La motivación optimista se opone a la impotencia y a la desesperación

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¿Qué es la motivación?

Dicho en pocas palabras, la motivación es la causa o motivo que nos impulsa a actuar. En Oratorianetmovil la relacionamos estrechamente con la persuasión más que con el convencimiento. 

Motivamos despertando deseos e incentivos que activan emociones, pero convencemos presentando razones y evidencias que invitan a reflexionar y cambiar de opinión, o a reforzar cierto concepto o razonamiento.

¿Qué es oponerse?

Oponerse es enfrentar, chocar y arremeter contra algo o alguien. Y aunque es una de las cualidades que caracterizan la personalidad segura de sí misma, podría convertirse en un defecto que active rebeldías y enemistades que solo causarían desorden y malestar.

¿Qué es la impotencia?

Impotencia es el sentimiento de sentirse uno incapaz de enfrentar el desafío, de creer que está en el límite de sus probabilidades, de haberse quedado vacío e insuficiente de oportunidades u opciones, de haberse agotado emocionalmente intentándolo todo para salir adelante, o de carecer de los medios para enfrentar una situación. Uno se queda tieso y frío, sin atinar a nada. Solo queda esperar un milagro.

¿Qué es la desesperación?

La desesperación es un sentimiento de abatimiento, desmoralización y decepción que sume a la persona en un estado de desconcierto total.  Lo opuesto de esperar pacientemente.

La persona pierde de vista y de repente muchas de sus verdaderas opciones y probabilidades, y llega a convencerse con el razonamiento equivocado de que no existen medios para enfrentar el problema o situación.

La persona imagina los retos como si fueran olas encrespadas, imposibles de cruzar. Generalmente, se derrumba ante la mínima derrota. La ansiedad la sume en angustia y depresión y piensa que ya nada mejorará. Pierde el incentivo que la mueve a actuar.

Las consecuencias varían según la seriedad del caso. Si solo se trata de un sentimiento pasajero, un bajón de tristeza, no debe preocupar. Pero si el asunto parece irse de las manos, ¿no sería mejor buscar ayuda?  En tal caso, un autoanálisis no servirá de mucho. No hay que ser tajantes al decir que ese tipo de depresión no desaparecería sin asistencia, pero es posible. Tampoco ayudará si uno consulta con un especialista y no sigue sus recomendaciones.

Cierta paciente logró vencer un cáncer maligno que se había desarrollado en su cerebro. Mediante una eficaz cirugía y una terapia adecuada quedó libre de la enfermedad. En un lapso de diez meses superó con éxito todo el malestar y las inconveniencias que implicó el tratamiento.

Lamentablemente, le costó más recuperar el buen estado emocional del que había disfrutado antes de que se descubriera su mal. Pero a pesar de que se esforzó mucho por superar la depresión, cierto médico fue tan brutalmente déspota que le dijo tantas cosas desagradables que le arrebató la poca motivación que le quedaba. En realidad, le destrozó el alma. 

Por decirlo así, le descargó toda la energía de su batería emocional. No le importó en absoluto que fuera una sobreviviente ejemplar que había superado un cáncer que otros no hubieran vencido.

Aunque todos admiraban su extraordinaria recuperación e invencible determinación, bastaron unos minutos de conversación con ese médico déspota para dejarla como una lámpara sin combustible.  ¿Cómo fue posible que alguien ejerciera tanto poder como para derribar a una persona sin haberla tocado? Felizmente, se recuperó consultando con otro especialista.

Hablando figuradamente, el viento puede ser una agradable brisa o convertirse en un huracán categoría cinco y derribar ciudades enteras. Pero también hay errores que nos pueden derribar y causar mucho daño.



En marzo se 2015 se precipitó contra una montaña un avión con 150 personas a bordo. Según los expertos, todas las evidencias apuntaban al hecho de que aparentemente el copiloto lo estrelló a propósito. La investigación arrojó luz y se descubrieron pruebas de que había estado bajo tratamiento psiquiátrico a escondidas de la compañía aérea. Antes de eso, nadie se había percatado de que sufría de depresión. Había sido un hombre alegre, deportista, positivo y confiable. Pasó con éxito las pruebas de la aerolínea. La noticia dio la vuelta al mundo.

La lección es que la depresión puede ser leve o grave, y que no debemos subestimarla. Hay que darle atención, sobre todo si notamos que no logramos nada por nuestros propios medios. No es apropiado resolver un problema estrellando aviones.

Oponerse al enemigo

Si vivieras en una zona de huracanes y anunciaran por la radio que se aproxima uno, ¿qué harías? Seguramente tomarías medidas inmediatas para contrarrestar su ímpetu. Por ejemplo, probablemente recubrirías tus ventanas con placas de madera, guardarías tus cosas en un lugar seguro de la casa y protegerías a tu familia en el sótano o algún lugar que ofreciera la máxima seguridad. Considerarías una insensatez cruzarte de brazos.

Algo similar ocurre con la persona que reconoce que vive en un mundo peligroso en el que sus circunstancias personales pueden variar de la misma manera como los vientos que producen un huracán. Entonces se prepara para enfrentar situaciones que de otro modo la dejarían impotente y desesperada. Porque entiende que o se enfrenta al enemigo eficazmente o saldrá perdiendo.

Contrarrestas la impotencia cuando por costumbre analizas tus recursos humanos ante situaciones hipotéticas y reales y tomas conciencia de tu verdadera habilidad para hacerles frente y de las muchas opciones que puedes visualizar para enfrentarlas. Ensayas imaginariamente todo lo que podrías hacer ("¡Qué haría si...?"). Prepararte para contrarrestar la impotencia es una buena idea.

Y contrarrestas la desesperación cuando acumulas todas las razones que puedas hasta creer en tus verdaderas probabilidades de hallar maneras de alcanzar tus metas o modificarlas, por ejemplo, avanzando por etapas más manejables para tener pequeños éxitos que retroalimenten tu convicción, a fin de sacar tu automóvil del fango. Te resistes a dejarte succionar por el agujero negro de la depresión, aunque esta te envuelva en su remolino por algún tiempo, porque quieres salir adelante.

¡Sí! Arremete inteligentemente contra los sentimientos de impotencia y desesperación con una motivación optimista por medio de buscar, hallar y reafirmar causas, puntos de vista e incentivos alcanzables. Luego actúa y acepta el desafío ensayando, hasta donde te sea posible, un comportamiento eficaz.



Un surfista no ve las olas encrespadas como imposibles de cruzar ni surfear. En vez de ahogarse bajo el agua después de una o varias caídas, sale a flote una vez más a la superficie como una foca, jala de la cuerda que lo ata a su tabla, la monta y espera que la siguiente ola sea aún mejor y más impresionante. Porque cuanto más grande la ola, más se divierte. La enormidad no lo asusta. Al contrario. Ese es precisamente el incentivo que lo mueve a intentarlo nuevamente y nuevamente y nuevamente hasta la puesta del sol. Luego vuelve a casa, se ducha y disfruta del resto del día, se siente triunfante, no impotente ni fracasado. Es la estirpe del entusiasta, apasionado por las olas.




Cuando un flaco se inscribe en un gimnasio con el fin de desarrollar su musculatura, porque está harto de que le digan "¡¡Oye, flaco!!", sobre todo los extraños, lo hace con la disposición mental de hacer todos los esfuerzos por seguir las instrucciones del entrenador, desde el nada sencillo régimen de ejercicios físicos con pesas hasta la más sofisticada dieta, incluido un estricto horario para cada cosa desde el amanecer hasta el anochecer.

¿Y por qué las órdenes y prohibiciones no les duelen tanto a los deportistas? Porque su resolución y sus actos armonizan con sus más sinceros deseos.

No aceptan nada menos que el éxito, es decir, correr las olas, aumentar de peso y sentirse bien consigo mismos.

Y lo mismo diríamos de cualquiera que se siente impotente y desesperado por cualquier cosa. Sigue haciendo lo que fuera con tal de aliviar su sentimiento de fracaso, enfrentar el problema otra vez y no dejarse vencer porque otra vez lo picó un mosquito.

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