La motivación o el estímulo intelectual enriquece, corrige o elimina los puntos de vista de las personas.
Por ejemplo, después de aprender que los números crecían desde el +1 hasta el infinito, seguramente te asombraste cuando te explicaron que también se podía contar y fraccionar hacia atrás, desde el -1 hasta el infinito. O cuando te dijeron que Plutón era el último planeta del Sistema Solar y después te enteraste de que cada cierto ciclo cambiaba de lugar con Neptuno. Hoy en día, se reconocen nuevos descubrimientos y se han profundizado mucho más los conocimientos sobre esos asuntos.
A esas cosas llamo estímulos intelectuales porque ingresan por tu intelecto, tienes que usar tu inteligencia a fin de procesarlos. Te estimulan a razonar y sacar nuevas conclusiones lógicas, lo que a su vez va subiendo de niveles tu motivación. Por ejemplo, cuando la programación neurolingüística, la psicocibernética o las tesis sobre tus zonas erróneas o la antifragilidad llaman tu atención y comienzas a pulir ciertos rasgos de tu sistema de motivación.
Algo similar puede decirse de las explicaciones que te ayudan a entender un proverbio difícil. Por ejemplo, los refranes forman parte del sistema educativo universal. Ha habido personas que mejoraron su calidad de vida gracias a la motivación intelectual que les proveyó una sola frase célebre o cita literaria.
Algo similar puede decirse de las explicaciones que te ayudan a entender un proverbio difícil. Por ejemplo, los refranes forman parte del sistema educativo universal. Ha habido personas que mejoraron su calidad de vida gracias a la motivación intelectual que les proveyó una sola frase célebre o cita literaria.
Otros a través de la Historia prefirieron convetirse en mártires debido a sus creencias. Sus convicciones fueron tan profundas que vencieron a las escaramuzas, los insultos, el menosprecio y el temor a la muerte, y sobre todo, derrotaron e hicieron polvo al imperio de la sinrazón de quienes por su intransigencia demencial sí demostraron ser intelectualmente mediocres.
Por otro lado, como todo estímulo, es correcto advertir que la motivación intelectual también puede resultar positiva o negativa. Por ejemplo, si lees u oyes material que te ayuda a edificar tus puntos de vista, de modo que mejora tu relación con los demás, desarrollarás y alcanzarás mejores metas cada día. En cambio, si te habitúas a leer u oír material que denigra a las personas o que de otras maneras destruye los buenos conceptos que tenías de ellas, irás mentalmente en reversa, aunque sea lentamente, hasta despeñarte moralmente. Te saldrá un callo en la conciencia y nada te impresionará en adelante, porque habrás ido más allá de todo sentido moral.
Cuando una persona aprende a diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto, lo que es limpio y lo que es sucio, lo que enaltece y lo que degrada, lo que ilumina y lo que oscurece, lo que le gusta y lo que le conviene, lo que es evidente y lo que ofrece duda, pero escoge lo que ensucia, degrada y nubla su inteligencia, podría terminar alcanzando un supuesto equilibrio, pero en realidad siguiendo una trayectoria decadente.
Por eso, procura motivar intelectualmente a las personas por medio de considerar con ellas información que las edifique y que fortalezca su autoestima. Y en cuanto a ti, si alguien o algo procura inyectarte basura en la vena intelectual, quítate las agujas y líbrate como lo haría una gacela de un león. Solo así llegarás hasta el infinito.
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Por eso, procura motivar intelectualmente a las personas por medio de considerar con ellas información que las edifique y que fortalezca su autoestima. Y en cuanto a ti, si alguien o algo procura inyectarte basura en la vena intelectual, quítate las agujas y líbrate como lo haría una gacela de un león. Solo así llegarás hasta el infinito.
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