UNA RESPUESTA CORRECTA ES |
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VERAZ |
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ESTIMULANTE | |
3 |
CONCISA | |
4 |
OPORTUNA |
¿Qué requisitos debe llenar una respuesta correcta?
Te presente que, aparte de ajustarse a la verdad, una respuesta correcta se caracteriza por ser concisa, oportuna y estimulante.
Veraz
A veces te hacen una pregunta cuya respuesta podría resultar muy comprometedora, en el sentido de que pide una respuesta que somete a prueba tu honradez en circunstancias en que decir la verdad podría tener consecuencias muy desagradables. En tal caso, ¿qué harás? ¿Dirás la verdad y mantendrás una conciencia limpia, o la torcerás y te meterás en más problemas? ¿Te parece difícil decidir?
Cuando una persona es veraz ya lo tiene todo decidido de antemano. No espera a estar frente a una pregunta así para ponerse a pensar si decidirá contestar con la verdad o no.
Prefiere tener una conciencia limpia y tranquila aunque le sobrevengan consecuencias desagradables, porque piensa que mentir no sería una decisión sabia. Se da cuenta de que a la larga las consecuencias serían peores que si dijera la verdad.
Cuando una persona no es veraz, también lo tiene todo decidido de antemano: Responder lo que resulte más conveniente, aunque no diga la verdad. Pero tarde o temprano recibirá la factura y tendrá que cantar desde la A hasta la Z.
Estas prefieren tener una conciencia sucia y acomodarse según vayan presentándose las consecuencias porque suponen que no vale la pena decir la verdad, que es mejor pasarla mal a corto plazo y sufrir un poco. ¿Un poco? Eso es engañarse uno a sí mismo.
¿Cuál de las dos te parece que se meterá en menos problemas y perderá menos?
Aparentemente resulta más fácil mentir y esquivar el bulto a corto plazo. Pero que no se te escape este detalle: Por un lado, una conciencia sucia es atormentadora, y por otro, en caso de vivir con una conciencia sucia sin que la atormente, quedará más que dispuesta a continuar mintiendo y haciendo cosas que la hundan más y más en un lodazal.
Tarde o temprano las consecuencias les reventará en la cara. Porque es semejante a un globo que no se puede seguir inflando para siempre. ¡En algún momento llegará al tope y va a reventar!
Obrar incorrectamente a sabiendas nos pasa la factura a todos en algún momento, y aunque creamos que podremos pagarla, llegado el momento tal vez no tengamos los fondos. Pero la vida nos hará pagar de algún modo.
Nadie se ha salvado jamás de las consecuencias. Quizás de maneras que solo la persona misma puede reconocer como consecuencias directas de su proceder. Podemos engañar a otros, pero no a nuestra conciencia.
Es mejor siempre obrar rectamente y evitar las molestias de tener que hacer uno y mil cambalaches para deshacer la multiplicación de problemas que inevitablemente causaremos a los demás.
El malestar que podría sobrevenirnos por dar una respuesta veraz siempre será menor que el malestar que podría sobrevenirnos por dar una respuesta falsa que conduce a diez mil problemas que después tendremos que resolver para limpiar lo que ensuciamos.
"¡Dar una respuesta veraz es absurdo! - dirán algunos- Nadie negociaría, nadie multiplicaría rápidamente sus números, nadie ganaría juicios, nadie cometería adulterio, nadie se saldría con la suya cuando quisiera". Estoy de acuerdo... en parte. Pero también hay quienes han logrado muchos éxitos sin mentir. Eso de que "nadie se saldría con la suya" es una frase que brota de una alucinación. La verdad es que nadie se sale con la suya. Todos pagan. Al contado o en largas cuotas mensuales.
Sería absurdo de mi parte sugerirte que mientas, porque en este artículo estoy considerando, precisamente, las características de una respuesta correcta. Una respuesta correcta tiene que ser 'correcta', ¿estamos? Los sinónimos de "correcto" son 'exacto' y 'fiel'.
Estimulante
Aunque muchos piensan que una respuesta correcta es simplemente una o más palabras que responden una pregunta, en realidad, una respuesta correcta también puede estimular el pensamiento y los sentimientos y animar a razonar.
Por ejemplo, cuando yo tenía unos quince años de edad le pedí dinero prestado a mi madre para comprar algunos artículos para mi pequeño taller de encuadernación. Ella me impuso la condición de devolvérselo dos semanas después. Lamentablemente, a la semana necesité un poco más de dinero y fui a pedírselo, dando por sentado que también me los daría. Grande fue mi sorpresa cuando ella respondió sin inmutarse: "¿Cuánto me pediste la vez pasada?". Respondí: "Tanto", y ella añadió: "¿Y ahora cuánto?", y dije: "Tanto". Y concluyó: "Agarra de lo que me debías. Te lo regalo", y siguió tejiendo.
Fruncí el ceño, moví los ojos hacia todos lados y me retiré completamente abrumado. Entré a mi habitación y tomé asiento para reflexionar en su respuesta. Me tomó varios minutos recuperarme del impacto intelectual que causó en mi cerebro. Me había dicho que, para el nuevo préstamo, tomara el dinero que le debía. Mmmm, me demoré para captar el punto. Ella, en realidad, estaba diciendo: "Deja de tomarme el pelo y no te quejes, porque el primer préstamo te lo estoy regalando". Fue una de las lecciones más grandes que recibí en mi vida acerca del respeto por el dinero ajeno.
Concisa
Una respuesta concisa da en el clavo de la pregunta y va al punto. Por supuesto, también depende de la manera como se presenta la pregunta. Algunas preguntas son tan vagas o imprecisas que pueden dar lugar a respuestas igualmente vagas e imprecisas.
Para que una respuesta sea concisa, la pregunta ha de formularse con sentido práctico. Es decir, la respuesta ha de ser de utilidad, fácil de entender y provechosa. Si te preguntan: "¿Cuál es el hábitat de la vicuña?", la respuesta sería: "Los Andes."
La respuesta concisa es por lo tanto clara y específica. No despierta confusión, no da un rodeo innecesario ni oscurece el entendimiento.
Además, hay respuestas concisas que pueden resultar imposibles de resumir, que de todas maneras requieren una explicación detallada, sobre todo cuando son difíciles de discernir. Por ejemplo, un día asistí a una conferencia y me senté en la primera fila. Cuando la sesión estaba en curso, la persona que exponía me señaló y me preguntó a boca de jarro: "Usted, ¿tiene hijos?". Lo miré, enmudecí por un par de segundos y respondí con evidente turbación: "Sí". Algunos rieron. Entonces, añadió: "¿Cuántos?". Volví a enmudecer unos segundos, y luego dije titubeando: "Supongo que uno", y todo el auditorio echó a reír. Entonces, me preguntó: "¿Hombre o mujer?", y contesté inmediatamente: "No sé", y todos estallaron en carcajadas.
Ante su mirada de confusión, pedí la palabra y me permitió darle una explicación. "Lo que ocurre - dije- es que mi esposa está encinta de nuestro primer hijo y, francamente, ignoramos si es hombre o mujer. Además, como la criatura todavía está en el vientre, ignoro si usted es de las personas que apoyan la idea de que solo se considera como hijo al niño que nace.
En otras palabras, unos creen que uno es padre cuando conciben, y otros, cuando nace la criatura. Yo considero que ya soy padre. Por eso dije: 'No sé', es decir, 'no sé qué piensa usted'". Y más de uno se rascó la cabeza. Fue una respuesta muy poco concisa, aunque aparentemente se podía responder con dos palabras.
Oportuna
Una respuesta es oportuna cuando se expresa en el momento más adecuado. Una respuesta inoportuna puede incomodar y hasta causar muchos problemas, porque toma por sorpresa a las personas que estén poco dispuestas a recibirla.
Por ejemplo, cuando mi hermano Enrique falleció, mi madre estaba muy mal del corazón. El médico había advertido que una fuerte impresión podía causarle un infarto. ¿Qué haríamos? ¿Le daríamos la noticia? ¿Se la ocultaríamos? Basándome en el derecho que ella tenía de saberlo, propuse preguntarle a ella misma si quería saberlo. Cuando le llegó una carta de otro de mis hermanos, aproveché para preguntarle de manera aparentemente casual: "Mamá, ¿qué pasaría si yo viajara al extranjero y después de un tiempo me muriera? ¿Te gustaría saberlo, sabiendo que la noticia podría matarte? ¿O preferirías que nadie te la dé?". Ella reflexionó por un momento y preguntó: "¿La noticia podría matarme?". Al decirle: "Sí", ella respondió: "Francamente, preferiría creer que sigues vivo". Por lo tanto, decidimos callar. Cada vez que nos decía: "Tu hermano parece haberse olvidado de mí. Antes me escribía por lo menos una vez al mes", le decíamos: "Todos cambian", "Algo le estará impidiendo escribir", "Deja de preocuparte", "De repente está en otra dirección, mejor envíale las cartas a la dirección de Carmela", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido", "Dale tiempo".
Aunque nunca le dimos la noticia hasta el día de su muerte, que acaeció unos diez años después, tampoco tuvimos que mentir ni una sola vez diciéndole cosas como: "Está bien", "Te mandó saludos" o cosa parecida. Siempre le dijimos la verdad: "Todos cambian (ahora está muerto)", "Algo le estará impidiendo escribir (ningún muerto puede escribir)", "Deja de preocuparte (ya nadie puede hacer nada por él)", "De repente está en otra dirección (en el cementerio), mejor envíale las cartas a la dirección de Carmen (porque si las devuelve el correo, podría darse cuenta)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido (cualquier persona puede dejar de escribir en
o de depresión)", "Dale tiempo (mucho tiempo)".
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