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El final de una exposición brillante se asemeja al ascenso repentino de un avión, en el sentido de que se refuerza la motivación y deja una estela muy clara en el entendimiento del oyente respecto a lo que tiene que hacer.
El final es el peor momento para hacerla larga, titubear, trastabillar, toser, seguir dando explicaciones o regresar a mencionar algo que se olvidó. Mucho menos para hacer dos o tres conclusiones, como hacen algunos.
El propósito de la conclusión del discurso es mover a acción sobre la base de la información presentada, inyectar el incentivo final que reforzará la motivación del auditorio para que haga lo que tiene que hacer.
Concretamente, presentar 1 pedido y 1 razón o motivo
Titubear, tropezar o empezar a explicar algo que olvidaste podría asemejarse a un automóvil de carreras que sale disparado del punto de partida y alguien lo detiene 300 metros más adelante para decirle al conductor que no se olvide de acelerar a fondo.
Para cuando llegas al final del discurso, la mayoría de tus oyentes ya se ha formado una opinión. Muchos ya han decidido en su fuero interno lo que harán al respecto. La conclusión del discurso es soloo para ganar la carrera o meter el gol. Detenerte o dar vueltas es lo menos recomendable. Entonces, ¿qué hacer?
Comunica la ventaja central
Ofrece un incentivo al auditorio para actuar y cooperar. De hecho, el auditorio espera que refuerces el incentivo o motivación. Quiere sacar un provecho. Da por sentado que recibirá una sugerencia en cuanto a qué hacer y cómo hacerlo, y que, además, le darás un empujoncito para poner manos a la obra. Concéntrate en el provecho esencial ("¡Por eso, haga tal cosa!"), o invita a todos a reflexionar en los detalles expuestos ("Por eso, ¿a qué conclusión llegamos?").
Estimula a los presentes
Si motivas a terceras personas, es decir, a gente que está fuera o lejos del auditorio, ¿a quién beneficiará tu motivación?. ¡A nadie! Dirígete a los que te están escuchando, a los que están allí presentes en ese momento. Tu mensaje es para el beneficio directo de los que te escuchan directamente.
Inaugura o clausura la reunión con la última frase
Si tienes a tu cargo una inauguración o clausura, lo último que dirás será: "¡Declaro inaugurado (o clausurado) este seminario (u otro tipo de reunión)!".
Cuándo y cuándo no terminar diciendo "¡Gracias!"
Terminar diciendo cosas como "¡Gracias!", "Eso es todo", "Nada más que añadir", o "Nada más", da la impresión de estar forzando un aplauso. No es modesto. Es el auditorio el que agradece al expositor. Los aplausos forzados o solicitados son de calidad inferior a los espontáneos y dejan una mala impresión.
El orador podría forzar un aplauso al exagerar el tono de su conclusión, como diciendo: "Ya terminé, pueden aplaudir." Pero también podría hacerlo un maestro de ceremonias, pidiendo: "¡Un aplauso para Fulano!". Y otra manera es que alguien se adelante a todos y dé fuertes aplausos, como una foca, es decir, exageradamente fuertes, como diciendo: "Aplaudan". Eso es muy desagradable porque la gente se da cuenta de que forzó la situación, restándole el valor al aplauso sincero que, de otro modo, hubiera sido espontáneo y genuino. Alguien que fuerza los aplausos cuando todos iban a aplaudir de todas maneras, no le hace ningún favor a nadie. Atrae la atención hacia su persona y podría dara la impresión de que el orador estaba en combinación con él para manipular la situación.
Es innecesario pedir aplausos -o forzarlos- a un auditorio agradecido y emocionado. La gente aplaude sin necesidad de pedírselo. Por supuesto, si la exposición fue aburrida, ¡alguien tiene que pedirlo para que no suene hueco!
"Pero ¿no es una forma de sugerir un aplauso al final del discurso cuando se sube el volumen y el tono? No cuando se hace con modestia. El auditorio espera un incremento en el volumen y el tono cuando el orador enfatiza el punto principal al terminar. Eso es perfectamente aceptable, conveniente y recomendable. Pero una evidente exageración, es decir, una elevación muy diferente del tono podría dar a entender que se está pidiendo un aplauso. Se requiere discreción y equilibrio para subir el volumen y el tono al llegar al final Por eso, la Tercera Ley indica subir en el cierre... pero no tan exageradamente que raye en ridículo.
¿Es una manera de disimular el fracaso?
Por otro lado, ten presente que hay auditorios que prefieren expresar su agradecimiento de otras maneras. Aplaudir es solo una de ellas. Por ejemplo, en un funeral. En algunos lugares del mundo expresan su pena cantando, bailando, aplaudiendo, llorando a voz en cuello, gritando arengas o arrojando cosas a la sepultura, como flores, recuerdos y dinero. Pero en otros, se opta por un silencio profundo y sentido, con muestras de afecto tranquilas, apacibles y tiernas. Aunque los asistentes se sientan muy dolidos y agradecidos, nadie aplaude.
¿Decir: "¡Gracias!"?
Se recomienda decir "¡Gracias!" en ciertas ocasiones especiales:
Al agradecer un homenaje
Termina diciendo: "¡Gracias!" cuando se trate de una exposición de agradecimiento (cuando te entreguen un premio o te hagan un homenaje o reconocimiento, o te promocionen a un puesto diferente o te alaben de alguna otra manera) porque en tales circunstancias sería lo que se esperaría de ti.
Al cerrar la sesión o despedir al auditorio
Cuando presidas una reunión o hables en último término como portavoz de un grupo o en nombre del organizador de la reunión, simplemente di: "¡Gracias en nombre de [...] y muy buenas noches!".
¿Por qué no decir "gracias" en otras ocasiones? Porque es el auditorio el que agradece al orador por su discurso, no el orador al auditorio por escucharle.
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