Cierto día, un amigo me dijo que quería ser ingeniero civil. Yo le dije: "¿Has tenido en cuenta las cosas que no tienen nada que ver con la universidad que te serán muy necesarias para realizarte como ingeniero?". Me dijo: "¿Como qué?". Le respondí: "Cosas como tener una excelente salud y muy buenas piernas".
¡"Tener buenas piernas"? No entendía por qué necesitaría buenas piernas.
Entonces, le señalé un edificio de 20 pisos en construcción y le dije: "Para subir hasta allá arriba".
No se había percatado de que, por lo menos al comienzo de su carrera, no se sentaría en una mesa a dirigir a otros, sino que tendría que hacer mucho trabajo de campo.
Los grandes ingenieros y arquitectos son los que dirigen, pero ellos contratan a los mejores para que suban hasta allá arriba y supervisen muchas de las obras en vez de ellos.
Es cierto que hay ascensores y montacargas, pero aun así hay mucho que recorrer a pie a lo largo y ancho, alto y bajo, de las instalaciones.
Si él quería llegar a ser un gran ingeniero tendría que subir y bajar muchas veces, no solo de uno, sino de muchos grandes edificios. ¡Ahora entendía por qué necesitaría una muy buena salud y para qué requeriría un buen par de piernas!
¿Te di qué pensar? Eso es un estímulo intelectual, darle al auditorio un asunto en qué pensar profundamente. Un orador competente busca algo nuevo que decir, un enfoque más interesante sobre un viejo asunto, un ángulo antes nunca visto, algo en lo que otros nunca se habían detenido a pensar.
El mundo rebosa de gente light, que siempre anda acelerada, que toma las cosas a la ligera, creyendo que todo lo sabe y que siempre se satisface con lo que ve en la superficie, lo que todos ya saben, lo que todos quieren escuchar. Y otros, que se dan tiempo para escarbar, taladrar o cernir grandes cantidades de material a fin de hallar una pepita de oro, un diamante, una pista, un tesoro, una gruta, una nueva forma de discernir un argumento, pensamiento o paradigma. No necesariamente para cambiar de parecer, sino para conocer mejor lo que creen que saben.
Por ejemplo, al principio unos especularon que proveníamos del mono. Después otros teorizaron que proveníamos del polvo de estrellas y cometas, y años después sugirieron voces que aseguraban que nuestros orígenes estuvieron en las oscuras profundidades del océano, en una biosfera profunda, donde microbios hipertérmicos procrearon y prosperaron gracias a la quimiosíntesis, formando comunidades increíbles en una recientemente descubierta biosfera, ¡una nueva frontera!
Otro ejemplo. Los científicos que estudian el cosmos descubren ante nuestros ojos un universo que no podríamos recorrer ni mucho menos analizar en poco tiempo. Al poco de escribir este artículo, no se ha encontrado evidencia irrefutable de la existencia vida inteligente en otro lugar del universo conocido. Tampoco han podido hacer un cálculo exacto de la cantidad de galaxias que existen, porque afirman que el universo se expande constantemente, a la vez que que siguen 'naciendo' nuevos cuerpos celestes.
Pregunto: ¿Realmente te parecería sensato invertir miles de millones de dólares en investigación solo para obtener una idea vaga de lo que podría sucederle a una lejana estrella dentro de veinticinco mil millones de años? ¿Es eso tan importante?
Hasta aquí, te darás cuenta de que al decir cosas como esas, la reacción de tus oyentes siempre será: "¡Qué interesante! ¡Nunca había pensado en eso!". Se llama estímulo intelectual porque da qué pensar.
Ante comentarios muy interesantes, el auditorio se rinde y concentra toda su atención porque sus cerebros están ávidos de información novedosa, aunque no la entiendan ni puedan corroborarla.
Por ejemplo, alguien dice que las computadoras funcionan con bytes (kilobytes, megabytes, gigabytes, terabytes) captando la atención de todos. De repente, otro comenta que los qubits dejaron obsoletos a los bytes y se explaya sobre la informática cuántica y la escalada China en el campo de la computación, etc.
Lo que quiero decir es que siempre debes prepararte pensando mucho para descubrir qué es lo que daría ideas a tus oyentes para concentrar sus pensamientos en un solo punto, como una lupa que concentra el calor del sol en unas hojas secas, o un palo que fricciona otro para obtener brazas y encender fuego.
No lo harías para impresionarlos con tus grandes conocimientos, lo cual podría darte imagen de fanfarrón, sino simplemente para que presten más atención al tema que estás explicando.
Para 'llegar' al auditorio y apelar a su nobleza, debes preparar y presentar tu exposición teniendo en cuenta estímulos intelectuales apropiados en cada caso.
¿Cómo lograrlo?
Ofréceles definiciones y significados, descifra códigos y claves, destaca puntos de vista interesantes, anuncia nuevos descubrimientos científicos, dales detalles específicos respecto a nuevos procedimientos, explica refranes o proverbios difíciles de entender o interpreta algo complicado como hacen los escritores y grandes maestros. Esas son cosas muy atractivas al intelecto. A la gente le encanta aprender cómo se usan las cosas simples de la vida. ¡A todos les encanta entender mejor!
Aunque parezca mentira, se quedarán mirándote absortos tanto si les explicas detalladamente los pasos para preparar una crema batida como si les dices cómo se descubrieron los primeros gravitrones y neutrinos a partir de la aceleración de partículas.
Muchos oradores competentes saben por experiencia que una frase bien pensada podría calar tan profundamente en la memoria que sería difícil olvidar, sobre todo si la reviste de originalidad o a nadie se le había ocurrido verla desde esa perspectiva.
Por ejemplo, una mesa vieja puede parecer increíblemente diferente si le pones un mantel y le añades un florero, y parecer aún diferente si cambias el mantel, enciendes unas velas y sirves una rica comida. Es la misma mesa, pero con detalles que la hacen ver diferente. Igual se puede hacer con una idea vieja si descubres detalles que nadie había notado. El intelecto se siente renovado y entusiasmado, potenciado y enriquecido. Desearán volver a escucharte muy pronto.
Los que no tienen en cuenta el estímulo intelectual tienden a aburrir siempre con el mismo rollo o tono de discurso. No cambian la decoración de la mesa de los pensamientos.
Mi madre solía decir cosas como: "Lo que empieza mal, termina mal", "El flojo trabaja doble", "El que no arriesga, nada gana", "Avergüénzate de lo malo, no de lo bueno", "Ni siquiera Dios puede hacer más de lo que puede", "Más vale tarde que nunca", y muchas otras, y siempre las tuve presente.
El estímulo intelectual ayuda al auditorio a entender las cosas que lo rodea, las cuales, por supuesto, pueden estar relacionadas con asuntos físicos, materiales, emocionales, sociales y/o espirituales.
¡Estimula su inteligencia y les agradará escucharte durante horas sin cansarse!
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