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Para 'llegar' al auditorio y apelar a su nobleza, prepara y presenta tu exposición teniendo en cuenta algún estímulo material.
Exhibe, presta, vende u obsequia algo tangible, como separatas, folletos, regalos, premios, víveres, boletos, bolsas de viaje.
Tal vez puedas condonar una deuda o proclamar una amnistía. Esta clase de estímulo puede resultar en que quizás el receptor también se sienta estimulado emocional o espiritualmente.
Por ejemplo, no pocas veces ha sucedido que lo que pareció ser un milagro llegó a ser un acontecimiento que movió a una multitud a comenzar a adorar a lo que creía que era la fuente del supuesto milagro. O tal vez alguien ganó la lotería después de haberle suplicado a un objeto de reverencia, y se elevó emocionalmente creyendo que Dios había contestado sus oraciones.
No estoy diciendo que hagas milagros ni engañes a la gente. Solo ha sido un ejemplo del impacto que puede tener en un auditorio el estímulo material ("Si me das algo de mucho valor, recibirás grandes bendiciones. Pero si no, te sobrevendrán grandes maldiciones"). La gente lo cree y se siente impulsada a dar, aunque solo se haya tratado de un vil engaño.
Hay formas lícitas que estimular de un modo material. Por ejemplo, la entrega de premios es un momento muy esperado por los vendedores que terminan una campaña, o el obsequio de víveres a una población hambrienta.
Los regalos y las sorpresas siempre han sido bienvenidos en todas partes, porque están ligados a emociones muy apreciadas por la gente. Favorecen el impacto emocional.
Sin embargo, hay regalos que se hacen con un propósito egoísta, condicionados a cierta colaboración, y regalos que se hacen con un buen corazón, sin condicionarlos a una colaboración. Los regalos egoístas buscan el beneficio del que da el obsequio, pero los altruistas, el del receptor.
Por eso, los estímulos de carácter material deben usarse con inteligencia, modestia y mesura, ya que pueden confundirse con un mezquino soborno ("Te regalaré esto si votas por mí".
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