Preguntas correctas

(Ver otros artículos)




Si presionas una tecla incorrecta al trabajar con un programa, aparecerá un mensaje de error.

Para que tu PC, laptop o teléfono haga lo que le pides, tienes que presionar la tecla correcta. No hay más opción.  Las computadoras funcionan reaccionando a contactos específicos. Cualquier error en el comando resultará en cualquier reacción o respuesta, menos la correcta. Es pura lógica informática. El mensaje de error seguirá apareciendo una y otra vez hasta que se pisen las teclas correctas. 


Algo muy parecido ocurre con las personas. Si no les haces la pregunta correcta, gastarás tiempo y no obtendrás la respuesta que necesitas. Tampoco si usas la pregunta como una daga y se la hundes en su amor propio (a no ser que la estés provocando para causar una reacción con otro propósito, no por obtener la respuesta).

También hay que tener en cuenta que una pregunta que no se entiende no sirve de nada. Tiene que ser clara y entendible para que sea de utilidad. Sobre todo, se debe verificar que fue recibida.

Una pregunta, de cualquier clase, es una idea, y como tal, tiene el potencial de causar una reacción lógica o emocional. Con una simple pregunta podríamos despertar una respuesta que no tenga nada que ver con la pregunta, debido a que hayamos incomodado a la persona. En tal caso, debemos ser consecuentes y reconocer que no fue una pregunta tan simple, como creíamos.

Las palabras pueden ser amables, respetuosas, pertinentes, prudentes, discretas o conciliatorias y obtener reacciones que edifiquen la relación. O todo lo contrario: poco amables, irrespetuosas, impertinentes, imprudentes, indiscretas o contenciosas, y encender la chispa de una confrontación, destruyendo la relación u objetivo de la comunicación.

Lo mismo podemos decir de las respuestas y preguntas que se intercambian en una interacción social. Una pregunta poco amable o imprudente nunca promoverá una respuesta o reacción amable ni prudente. Está casi del todo condenada al fracaso. Si todos saben que Fulano reacciona dando una bofetada, ¿no tomarías tus precauciones al confrontarlo?

Una pregunta enredada enredará la mente y enredará la respuesta -si es que algo se entiende. Se consumirá mucho tiempo desenredando el enredo a fin de  repreguntar con claridad y obtener la respuesta específica que deseaste desde el principio (a no ser que hayas tenido alguna intención de causar dicha pérdida de tiempo). ¿Muy complicado de entender?

A diferencia de las computadoras, aunque hicieras una simple pregunta correcta a un ser humano, quizá no obtendrías un buen resultado si la hicieras en un mal momento o de una manera desagradable. Dicen que "respetos guardan respetos", ¿verdad?

Una computadora es fría y está diseñada para responder a los comandos correctos. Pero una persona no. Tiene razonamientos y emociones que interfieren con sus reacciones y respuestas. Podría resultar de lo más impredecible.

Por tanto, en cierto sentido, de puede decir que los ordenadores se parecen mucho a las personas. Respondemos adecuadamente solo si nos hacen la pregunta apropiada en la secuencia apropiada y en el momento apropiado. Si nos hacen una pregunta incómoda en una secuencia inapropiada y en un momento inapropiado, tendemos a devolver un mensaje de error.

Estamos hablando de oratoria, no de una confrontación policial en la que las preguntas incomodas tienen otros propósitos.

Hacer una pregunta a una oyente o a todo un auditorio es como presionar una combinación de teclas al programar una computadora. Tienes que decirles las palabras apropiadas, de manera respetuosa para obtener resultados apropiados y de manera respetuosa.

A una computadora no le interesa tu aprecio, interés, empatia, orden o respeto. ¡Porque es una máquina! Pero en cierto sentido sí. Porque si la maltratas, no le das mantenimiento y no presionas las teclas correctas, comenzará a darte problemas. ¿Cómo? Probablemente comiences a golpearla, terminará fallando, sufriendo de entropía y deteniéndose por completo.

Algo parecido podría suceder con uno de tus oyentes, un entrevistado o encuestado si pasas por alto ese pequeño detalle, no obtendrías ningún comentario -si alguno- del auditorio. Tus oyentes simplemente se quedarán mirándote o quizá bajen la mirada y no desearán responder, no reaccionarán positivamente a tu actitud, o no harán nada ni se darán por aludidos. Es una manera de enviarte su mensaje de error. Es como si mentalmente respondieran: "Error. Pise bien las teclas, haga bien la pregunta" o "Desaprobado. Tráteme con respeto si quiere mi colaboración", y hasta que te del el "OK" y hagas la pregunta de manera correcta -o la cambies por otra-, seguirás obteniendo el mismo resultado desalentador.

Por ejemplo, para tener acceso a cierta página web tal vez tengas que teclear cierta contraseña. Si tecleas una letra, número, punto o espacio de más -o de menos-, o si tecleas una contraseña correcta en una página equivocada, simplemente no funcionará. El equipo no te concederá acceso. Aunque lo intentes en diez computadoras. Punto. Así de simple y así de fácil. O lo haces bien o se colgará indefinidamente. Ella puede esperar toda la vida. No te dará acceso. Hasta es capaz de colgarse para que la reinicies mil veces, y te dará el mismo mensaje de error. 

Cierta joven, hermosa y bien vestida, fue interrogada aleatoriamente por las autoridades de cierto aeropuerto. Dijo que visitaría a su novio, de nombre Daniel. Después de un rato, no encontraron ninguna razón para impedirle el ingreso al país. Pero entonces le preguntaron: "¿Cómo dijo que se llamaba su novio?", y dio otro nombre. ¡Le denegaron el ingreso al país! ¿Por una mentirita? No, por mentirosa. 

Es lo que denomino "El poder de la tecla incorrecta". La pregunta dio en el blanco. Fue amable, prudente, pertinente y respetuosa, y dio sus frutos. En ese país se consideraba un delito brindar información falsa a los agentes del aeropuerto.

No hay otra opción. Con las computadoras y con las personas tienes que seguir cierto protocolo, seguir una ruta específica hacia su cerebro, el centro de comando.

En cierto sentido, aunque las personas podemos ser flexibles, porque no somos computadoras, esperamos que se respeten ciertos protocolos de comunicación y relaciones humanas. Si los pasas por alto, sencillamente no respondemos, o respondemos mal, o respondemos equivocadamente, o respondemos lo que nos dé la gana, pero no lo que esperabas.

Si preguntas algo a tus oyentes, reaccionarán de una u otra manera. Pero aunque hicieras la pregunta correcta, quizás el momento pudiera ser inoportuno o estén indispuestos a responder.

Para obtener un buen comentario tienes que hacer la pregunta correcta en el momento correcto y de la forma correcta. Si encasillas a la persona por donde tú quieres, es decir, para que diga lo que tú esperabas que dijera, solo sufrirás una desilusión y conseguirás palabras gastadas, es decir, una repetición de lo mismo, no ideas interesantes ni creativas.

Lamentablemente, no es tan fácil como decirlo. Requiere tacto, práctica y experiencia.

Lo primero que debes comprender es que, en cuestiones del habla, lo que se considera "correcto" y lo que se considera "adecuado" no es lo mismo.

Lo que es "correcto" se deduce de un código moral acerca de lo "bueno" y lo "malo", pero el concepto de "adecuar" o "adaptar" implica acomodar lo que se dice para que suene mejor, de modo que el oyente responda mejor.

Por tanto, no es tanto una cuestión de pensar en función de "correcto/incorrecto", sino de "adecuado/inadecuado". La clave es "adecuar" o "adaptar" tus palabras.

Por otro lado, si lo que deseas es enriquecer la consideración con los comentarios de tus oyentes, comienza por entender el significado de la palabra "comentario". El diccionario la define como una 'explicación que ayuda a entender mejor un asunto'. No es simplemente cualquier respuesta ni la repetición de un escrito, tampoco la manera como cualquiera entiende las cosas. Esas son intervenciones. Un comentario es una explicación que permite que un asunto se entienda mejor.

Por ejemplo, los psicólogos expertos aprenden a ser razonadores por excelencia. Se les instruye en el arte de hacer las preguntas adecuadas en momentos adecuados. Significa morderse la lengua la mayor parte del tiempo y reservar sus opiniones para el mejor momento. Y al opinar, medir sus palabras a fin de no desparramar nada ni echar a perder la cita.

Sin embargo, debido a que las personas no siempre están en el momento ni en el modo correcto, especialmente las que acuden a una consulta, también se los instruye en el arte de producir el clima emocional adecuado. Solo así podrán obtener cooperación en vez de displicencia.

En oratoria hay tres clases de pregunta: Retórica, de sondeo y de verificación. No hay más. Esas son las únicas preguntas.

Retóricas

Retóricas son las preguntas que no tienen que ser respondidas por los oyentes, sino que solo tienen el propósito de invitar al auditorio a reflexionar profundamente en el asunto que se está considerando. El oyente conversa mentalmente con el orador, por decirlo así.

Por ejemplo: "Si uno va a la playa y comete la imprudencia de nadar hasta el fondo del mar, es decir, hasta que no le queden fuerzas para volver, ¿sería razonable creer que Dios le enviará un ángel para hacerle un milagro y salvarle la vida?". La gente se pone a pensar. Ellos saben que es una pregunta retórica cuya respuesta es no.

De sondeo

Las preguntas de sondeo son las que piden información específica. Por ejemplo: "¿Les gusta recibir regalos?", "¿Quién de ustedes sabe manejar automóvil?", "¿Quién inventó la televisión?", "¿Quién puede decirnos qué es un paradigma?"

Esa clase de pregunta tiene el propósito de saber algo específico, porque el orador necesita la respuesta para saber qué orientación dar a sus palabras.

 Por ejemplo: Quiere saber cuán emocionales son. Quiere saber qué grado cultural tienen. Quiere saber si están al día en las noticias. Quiere saber si están prestando atención. Quiere saber cuántos en el auditorio son padres de familia.

Las respuestas le permiten avanzar con cautela y seguridad, diciendo solo las cosas que son necesarias para que le presten atención, razonen, concuerden y cooperen.

El orador que habla como una cotorra, sin abrir un diálogo sino hasta el final, y que avanza sin saber lo que sus oyentes piensan sobre la información que quiere presentar, está perdido en las nubes del orgullo o de la ignorancia. No es un orador que suele obtener cooperación voluntaria, sobre todo si habla en abstracto usando frases que no encienden la pantalla de la imaginación.

El orador experimentado pregunta para sondear, luego avanza edificando sobre la base de las respuestas que ha obtenido. En este caso, la pregunta le sirve para adecuar su manera de decir lo que quiere decir.

De verificación

La pregunta de verificación no pide ninguna información que sirva para edificar nada. Solo tiene el propósito de verificar si el oyente está pensando lo que el orador está pensando.

Pon mucha atención: He dicho que sirve "para verificar si el oyente está pensando lo que el orador está pensando". No dije: "Para verificar si el orador está pensando lo que el oyente está pensando".

Lo diré de otro modo. Un orador capacitado nunca hace una pregunta de verificación si no está 99% seguro de lo que el oyente va a responder.

Por ejemplo, si se trata de un grupo de trabajadores, preguntará: "¿A quién de ustedes le gustaría que todos los años le dieran tres meses de vacaciones?". SABE que todos responderán: "A mí", pero admite que tal vez uno o dos piensen: "Imposible", o "Yo prefiero trabajar", o "Con un mes me basta". SABE lo que la mayoría responderá.

Los padres hacen eso instintivamente con sus hijos cuando los pescan in fraganti. Aunque SABEN que hicieron algo incorrecto, les preguntan: "¿Qué han hecho?". O a pesar de que saben que quieren ir al club, les preguntan: "¿A dónde quieren ir el fin de semana?". O sabiendo que les encanta la pizza, les preguntan: "¿Qué quieren comer hoy?". SABEN la respuesta. Solo quieren verificar si están pensando lo mismo.

Un orador capacitado no avanza sin sondear y verificar. Es la técnica del vendedor profesional. Si la respuesta fue incorrecta, fue una pregunta inadecuada.

Para obtener la respuesta correcta, tienes que hacer la pregunta correcta.

Por supuesto que esto no aplica cuando tomas un examen o evalúas el rendimiento o los conocimientos de tus oyentes, sino solo cuando das un discurso y quieres avanzar con paso seguro a lo largo de la exposición.

ARRIBA