Gestos y ademanes

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No es muy difícil adivinar lo que este niño está pensando y sintiendo, ¿verdad? Cuidado. Hasta parece que está a punto de escupir como un cañón y a comenzar a llorar de frustración. Pobrecito. Parece que no le gustó lo que le dieron a probar.

De la misma manera reacciona por dentro un auditorio cuando tiene que escuchar a un orador aburrido, poco comprensivo y falto de empatía.

Las sutiles diferencias en el movimiento de los músculos del rostro del ser humano bastan para indicar conformidad o disconformidad, gusto o disgusto, placer o dolor, satisfacción o frustración.

La humanidad no necesita grandes estudios de personalidad para interpretar lo que las personas indican con sus gestos, posturas y ademanes. Y por supuesto, este artículo habla de oratoria.

Ningún gesto comunica ningún sentimiento, emoción ni sensación. Cuando el orador comunica "0" sentimientos, la reacción de sus oyentes es igualmente "0" sentimientos. Gestos alegres comunican y despiertan alegría. Gestos modestos y equilibrados despiertas emociones y sentimientos equilibrados.

El entusiasmo genera entusiasmo. La pasión genera pasión. La falta de entusiasmo no genera nada. La falta de pasión no genera nada. Y lo peor de todo es que dicha reacción no es solo hacia el orador, sino hacia lo que pide a sus oyentes. 

Cuando intentas aprender oratoria, tienes que darte cuenta de que tus gestos provocarán reacciones en el auditorio.  Y aunque no hagas ningún gesto estarás comunicando algún mensaje.

¿No has notado que cuando alguien comienza a reír a carcajadas, otros se sienten contagiados y comienzan a reír también, aunque no saben de qué estaba riendo la persona? Porque la risa es contagiosa.

Pero se contagia cualquier otra manifestación. Por ejemplo, si muestras apatía, reaccionarán apáticamente. La diferencia es que la risa provoca reír, en cambio, la apatía provoca huir en retirada. Porque la risa agrada. Nadie se resiste a algo que agrada. En cambio, la apatía desagrada y nadie se siente atraído por la apatía.

Si la sala de conferencias parece un velorio, nadie se sentirá motivado a ingresar. Porque todo ambiente semejante a velorio evoca malos recuerdos. Pero si es agradable y alegre, será mucho más fácil hacerles sentirse bien.

Hay oradores que jamás esbozan una sonrisa, y por tanto, tampoco extraña que sus oyentes jamás le sonrían.

Si les pones cara de palo, te pondrán cara de palo, y no te va a gustar. El auditorio reacciona a lo que le propongas. Reaccionará positivamente si te muestras positivo, reaccionará negativamente si te muestras negativo, y reaccionará indiferente si te muestras indiferente.
 
Tus oyentes se beneficiarán más de tus discursos si sienten que pueden confiar en ti. Tus ademanes influyen para bien o mal en dicho sentimiento.

Los gestos activan emociones y sensaciones. Por eso debes reforzar en todo momento tus palabras con gestos, porque los movimientos del cuerpo, incluida tu mirada, pueden crear cuadros específicos en la imaginación colectiva del auditorio, provocándole reacciones de todo tipo.

Deja que los movimientos de tu cuerpo surjan con naturalidad y espontaneidad enriqueciendo con vida y convicción tu exposición.

Esto se facilita cuando buscas permanentemente una conexión visual con tus oyentes. Si miras a las butacas vacías o a las paredes, ¿cómo esperas despertar sentimientos y obtener reciprocidad de contacto con el auditorio? ¡Tienes que observar sus reacciones para sentir algo por ellos! Si no los miras, estás diciéndoles: "No me interesa lo que ustedes sienten", porque en realidad no estás tomando conciencia de sus emociones ni sentimientos.

Movimientos flojos, débiles e indefinidos inspiran inseguridad, apatía, desgano, frialdad e incertidumbre en el auditorio.

Es mejor no mover las manos que moverlas como un muñeco, solamente porque crees que estás obligado a hacer ademanes (mueves una mano a la izquierda, otra a la derecha, luego las dos arriba y a los lados, después vuelves a repetir exactamente lo mismo y lo mismo y lo mismo y lo mismo, una y otra vez, hasta cansar al auditorio). ¿Crees que así motivarás? ¡A nadie!

En cambio, los gestos enfáticos que expresan seguridad y confianza son específicos y muy variados (Por ejemplo, cuando alzas el dedo índice con firmeza y dices: "¡Eso es muy importante!"; o cuando cierras fuertemente el puño, lo destacas hacia delante y dices: "¡Era muy valiente!"). Por eso, acostúmbrate a expresarte con tal entusiasmo y energía que se traduzca en movimientos vigorosos y variados que comuniquen una profunda convicción.

Solo una advertencia: No te emociones tanto que el auditorio confunda tu entusiasmo con desesperación. Ten presente que el fanatismo es la marca registrada de los dogmáticos y queda a solo un paso más allá del entusiasmo.

Apuntar con el dedo al auditorio durante 20 minutos pudiera parecerles impactante a quienes no entienden nada de comunicación eficaz, pero en realidad no solo raya en lo ridículo, sino que puede resultar ofensivo y provocar reacciones negativas de parte de quienes esperaban un desempeño más creativo y eficaz.

La falta de creatividad, espontaneidad y naturalidad en los ademanes es un reflejo de la falta de creatividad, espontaneidad y naturalidad en la personalidad, porque los ademanes son un reflejo de lo que llevamos dentro.

Imaginación. Los gestos descriptivos en cambio estimulan la imaginación del oyente dibujando en el aire objetos, formas, actitudes, acciones, tamaños y distancias, confiriendo vida y color a la exposición.

Por ejemplo, al imitar con la mano el vuelo de un pájaro y decir: "Las gaviotas remontaron el vuelo"; o imitar con los dedos la agitación de las aguas del mar y decir "Las olas del mar son constantes como el amor verdadero".

Si sientes verdadero entusiasmo hacia tu discurso, tu cuerpo producirá automáticamente los gestos y movimientos que darán vida y color a cada expresióon.

Una palabra sobre los manerismos. En Oratorian llamo manerismos a la repetición monótona de los gestos y ademanes, es decir, cuando el orador hace y repite los mismos movimientos vez tras vez, tornándose aburrido y escasamente creativo y específico en su comunicación no verbal.

Este serio defecto resulta de soslayar, o peor, ignorar totalmente la diferencia entre los ademanes enfáticos (que comunican convicción) y los descriptivos (que comunican imágenes); y de utilizar excesivamente expresiones abstractas que no son fáciles de visualizar por la imaginación. El orador termina siendo visualmente aburrido, atentando contra sí mismo y contra el éxito de su conferencia.

Para evitar los manerismos es requisito esencial hablar con entusiasmo genuino entendiendo la diferencia y propósito de los ademanes enfáticos y descritptivos, así como hablar utilizando profusamente expresiones concretas que puedan ser visualizadas con la imaginación.

Tu fuerza de persuasión depende mucho de producir gestos y ademanes eficaces.

Antes los auditorios se dejaban llevar fácilmente de los grandes alardes y aspavientos porque los conocimientos no estaban a disposición de las mayorías como sucede ahora gracias a Internet. Ahora los oyentes están mejor informados y, por tanto, más cautelosos.

Por eso conviene evitar los extremos (ademanes débiles o excesivamente duros) que no persuaden a quienes esperan escuchar un discurso importante.

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