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Para abrir el corazón de tu auditorio y apelar a su nobleza, prepara y presenta tu exposición teniendo en cuenta un
estímulo emocional razonable.
¿Cómo lograrlo?
Habla con gracia, sonríe, ríe y haz sonreír de vez en cuando a tus oyentes.
Cuéntales anécdotas, casos y lecciones de la vida real, o preséntales modelos vívidos que los alegren o entristezcan (como hacen los maestros de ceremonias).
Ayúdalos a entender cómo funcionan las relaciones humanas en el hogar, el vecindario, la escuela, el centro de trabajo y el club. Ayúdales a aprender a identificar recursos eficaces de autoayuda.
Aunque las personas suelen pensar que son lo mismo, la emoción y el sentimiento no son lo mismo.
Por ilustrarlo de alguna manera, podríamos decir que la emoción es como una chispa, mientras que el sentimiento es como un calor constante. La emoción es pasajera y momentánea, el sentimiento es lo que queda por mucho tiempo.
Ambos son importantes. Ambos tocan el corazón. Ambos motivan. Ambos son necesarios para sobrevivir.
Sin embargo, hay emociones y sentimientos que nos edifican, y emociones y sentimientos que nos derrumban. Hay emociones sentimientos positivos y emociones y sentimientos negativos. Unos nos motivan, otros nos desmotivan.
Por ejemplo, un sentimiento de culpa podría ayudarnos a reparar el daño que hubiéramos causado a alguien. Pero también podría consumirnos por dentro, robándonos la tranquilidad.
Una preocupación podría despertarnos la creatividad y servirnos para resolver un problema. Pero si no la despedimos, podría consumirnos de igual manera que un sentimiento de culpa que arraiga por mucho tiempo.
Un padre usa el sentimiento de culpa para mover a su hijo a tomar conciencia de la seriedad de un hecho, mientras que otro lo usa para denigrar y humillar de modo que se sienta inferior, para obtener su obediencia abyecta.
Los estímulos emocionales que uses en tus discursos siempre deben ser positivos y constructivos. Nunca denigrantes ni humillantes.
Si denigras o humillas a uno o más de tus oyentes, todos harán causa común contra ti. No querrán seguir escuchándote.
Quizás denigrando a tus oponentes logres que tus seguidores se alegren, salten, griten y aplaudan, pero no lograrás modificar ni un ápice la postura de tus oponentes. Los endurecerás. No te conviene.
Es mejor motivar positivamente, procurando que tus oponentes reconsideren su postura y deseen apoyarte. Nada lograrás ofendiéndolos y tratándolos mal, salvo reafirmarlos en su mala actitud. No te conviene.
Muchas personas están sufriendo debido a la frustración y a que piensan que son incapaces de ayudarse a sí mismas. Tú podrías ofrecerles un estímulo que las ayude a creer que pueden afrontar sus dificultades y recobrar de alguna manera las bridas de vida y de sus emociones. Te lo agradecerán.