Motivación espiritual

(Ver otros artículos)




La motivación espiritual tiene características que la distinguen exclusivamente.

Muchos usan la palabra metafísica para referirse a todo aquello que está maś allá de su alcance intelectual, segun ellos fuera del ámbito físico, natural u objetivo.

Aquí la relacionamos con cosas aún más profundas que los motivos para reír o llorar, y aún más que con aquellas que parecen difíciles de entender o que podemos razonar atando unos pocos cabos sueltos.

Los observadores que ven cómo algunos grupos humanos tocan panderetas y tambores, o gritan lemas y aplauden hasta que les duelen las manos, suponen que se trata de una motivación espiritual. ¿Pero realmente se trata de una motivación espiritual? ¿O es más bien una motivación emocional? ¿Hay alguna diferencia?

Pocos campos y términos han sido objeto de tantas malas interpretaciones, y tan extendidas y enredadas, como el espiritual.

Los registros históricos han documentado cómo se justificaron la mar de prejuicios, odios, enfrentamientos, guerras, persecuciones, tortura y demás acciones de fuerza en el nombre de Dios durante milenios. ¿Entenderíamos que se trataba de espiritualidad?

Y no pasemos por alto el hecho de que para definir la espiritualidad tampoco ha bastado con buscar simples significados intelectuales en los diccionarios. Por eso es tan importante entender la diferencia entre un estímulo emocional y uno espiritual a fin de usar un criterio más adecuado, según el tipo de discurso o ángulo de cierta información.

Llegado el fin de año, muchos se vuelcan a las tiendas para comprar regalos y reunirse con la familia o los amigos para disfrutar de una fiesta alegre. Llenan sus casas y negocios de símbolos que por tradición activan sentimientos de paz, unión y felicidad. ¿Estamos frente a un estímulo espiritual ¿O más bien pareciera que los comerciantes están aprovechando la ocasión para explotar un simple estímulo emocional?

De acuerdo con su naturaleza, la motivación espiritual sintoniza con el fondo de la naturaleza humana, sondeándolo todo de una manera equilibrada y sublime hasta que se consiguen respuestas razonables a preguntas importantes relacionadas con los más profundos incentivos y motivaciones. Y debido a que eso suele despertar emociones, se confunden los términos y sentimientos y se les da una equivalencia en cuanto a significado.

Pero si bien nadie puede negar que hay emociones envueltas en la motivación espiritual, esta se relaciona  más con inquietudes trascendentales. Por ejemplo, de seguro que alguna vez te hiciste una o más de las siguientes preguntas:

¿De dónde vine? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy? ¿Qué propósito tiene mi vida? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué significa trascender? ¿Cómo se me presenta el futuro? ¿Existe Dios? ¿Cómo es? ¿Cómo se comunica uno con Dios? ¿Cómo entiendo lo que significa la fe? ¿Realmente existe una esperanza? ¿Qué es el amor verdadero? ¿Qué es la ética? ¿Será correcto o incorrecto hacer esto o aquello? ¿Qué es la moral? ¿Qué es la conciencia? ¿Cómo está mi escala de valores? ¿Cómo se supone que debo comportarme? ¿Qué cosas debo poner en primer y segundo lugar? ¿Por qué me preocupo tanto? ¿Por qué a veces me siento culpable? ¿Cómo puedo resolver determinado problema religioso? ¿Cómo tomar decisiones prudentes? ¿Por qué pedir disculpas? ¿Por qué perdonar? ¿Qué puedo hacer para alcanzar la paz con mi hermano(a)? ¿Me conviene ser más tolerante? ¿Por qué hacer el bien a otros? ¿Por qué confiar en que todo tiene una solución? ¿Para qué ejercer autocontrol? ¿Es necesario meditar en las consecuencias de cierto proceder? ¿Debería dedicar más tiempo a pensar en asuntos espirituales? ¿Por qué creo que las personas deberían ser así o asá? ¿Hasta qué punto debo aplicar las reglas que se me han enseñado? ¿Hasta qué grado situar los principios sobre las reglas? ¿Hasta dónde llega mi responsabilidad en cierto asunto? ¿Cuáles son mis deberes y derechos? ¿Cómo puedo cultivar mi personalidad? ¿Cómo puedo mejorar mi carácter? ¿Cómo podría modificar cierto mal hábito? ¿Puedo superar mis fobias? ¿Realmente tengo una obsesión? ¿Debería pedir consejo? ¿Qué es la justicia?

A un mono y a un gato no le preocupan esas cosas. Y aunque parezca difícil de comprender, a muchos seres humanos tampoco. Para estos es un tema acerca del cual generalmente no quieren hablar.

Sin embargo, aunque un orador experimentado sea ateo, no debería pasar por alto la inclinación espiritual de sus muchos de sus oyentes. Porque entre estos hay gente de todo tipo, y el éxito o fracaso de un discurso depende mucho de la empatía, la cual implica llegar a la mente y corazón de todos, no solo de unos cuantos.

A pesar de que un orador no entienda ni concuerde con asuntos espirituales, le conviene averiguar, por lo menos, una noción básica de cómo piensan, razonan y reaccionan las personas espirituales.

Cuando la gente consulta con un psicólogo, no lo hace para que baile, cante, haga chistes o las toque con una varita mágica para quitarles sus males, sino para obtener guía y entender mejor algunas cosas que no están haciendo bien. 

Quieren información acerca de sí mismos y de los demás porque han llegado a reconocer que les convendría llevarse bien con sus parientes y amigos, aun consigo mismos, pero no logran entender por qué todo les sale mal. En pocas palabras: Buscan respuestas que les ayuden a comprender mejor su situación.

Este es el  punto: Estimulas de manera espiritual al auditorio cuando lo invitas a reflexionar seriamente en las cosas profundas de la vida. Y una manera de hacerlo sin tener que urgar en las vidas personales de todos es enfocando la atención en cosas que para el oyente promedio sean profundas y difíciles de entender, como, por ejemplo, las preguntas antes mencionadas, así como el universo y su intrincado ecosistema. El resultado será que prestarán más atención a los procesos de la vida.

Otra manera de aplicar la motivación espiritual es invitando al oyente a procurar una transformación personal, de manera que aprecie más plenamente su naturaleza humana y lo que lo rodea a fin de ser más tranquilo, apacible, amoroso, equilibrado, juicioso, perdonador, respetuoso, controlado y seguro, inspirándole confianza y esperanza en el futuro.

También lanzas una motivación espiritual cuando fomentas armonía con las causas o propósitos que se observan tras las estructuras de las cosas y de las leyes naturales que las rodean.

Un orador espiritual estimularía al auditorio a obrar rectamente, porque un aspecto de la motivación espiritual es estimular a hacer lo correcto, es decir, una motivación basada en la moral y la ética. El objetivo e incentivo sería obrar rectamente a pesar de la crítica, la burla, el soborno, el rencor, la venganza o cualquier otro estímulo negativo.

La resiliencia, que es la capacidad de los seres inteligentes para comprender los sucesos de la vida y adaptarse eficientemente a la adversidad, es una cualidad metafísica y espiritual.

Por ejemplo, el dicho "haz el bien sin mirar a quién" no significa "beneficiar a cualquiera a ojos cerrados", sino "realizar a conciencia el trabajo que le encargan a uno, al margen de quién se lo haya encargado", es decir, hacer uno su mejor esfuerzo por el placer de hacer su mejor esfuerzo, no por dinero, felicitaciones, premios ni menciones honrosas, tampoco por evitar castigos, represalias u ofensas. Es el placer de servir a los demás sin discriminarlos.

Para las personas motivadas por la ética, cualquier pago, propina o felicitación resulta como consecuencia natural o adicional, pero el factor que las motiva es principalmente la eficiencia en sí misma.

Consabido es que muchas personas no reciben una compensación justa por su rendimiento, por mucho esfuerzo que le pongan, ya sea porque ignoran su verdadero valor, o porque el sistema abusa de ellas. Otras han aprendido a obtener excelentes ingresos aunque su motivación ha seguido siendo el resultado de sus esfuerzos.

La persona espiritual, sin embargo, no solamente es motivada por un sentido interior de lo que considera correcto. Su integridad la impulsa a cultivar un profundo sentido de responsabilidad para con Dios, porque se ese modo cree que agrada a su Creador. Ese es el meollo de lo que significa la espiritualidad.

¿Y por qué suerte o línea de razonamiento se llega a la conclusión de que Dios quiere que haga lo que considera correcto? ¿Cómo deduce lo que es correcto o incorrecto en un mundo donde se promueve el concepto de que nadie tiene derecho de decirle a otros lo que es correcto o incorrecto?

Una manera es observando la naturaleza y el orden y equilibrio que se ve en el universo. Si Dios existe y es el ser más inteligente que existe, debería poder comunicarse con sus criaturas y decirles lo que espera de ellas, tal como el presidente de un país debería poder comunicarse con sus ciudadanos y decirles cómo espera que cooperen para que los proyectos tengan éxito.

¿Acaso alguna vez las focas hicieron una huelga contra las gaviotas? ¿Alguna vez vimos que las gacelas armaran un gran alboroto quejándose contra los leones, quemando neumáticos para protestar contra el abuso de sus derechos? ¿Alguna vez vimos que la Luna se demorara en salir una noche? No, todo refleja orden y armonía. Las distancias y los tiempos son exactos.

Tal como en la tierra los rayos ocasionan incendios naturales para beneficio del terreno productivo, en el universo ocurren explosiones y colisiones que son parte del equilibrio natural del cosmos. Muchos no entendemos cómo funciona el macroecosistema y creemos que se trata de un desorden o desequilibrio. Pero el universo responde con armonía y puntualidad. Hay un mensaje tras todo ello. Solo es cuestión de prestar atención y llegar a una mejor interpretación.

Igualmente, la observación de lo que resulta de la antropología física, lingüística y social, el orden natural, el sentido común, los descubrimientos científicos, el Derecho Positivo y otras consideraciones relevantes permiten que uno profundice aspectos en los que nunca había pensado, necesarios para entender lo que antes no entendía.

¿Quién determina lo que es extremismo? ¿Un capricho, prejuicio o motivación partidaria? Lo que lo determina es el límite que impone la naturaleza. Nadie puede ir más allá de los límites naturales. Por eso conocemos el concepto de "límite".

Extremista es el que pretende rebasar los límites impuestos por la naturaleza y modificar sus leyes caprichosamente, no el que lo respeta absteniéndose. ¿Podría un ser humano vivir sin respirar? No.

La persona espiritual reflexiona profundamente en esas y muchas otras interrogantes interesantes, logrando percibir su misión, hallando el lugar que le corresponde en su hábitat y promoviendo la armonía con sus congéneres. La persona light, es decir, superficial, no se interesa en estas cosas. Solo le interesa satisfacer sus necesidades emocionales.

Por ejemplo, un hueco es un vacío. Por tanto, no existe. Es sólo un concepto que nos ayuda a darle dimensión y concretarlo en nuestra mente.

Si queremos un hueco en una pared, no vamos a la tienda y compramos un hueco. Pedimos un taladro con el cual extraeremos la materia de la pared y crearemos el vacío que necesitamos. No queremos el taladro. Queremos el hueco. Pero el taladro es el que lo hará posible.

Hacemos lo que creemos que es correcto aunque después nos duela mucho enterarnos de que estuvimos equivocados, o de que hubimos pasado por alto ciertos principios básicos de ética.

Cuando entrevistan a un "héroe" por televisión, por haber rescatado de manera espontánea a alguien del fuego o de que se ahogara en el mar o en un río, o por haber ofrecido su vida de otras maneras para ayudar o salvar a una persona o a un animalito, solemos oír que responde con modestia: "No me considero un héroe. Solo hice lo que me pareció correcto".

Nadie tuvo que motivarlo diciéndole: "¡Anda, sálvalo!". Nadie le ofreció dinero ni recompensa alguna. Sencillamente se lanzó y entregó su vida motivado por la ética. Y lo más probable es que haya sido una reacción espontánea basada en principios morales aprendidos en su hogar a edad muy temprana, o quizás después, con el paso de los años, con la acumulación de experiencias agradables.

La actriz Vanessa Saba se lanzó a los rieles de un tren para rescatar a un perrito. Seguramente, algunos exclamaron "¡Qué loca!". Pero para ella solo fue hacer lo que consideró correcto.

Esas son algunas de las cosas que distinguen lo espiritual de lo puramente corporal o emocional. Pasar un rato agradable con los amigos comiendo una pizza no es una motivación espiritual, sino emocional y física. Pero si la comen platicando de cosas que responden a las preguntas antes mencionadas, estarían añadiendo un componente espiritual. Todo depende de la clase de ambiente que se forme y del tipo de conversación que se mantenga.

Por ejemplo, cantar y bailar puede ser muy bonito y estimulante, pero permanece, por decirlo así, en la superficie de lo que sentimos, en el plano emocional. Es el aspecto light que mencioné antes.

En cambio, los estímulos espirituales responden a preguntas inquietantes acerca de la vida y elevan al intelecto a una dimensión mucho más productiva. Algunos psicólogos lo llaman necesidades superiores.

Esa clase de incentivo procura satisfacer la necesidad de conocer nuestras raíces, nuestra verdadera historia humana; satisfacer la necesidad de aprender a manejar nuestra vida tomando decisiones más acertadas a fin de producir consecuencias más agradables y provechosas, o para satisfacer la necesidad de orientación y guía respecto al futuro, compartir anécdotas aleccionadoras, experiencias e historias de la vida real que dejan enseñanzas interesantes.

Los estímulos emocionales solo nos hacen sentir bien, y duran, por decirlo así, hasta la próxima crisis o hasta cuando la presión vence a uno. ¿Y si nos acostumbramos a embriagarnos para sentirmos "emocionalmente mejor"? ¿No terminaremos haciéndonos daño físicamente? ¿No sería mejor un estímulo espiritual y conseguir respuestas que nos ayuden a entender la vida, nuestra situación y nuestra interacción con lo que nos rodea?

Un estímulo espiritual trasciende todos los demás estímulos, porque llega tanto a la mente como al corazón con respuestas a las cuestiones más importantes de la vida, produciendo un sentimiento que perdura en el tiempo. No es pasajero. 

Cantar y bailar nunca responderá la pregunta "¿de dónde vine?" o "¿acaba todo con la muerte?" o "¿qué hay después de la muerte?"

Una persona verdaderamente espiritual procura hallar las mejores respuestas, las mejores interpretaciones, los mejores enfoques, las mejores perspectivas, la esperanza más segura, los recursos más sostenibles, la orientación más eficaz, el camino más confiable, etc. Porque cree que eso la acercará más a Dios.

También le gusta bailar y reír, pero sabe diferenciar entre la motivación espiritual y una emocional y superficial.

Por eso la meditación profunda siempre ha estado vinculada a un ambiente tranquilo y apacible, no al ruido. Cada vez que expones un argumento espiritual, estás tocando fibras sensibles de la más profunda naturaleza humana, causando más que una sublime chispa emocional en el auditorio.

Por ejemplo, como una vez escribió el Dr. Wayne D. Dyer, ningún perro se pregunta si tiene pedigree o por qué le da temor de ladrar en público. Ningún gato evita salir a la calle porque no se arregló las uñas o porque su cola está despeinada. Los llamados animales inferiores son criaturas sensibles y perfectamente instintivas, pero carecen de espiritualidad, es decir, no les podemos exigir sentido de responsabilidad ni de que saquen conclusiones razonadas. No son demócratas ni socialistas, ni comunistas ni republicanos. Son inconscientes. Sus acciones y reacciones, o las cosas que pueden aprender, siempre son similares a los de su especie y con limitaciones parecidas. Si aparentemente 'aprenden' algo nuevo, solo se trata de un recurso instintivo.

Todo el ecosistema funciona perfectamente, salvo que el ser humano intervenga depredándolo, desordenándolo y trastornándolo con sus conceptos divisivos y egoístas, con su codicia y proyectos ambiciosos. 

Por eso, últimamente se crean cada vez más "espacios naturales protegidos", "patrimonios mundiales de la humanidad", "parques nacionales" y "zonas reservadas" donde el hombre debe pisar con mesura. Muchos investigan la Luna y van a Marte para ver qué podrán desordenar allá, lejos de los terrícolas puritanos ecologistas.  

Cierta joven visitaba regularmente a un gorila en un zoológico de Holanda. Se quedaba mirándolo fijamente a los ojos por largos períodos porque, según ella, sentía una conexión emocional y espiritual con él.

Un día el gorila escapó, la capturó e hirió gravemente. Los expertos explicaron que los gorilas son por naturaleza muy agresivos con quien les fija la mirada. Ella estaba muy equivocada a pesar de que sus emociones le hacían sentir que su comunicación con el gorila era positiva. Nada más lejos de la realidad. Malinterpretó al gorila y casi le cuesta la vida.

En otra ocasión, un hombre se metió en el ambiente de los leones en un zoológico. Decía que se comunicaba con Dios y que los leones no le harían nada, como se dice que ocurrió con el profeta Daniel. Cuando uno de los leones se lazó sobre él y casi lo hace trizas, se dio cuenta de lo equivocado que estaba.

Una gaviota jamás aprenderá por sí misma a maquillar a un oso, ni un oso a tejer una bufanda. Eso solo se ve en los dibujos animados. Los dibujos animados, ayudados por la televisión, personalizaron a los animales haciéndolos hablar y conversar como seres humanos, y ahora no es raro ver cómo la gente conversa con sus mascotas suponiendo que estas razonan como humanos. Es una reacción emocional.

Todas las gaviotas vuelan de modo similar a los de su especie (salvo Juan Salvador Gaviota), y todos los pelícanos lo hacen de un modo similar a los de su especie. El estilo de una gaviota y un pelícano se han mantenido diferentes por miles de años. Nunca les preocupó si se parecían el uno al otro. A pesar de que el cielo se nubla, a ninguna paloma le preocupa si podrá orientarse en el aire de regreso a casa. Simplemente lo sabe por instinto. Se lanza al vacío aleteando con todas sus fuerzas y llega sana y salva a su destino.

No se sabe de animales inferiores que muestren inclinación hacia lo espiritual. Según la teoría de la evolución, de Darwin, existe un gen egoísta que impulsa a todos los seres hacia la supervivencia del más apto. ¿Pero tiene eso algún sentido?

Tal concepto contradice frontalmente la inclinación del ser humano hacia la bondad, la motivación y la ética, es decir, con la tendencia hacia hacer lo que cree que es correcto.

Por ejemplo, cierta persona que sufre un ataque de epilepsia cae de repente a los rieles del tren en una estación subterránea justo cuando van a pasar dos trenes de ida y vuelta; un padre de familia que pasaba por el lugar se percata del peligro y les dice a sus hijos: "¡Quédense aquí y no se muevan!", y se lanza a las vías, coloca rápidamente al hombre entre las dos vías y lo cubre con su cuerpo hasta que pasan los trenes. Luego del peligro lo aclaman como a un héroe, pero él rehúsa el calificativo diciendo que solo hizo lo que era correcto.

Eso definitivamente contradice la teoría de que solo sobreviven los humanos más aptos, y que la ley del más fuerte siempre prevalece. Más bien, a diferencia de los llamados animales inferiores,  tenemos una disposición natural a ayudar a otros aun a costa de nuestro propio bienestar. Es un rasgo tan distintivo en los seres humanos que hasta se lo ha denominado acto de humanidad.

Se sabe de muchísimos animales que son protectores de los de su misma especie. Y últimamente, National Geographic y Discovery Channel han mostrado animales de diferentes especies viviendo en perfecta armonía. Perros y gatos, ovejas y lobos, etc.

El ser humano ha establecido lo que se conoce como Derechos Humanos. Los animales nunca han establecido un código que se denomine Derechos de los Animales. Los seres humanos somos los que lo hemos establecido. Pero ¿para protegerlos de quiénes? ¿De otros animales, por ejemplo, para que los leones dejen de atacar a las gacelas? No, para protegerlos de los seres humanos, que los están maltratando y depredando como nunca antes. ¡El problema somos nosotros!

Por supuesto, no toda la humanidad se muestra tan sensible a los dictados de su conciencia que se sienta impulsada a dar la vida por otra persona. Pero en términos generales, tendemos a sintonizar con empatía y responder a las necesidades de los demás, ya sea desde el acto simple de darles la hora u orientarlos cuando nos preguntan la hora o dónde queda cierta calle, o cuando alguien salta a una vía férrea para salvar a un perrito.

Si un perro comienza a ladrar en medio de la noche, quizás otros perros del vecindario comiencen a ladrar. O si un recién nacido comienza a llorar en el pabellón de recién nacidos, tal vez los demás recién nacidos comiencen a llorar por reflejo. Es una empatía instintiva. Pero lanzarse a las vías del tren para rescatar a un desconocido es mucho más que un simple instinto o impulso emocional.

Según Francis S. Collins, que estuvo a cargo del Proyecto Genoma Humano (PGH), la teoría de la evolución no tiene la respuesta. El león comería paja como el toro y jamás se le ocurriría morder el cuello de una gacela, ni mucho menos le cedería el paso amablemente a una hiena para que se la coma primero.

El cariño, la compasión y la decencia, por citar solo algunas cualidades, son virtudes y características humanas. Contradicen la teoría de la evolución, la cual enseña la supervivencia del más apto o más fuerte.

César Millán, experto famoso en entrenamiento canino, se desgañita procurando que los amos de mascotas entiendan uno de los más importantes principios en el adiestramiento de perros: "No humanice a su perro". Y explica: 'Cuando vemos nervioso o asustado a nuestro perro, por ejemplo, ante los estruendosos sonidos de unos petardos, solemos consolarlo y darle cariño, lo cual sería correcto para un ser humano. Pero en el caso de un perro es un error, ya que lo percibe como una recompensa por un comportamiento inestable. La manera adecuada de actuar ante el miedo a los petardos es permaneciendo a su lado, ignorando por completo su ansiedad ante dicho estímulo". Nuevamente, la teoría de la evolución no tiene una explicación para tal fenómeno.

Collins (citado antes) dijo una vez que la motivación altruista, es decir, el que alguien tienda a sacrificarse por otro, hasta por alguien muy ajeno a su grupo social o por quien no tuviera nada en común, contradice totalmente la idea darwiniana de que exista en nosotros un gen egoísta, uno cuyo único propósito sea perpetuar la especie.

El cruce de un hombre y una mujer hermosos podrían garantizar que sus hijos nacieran hermosos. Pero no garantizaría que resulten responsables, juiciosos ni equilibrados. Eso dependería mucho del modo como fuesen criados. El que un hombre y una mujer sean hermosos por fuera no significa que sean hermosos por dentro.

Owen Gingerich, astrónomo y profesor investigador de la Universidad de Harvard, se preguntaba por qué la observación de los animales inferiores no conducía a una respuesta científica acerca del altruismo entre los humanos. Comentó que tal vez la respuesta se hallaba en el ámbito [de] la conciencia.

En la naturaleza animal, una Gacela de Thompson puede permanecer parada a la distancia observando cómo una leona atrapa y devora a su cachorro. Pero los seres humanos por lo general se sienten impulsados por conciencia, es decir, por una motivación ética, a sacrificarse por otros seres humanos aun a riesgo del bienestar propio. Eso contradice la teoría evolucionista.

Un hombre acepta casarse con una mujer que ya tenía un hijo, y llega a querer tanto al muchacho que hasta se sacrifica duramente por darle la mejor educación posible. Por contraste, un león mata a los cachorros de la leona con la que quiere aparearse.

La motivación basada en hacer lo que es correcto está innegablemente arraigada a una motivación espiritual.

Por otro lado, ¿de qué sirve decir mentiras o medias verdades a un niño, como, por ejemplo, que unos ratones canjearán sus dientes por monedas; que la cigüeña lo trajo de París; que si rehúsa terminar su comida se lo llevará el Cuco; que sus primos son sus primos, cuando en realidad son sus medio hermanos; que San Nicolás, Santa Klaus o Papá Noel le traerá regalos a fin de año si se porta bien; que Dios 'se llevó' a su abuelita porque necesitaba un ángel más en el cielo; o que fue 'la voluntad del Señor' que atropellaran a su mascota para poner a prueba su fe? Eso no motiva a nadie porque nada se eso responde a ninguna de las preguntas fundamentales acerca de la vida?

El ser humano solo halla satisfacción en la profundidad de su naturaleza cuando obtiene respuestas sólidas, correctas, fundamentadas en la realidad y en el pragmatismo, no en teorías, hipótesis, leyendas, mitos, tradiciones, fábulas, paradigmas, cuentos ni dogmas que carecen de asidero.

Por ejemplo, ¿cómo te motivaría ver un bonito dibujo en la ventana de un automóvil, que diga: "¡Sonríe, Dios te ama!", si te acaban de despedir del trabajo y en el fondo sigues preguntándote por qué hay tanta crueldad en el mundo? Probablemente, en vez de hacerte sonreír exacerbaría tu frustración o te provocaría algo peor.

Por eso, cuando pienses en una motivación espiritual, ten presente evitar confundirla con la motivación emocional. Entonces, el efecto no será superficial y pasajero, sino profundo, útil y significativo para tus oyentes.

ARRIBA