El mayor descubrimiento

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Aunque tenía un tremendo potencial para resolver ecuaciones matemáticas difíciles y se había graduado con honores hasta el punto de ganar una beca universitaria importante, su carácter y personalidad no le ayudaban. Reconocía que no le gustaba la gente, y que a la gente no le gustaba estar con él, porque tendía, según decía, a "acelerar el flujo de información siendo directo... con resultados no muy agradables". En otras palabras, solía ser tan sincero y específico al decir lo que pensaba que se creía insoportable.

No a todos les agrada una aceleración en el flujo de información, sobre todo si no les gusta la lectura, no pueden leer, quieren todo ya mismo o se escandalizan con respuestas o preguntas directas.

Todos abogan, defienden y desean tener libertad de expresión, tanto en lugares públicos y privados, como en su lugar de trabajo, en su vecindario o en su casa, lo que favorece un ambiente de confianza, franqueza y seguridad psicológica. Pero en la práctica nos contradecimos oponiéndonos, condenando a quienes, como John, 'aceleran el flujo de información siendo directos'. Entonces procuramos reprimirlos, diciéndoles que mejor lo hubieran dicho así o asá, o mejor, que se hubiesen callado.

Sin embargo, sentía un deseo tan fuerte por destacarse y ganar que, en cierta ocasión, Martin Hansen, condiscípulo suyo, también de envidiables habilidades intelectuales, lo llamó 'arrogante' delante de todos por no reconocer que había perdido una partida de un juego de mesa.

Por entonces y sin estar consciente de ello, el mal de la esquizofrenia paranoide comenzaba a erosionar su vida. Alucinaciones que distorsionaban su percepción y perspectiva de las circunstancias empezaron a tomar el control de sus pensamientos y sentimientos y a meterlo en cada vez más problemas.

Aún así, su mayor anhelo era descubrir una idea realmente original, una que le permitiera distinguirse de los demás y ganar una beca especial para trabajar en los Laboratorios de Defensa Wheeler de los Estados Unidos. En ese tiempo la competencia por las becas entre los alumnos de su universidad era muy reñida. No había premios para todos. De hecho, Wheeler solo tenía 1 beca disponible.

Lamentablemente, su carácter extraño, la carencia de una idea original y la falta de comprensión y estímulo de sus maestros lo revolcaban como las olas, de fracaso en fracaso. Para colmo, el catedrático de quien dependían sus recomendaciones para alcanzar aquella beca le bajó la moral anunciándole que su historial no le merecía ninguna opcion para la codiciada beca. Lo despidió secamente deseándole "un buen día".

En otro momento, conversando con Charles Herman, 'su mejor amigo' (un personaje que solo existía en sus alucinaciones), le dijo: "Si tan solo pudiera derivar un equilibrio en el que la prevalencia fuera un suceso no singular en el que nadie perdiera, imagina el efecto que ello tendría en conflictos, negociaciones y cambios de moneda." De hecho, estaba obsesionado con descubrir una fórmula o ecuación que impresionara a todos y le mereciera la anhelada beca. Pero no se le ocurría nada.

De repente, unas jóvenes ingresaron al bar de estudiantes donde estaban él y un grupo de compañeros de clase. Todos lo instaron a lanzarse hacia la rubia que se había mostrado especialmente interesada en él. ¿El resultado? Aunque su filosofía era que 'toda competencia produce perdedores', se consoló murmurando: "Mis probabilidades de éxito mejorarán con cada intento", y se lanzó. Desgraciadamente, 'aceleró tanto el flujo de información (siendo directo)', que resultó en que la chica le dio una feroz bofetada.

En otra ocasión, otras jóvenes ingresaron al bar y se fijaron en los muchachos. Y cuando su amigo Martin Hansen mencionó la fórmula económica de Adam Smith, "el mejor resulta de que todos en un grupo hagan, cada uno, lo mejor para sí mismos", de repente, la idea original que había estado buscando relumbró en su mente, ¡como un rayo!, y contradijo a sus compañeros. "¡No! El mejor resultado consiste en que todos en un grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo". Y razonó en voz alta: "Si todos nos lanzamos sobre la rubia, nos bloquearemos el uno al otro y no le hará caso a ninguno. Y si después de ser rechazados, nos dirigimos a sus amigas, nos ignorarán, porque a nadie le gusta ser la segunda opción. Pero si ninguno de nosotros le hace caso a la rubia, no nos estorbaremos, y sus amigas no se sentirán menospreciadas, sino que nos aceptarán. Solo así todos saldremos ganando." Y se retiró a perfeccionar su ecuación.

Trabajó incansablemente hasta que produjo un documento que presentó de inmediato a su maestro. Ahora la respuesta del catedrático fue: "¿Se da usted cuenta de que esto contradice 150 años de teoría económica?" Y añadió: "Con un avance de esta magnitud, Sr. Nash, confío en que conseguirá lo que desea". Y lo recomendó nada menos que para la ansiada beca de los Laboratorios de Defensa Wheeler.

Al cabo de un noviazgo relativamente corto, le propuso matrimonio a Alicia Larde, una de sus alumnas, y comenzaron lo que se suponía llegaría a ser un hogar feliz. Desafortunada y silenciosamente, la esquizofrenia estaba desarrollándose en el fondo de su mente. Entonces su esposa, percatándose de que había un problema que escapaba a su control, se vio forzada a solicitar asistencia médica, lo que condujo a un internamiento forzoso en el Hospital Psiquiátrico McArthur. Su médico le dijo que solo podría ayudarlo si lograba mostrarle la diferencia entre lo que era real y lo que solo estaba en su mente. 

Con el tiempo, y después de sufrir muchísimo, le dieron de alta del hospital. Pero llegó un momento en que rehusó seguir tomando sus medicinas, y las alucinaciones regresaron con más fuerza. Cuando ella decide volver a internarlo, él le suplicó fervientemente que no firmara los papeles, sino que le diera tiempo y lo ayudara a sobrellevar su mal, porque pensaba que si regresaba al hospital, nunca más volvería a su hogar. A cambio, se comprometía a cooperar estrictamente con el tratamiento. Su humildad convenció a Alicia.

Ahora ella lo tomó cariñosamente de las manos y le dijo: "Necesito creer que algo extraordinario es posible", y se comprometió consigo misma a ayudarlo a desarrollar una mejor calidad de vida dentro de sus posibilidades, mientras él se esforzara por contrarrestar las alucinaciones. 

Felizmente, un incidente dramático ayudó a su John a darse cuenta de que uno de sus personajes imaginarios, una niña, nunca crecía a pesar del paso de los años, lo cual fue un punto de partida para que por fin distinguiera claramente la diferencia entre la realidad y sus fantasías. Eso le ayudó a obligarse a sí mismo a tomar sus medicinas fielmente y dejar de hacer caso a sus alucinaciones. 

"Como si se tratara de una dieta para la mente", dijo, "decidí no ceder a ciertos apetitos de mi mente". Y poco a poco fue reintegrándose a la sociedad, y con el tiempo recuperó su puesto de catedrático en la universidad.

Alicia aprendió a soportar su situación, reconociendo que el estrés desencadenaba las alucinaciones, y se obligó a sí misma a ver al hombre con quien se había casado, para que él se transformara en el hombre que la amaba.

Cierto día, un representante del Premio Nobel visitó a su esposo en el aula de clases para contarle que su famosa teoría había sido aplicada con tanto éxito en negociaciones globales, relaciones laborales, biología evolucionaria, casos antimonopolio y otras cosas, que estaban proponiéndolo nada menos que para el Premio Nobel de 1994. Quedó estupefacto. John Nash había dado en el clavo de algo más que una idea original.

El día de la ceremonia recibió una merecida ovación del auditorio, no solo por sus descubrimientos en el campo de las ciencias económicas, sino por todo lo que había significado su ejemplo como persona: Un luchador que aprendió a sobrellevar humildemente una enfermedad degenerativa tan perjudicial como la esquizofrenia paranoide, esforzándose sinceramente por alcanzar una mejor calidad de vida.

Reconociendo que a veces los números traicionan las mejores expectativas, que los grandes actos siempre tienen un gran costo, y que nada hubiera podido lograr sin la leal, amorosa y abnegada asistencia de su esposa, Alicia, estas fueron las palabras que John Nash le dedicó a ella el día que recibió el Premio Nobel de Ciencias Económicas de 1994. Ubicado en el podio de los oradores, la buscó con la mirada entre la multitud, se dirigió a ella y le dijo con mucha dulzura:

"Siempre he creído en los números, en las ecuaciones y en la lógica, que llevan a la razón. Pero tras una vida de tales actividades, me pregunto: '¿Qué es verdaderamente la lógica, y quién decide qué es la razón?'. Mi búsqueda me ha llevado a través de lo físico, lo metafísico, lo alucinatorio y de regreso, y he hecho el más importante descubrimiento de mi carrera, el más importante descubrimiento de mi vida: Que solo en las misteriosas ecuaciones del amor uno puede encontrar lógica y razón. Esta noche estoy aquí solamente por ti. Tú eres la razón de lo que soy. Tú eres todas mis razones. Gracias."

Y como si siguiera comunicándose en silencio con ella, acto seguido sacó de su bolsillo un pañuelo blanco, el que ella le había regalado el día de su primera cita. Lo olfateó y besó tiernamente. En ese momento, ella recordó el día cuando ella había dicho que se lo regalaba para que le diera suerte, y él le había contestado: "No creo en la suerte, pero sí creo en asignar un valor a cada cosa".

De hecho, no fue un asunto de suerte. John Nash realmente había asignado un alto valor a su relación con ella, se sobrepuso a la adversidad de una enfermedad incurable y resultó en que criaran exitosamente a su hijo y se esforzaran por realizar su mutuo deseo de formar un hogar feliz.
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John Nash se ganó un lugar especial en la historia por sus contribuciones revolucionarias en áreas tan diversas de las matemáticas como teoría de los juegos, geometría, topología y ecuaciones diferenciales parciales. 
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/05/150525_john_nash_contribucion_matemateticas_lp

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