemos nos exponemos a la dicotomía satisfacción/frustración. Si un bebe llora desconsoladamente, es porque algo le molesta. Pero se calmará y dejará de llorar tan pronto como recupere su estado de comodidad. En unos casos, bastará con mecerlo, en otros, hay que consultar con un especialista.
Un bebe no razona su frustración, pero la manifiesta instintivamente hasta que recibe una satisfacción. Los adultos también nos sentimos bien cuando estamos satisfechos, y nos sentimos mal cuando estamos frustrados. Y no hay cólera sin frustración, ni sonrisa sincera sin satisfacción. La diferencia con un bebe es que nosotros sí razonamos en torno al asunto.
La frustración nos tira al piso, y la satisfacción nos levanta. La frustración nos produce una serie de emociones y sentimientos desagradables. La satisfacción nos provoca emociones y sentimientos agradables. Por ejemplo, la frustración nos impulsa a vengarnos por algún daño que alguien nos hizo, pero el discernimiento nos hace conscientes de las desventajas que conlleva la venganza y nos ayuda a mantener la perspectiva a fin de alcanzar una satisfacción superior por otros medios. La frustración nos hace perder el equilibrio; la satisfacción nos ayuda a recuperarlo y, en el mejor de los casos, a no perderlo.
Ilustrémoslo de esta manera: Seguimos un proceso cuando queremos abrir un archivo de computadora. Primero encendemos el equipo, luego ponemos nuestra contraseña, abrimos la carpeta central, seleccionamos la subcarpeta y, finalmente, abrimos el archivo. Todo funciona como un reloj si seguimos el proceso que exige el software. Pero ¿se pueden obviar algunos pasos? ¡Claro que sí!
Si queremos abrir el archivo tan pronto como encendemos el equipo, es decir, sin tener que recorrer manualmente toda la ruta, buscamos y seleccionamos la opción "Enviar al Escritorio". Entonces, en adelante, el equipo nos mostrará el archivo tan pronto como se abra el escritorio. Hemos cortado camino. Algo parecido sucede con el ciclo de la frustración/satisfacción. Podemos cortar camino si nos detenemos y pensamos en las consecuencias.
Normalmente, no se desata una pelea sin que se haya abrigado un sentimiento de cólera. A su vez, no hay cólera sin frustración. A su vez, no hay frustración sin que haya ocurrido una desilusión. A su vez, no ocurre una desilusión sin que se haya abrigado una ilusión poco realista. Se trata de una cadena de eventos. Una cosa lleva a la otra:
1. ILUSIÓN POCO REALISTA
2. DESILUSIÓN
3. FRUSTRACIÓN
4. COLERA
5. PELEA (O ALGO PEOR)
Por otro lado, no hay paz sin armonía. A su vez, no hay armonía sin satisfacción. A su vez, no hay satisfacción si no se realiza una ilusión. Por lo general, la paz tiene su origen en una ilusión realista. Es una cadena de eventos, y una cosa lleva a la otra:
1. ILUSIÓN REALISTA
2. REALIZACIÓN
3. SATISFACCIÓN
4. ARMONÍA
5. PAZ (O ALGO MEJOR)
Suena simplista, ¡porque es simple! Es una cadena de eventos. Para cortar camino, podemos proceder proactivamente enfocando el principio de resultados de largo plazo: Ilusiones realistas tienen grandes probabilidades de funcionar, mientras que ilusiones no realistas tienen grandes probabilidades de fracasar.
Si quiero paz, debo procurar armonía
Si quiero armonía, debo procurar satisfacción
Si quiero una satisfacción, debo realizar mi deseo
Si quiero que se realice mi deseo, debo ser realista.
Si por lo contrario sigo una cadena de eventos comenzando por ilusionarme con algo que no tiene probabilidades de funcionar, me encaminaré al desastre.
Si no soy realista, me desilusionaré
Si me desilusiono, me sentiré frustrado
Si me siento frustrado, me dará cólera
Si me da cólera, terminaré peleando (o algo peor)
Es interesante saber que se trata de ciclos que se repiten y repiten y repiten a menos que uno modifique su actitud, no la de la otra persona. Si queremos paz, tendremos paz. Si buscamos pelea, tendremos pelea. Pero todo comienza con una ilusión. Las ilusiones realistas tienden a la paz; las ilusiones poco realistas, a una pelea.
Enfocándolo pragmáticamente (es decir, a juzgar por sus efectos), diríamos que, cuando experimentamos paz, perseguimos una ilusión realista; pero si montamos en cólera, se debe a una ilusión poco realista. Entonces, ¿quién tiene la culpa? ¿El que siente paz, o el que siente cólera? Cada quién recoge lo que siembra. Los resultados arrojan luz sobre las causas.
Como vimos al ilustrarlo con los procesos inexorables de una computadora. Si no seguimos la ruta correcta ni hacemos clic en el lugar correcto, el software no nos concederá acceso al archivo o página que buscamos. No importa cuán duro le demos a las teclas ni cuánta cólera descarguemos contra el equipo, el acceso seguirá denegado. Solo existe UNA MANERA de abrir el archivo: Siguiendo la ruta y el procedimiento que concede acceso. La frustración es como el mensaje de "Error" de una computadora.
Por eso, si comenzamos abrigando una ilusión poco realista, nos encaminamos al fracaso. La vida nos negará el acceso a la satisfacción y paz que deseamos. Pero si abrigamos una ilusión realista, cerraremos el paso a la frustración y a la pelea, y nos pondremos en vías del éxito.
Lamentablemente, a veces sucede que unos quieren paz, pero otros se empeñan en pelear. Unos quieren mantenerse tranquilos y hacer las cosas bien, manteniendo una ilusión realista. Pero el abuso y la tortura de los que retan temerariamente a las consecuencias terminan volviéndose contra sí mismos. Porque la bandera de la satisfacción siempre la coloca el pragmatismo en la cumbre de la verdad.
Si quieres paz y sastisfacción en la vida, mantente realista, entendiendo que no existe manera de que alguien se burle de las consecuencias. Y en caso de que dudes, ten paciencia, espera un poco de tiempo y verás en las noticias cómo caen estrepitosamente los que jugaron mal sus cartas.
¿Cómo escapar de un curso equivocado si ya estamos avanzados en la ruta que lleva al fracaso? La respuesta es: Bajar de nivel en la secuencia que lleva a la frustración. No importa en qué etapa nos encontremos. Por ejemplo:
Si perseguiste una ilusión poco realista, comienza a perseguir una más apropiada. Si te desilusionaste, observa cómo progresan los resultados conforme a las modificaciones que haces a tus actitudes, tu carácter y personalidad. Y si sientes que te consume la frustración, ten presente nuevas las nuevas satisfacciones que te esperan como resultado de tus esfuerzos, que ahora estarán mejor encaminados. Nada se compara con la satisfacción de mantener los pies en la tierra.
Recuerda: Todos fluctuamos entre el ciclo de frustración y satisfacción, aunque no todos estamos conscientes de ello. Muchos toman decisiones que claramente los conduce al desastre; otros marcan distancia y reflexionan en las consecuencias de lo que están provocando o permitiendo: La cólera suele terminar en una pelea; y la armonía suele conducir a la paz.
No es malo cultivar una ilusión realista, es decir, una que conduce a satisfacciones que no terminan en desilusión. Pero sería absolutamente inapropiado confiar en caprichos, fantasías y delirios que claramente tienen el potencial de llevar al desastre. ¡Sería como sentarse sobre una bomba de tiempo!
Si quieres paz, comienza con ilusiones realistas que lleven en ese sentido. Y si ya estás en un curso que lleva al desastre, vira un poco el timón de tus actitudes y sitúa tu carácter y personalidad, tus metas y objetivos en el ciclo correcto.
Quizás te duela. A veces se requiere una delicada, costosa y larga operación para retirar aquello que perjudica nuestra salud o la de un ser querido. Quizás no te resulte fácil enfrentar la realidad y ponerte en vías de ser feliz. Todos enfrentan una crisis o síndrome de abstinencia cuando reajustan sus hábitos. Pero ¿seguirás confiando en aquello que promueve peleas, o en aquello que conduce a la paz? ¿Seguirás dando tu voto por la frustración, o más bien votarás por la satisfacción?
¿Recuerdas cómo distrajo el padre al niño para que dejara de hacer preguntas? ¡Lo dejó satisfecho con las respuestas que ya le había dado! ¡Esa es la clave para calmar a cualquiera! Darle una satisfacción a su medida. Cuando fue suficiente, lo tranquilizó con una idea que lo distrajo y le hizo pensar que no le convenía insistir.
Las primeras respuestas breves del padre le bastaron. Y cuando su última pregunta produjo una respuesta complicada, se dio cuenta de que se había puesto a sí mismo fuera de su alcance intelectual. Fue como si la naturaleza le hubiera susurrado al oído que le convenía modificar su actitud. La complicada respuesta lo distrajo y se concentró en algo diferente, en algo que resultara en satisfacción, no en frustración. No digo que un padre siempre debe recurrir a esas tácticas, pero a veces hay que poner un límite con prudencia.
Lo mismo ocurre cuando uno toma conciencia de las ventajas y beneficios de cambiar de un ciclo negativo de frustración a un ciclo positivo de satisfacción. Uno comienza a concentrarse en las cosas más importantes, en aquello que realmente tiene más probabilidades de producir satisfacción a largo plazo, no en aquello que conducirá irremediablemente a una frustración y a peleas que no terminarán sino en más ffrustración
Un requisito de la salud mental consiste en distinguir entre realidad y fantasía
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