¿Está mal cambiar de decisión?

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"Sí" y "No". La respuesta es: "Depende". Algunas decisiones deben mantenerse firmes a pesar de dejarnos en desventaja, otras no.

Por ejemplo, si firmamos un contrato y no nos percatamos de que cierta cláusula terminaría afectando nuestros intereses a largo plazo, no podemos incumplirlo sin atraernos graves consecuencias. Nuestra firma nos pone en una obligación legal. Ademas, nuestra conciencia nos obliga moralmente. Debemos mantener nuestra palabra hasta el final, o bien abrir un diálogo para ver si la otra parte permite reconsiderarlo.

En todo contrato bien redactado se suele incluir una cláusula de desistimiento, para el caso de que una de las partes cambie de parecer. Pero desde el principio se tienen que dejar establecidos claramente todos los aspectos de la misma para que las partes puedan aceptar algún cambio o hasta rescindirlo. Tal vez haya una penalidad, pero se podría dar por concluido.

También hay contratos que no pueden deshacerse debido a su naturaleza. Las partes quedan advertidas de que no se podrá cancelar en ningún momento. Se debe cumplir con todo lo establecido legalmente. No cumplir acarrearía consecuencias gravisimas.

Por otro lado, esto no debe confundirse con las decisiones personales que dependen de uno mismo. Por ejemplo, uno podría decidir no comer carne pero después cambiar de parecer y comerla, y quizás posteriormente decida nuevamente abstenerse de carne. No faltará quien comience a murmurar diciendo que uno es un indeciso y, por tanto, una persona poco confiable, por no mantener sus decisiones. Pero sigue siendo una decisión personal que nadie tendría derecho a criticar.

No obstante, no hay por qué juzgar de indecisa a una persona simplemente por cambiar su decisión varias veces. Quizás estaba enferma y el médico le recomendó abstenerse de carne por ser más saludable en su caso; después la persona se sintió bien, preguntó al médico y éste le dijo que podía volver a comer, que no le haría daño, pero le advirtió que sería más saludable en su caso no comerla, y la persona decidió comerla, después se sintió mal y volvió a abstenerse. En todo caso, nadie tiene por qué juzgarla. El médico le dijo que podía volver a comerla. Eso no es ser indeciso. Simplemente cambió de opinión basándose en el conocimiento actualizado sobre su salud.

Es diferente el caso de alguien que siempre está indeciso en cuanto a dos o más opciones y nunca llega a decidirse, y cuando lo hace, cambia de parecer. Esa sí es una persona indecisa que no sabe lo que quiere. No tiene nada que ver con el caso anterior, que se trató de una decisión tomada después de ver lo que sería más conveniente.

Por eso, cambiar de decisión no está mal si con nueva información nos damos cuenta de que la decisión que tomamos no fue la mejor. Eso no es ser indeciso ni poco fiable. No confundamos Chana con Juana. Uno debería cambiar de decisión si se entera de nuevas normas judiciales, procedimientos más efectivos, precios más baratos, equipos más modernos, etc. Lo que estaría mal sería titubear por no concentrarse bien, y andar divagando cuando está claro lo que conviene más.

En cierta ocasión, un joven cortejó a una joven por un largo espacio de tiempo. Ella estaba ilusionada por casarse, y él accedió a hacerlo porque sería una gran felicidad. Poco antes de la boda, alguien le ofreció un hermoso automóvil del año a muy buen precio. El joven tomó la decisión de comprar el automóvil y dejar plantada a la joven. ¿Diríamos que es cambio de decisión tuvo un sustento justificable? No. Fue un capricho. Un persona así no es confiable. Sus decisiones no se basan en una conciencia madura que sabe lo que quiere.

Por lo tanto, no está mal cambiar de decisión, sin importar cuántas veces lo hagamos, siempre que la tomemos con base en información que nos permita saber lo que es más conveniente. Por ejemplo, esto puede hacerse varias veces durante el proceso previo a la firma de un contrato. Mientras el contrato no está firmado, podemos modificarlo todo lo que queremos, o bien no firmarlo.

Por ejemplo, un vendedor profesional debe cerrar bien las etapas previas al cierre definitivo de la venta para no poner en peligro la venta del producto o servicio. Si antes de firmar el contrato el cliente ve una mejor opción, o la suegra lo desanima diciéndole que mejor se compre otra cosa, el vendedor no debería sentir que fracasó. Simplemente debe respetar la decisión de la persona. Resentirse y odiarla no mejorará las relaciones humanas ni las probabilidades de venderle en el futuro.

Por último, hay quienes dicen que una persona que cambia sus decisiones no es confiable, y ya hemos visto que eso no es necesariamente cierto, porque depende de las circunstancias. Pero también tiene una enorme ventaja. Veamos por qué.

Dicen que todo el arte de la guerra se resume a engañar al enemigo. Y es verdad. El factor sorpresa es fundamental para ganar una guerra. El que engaña al enemigo lleva las de ganar, pero el que publica a voz en cuello sus estrategias lleva las de perder. En el arte de la guerra y los negocios hay una gran ventaja en ser impredecible, porque el enemigo o competidor no tiene manera de sorprender, porque no sabe lo que está ocurriendo al otro lado.

En tal caso, cambiar de decisión se puede convertir en un haber para uno. Porque el enemigo o competidor queda desconcertado y no sabe por dónde atacar. Sabe que la persona podría cambiar su estrategia en cualquier momento. En cambio, la persona que se mantiene firme en sus decisiones, aunque a todas luces se ve que le conviene cambiar de opinión, se vuelve tan predecible que su contrincante puede intuir cuál será su siguiente movimiento. Entonces podrá enboscarlo o tenderle redes a su paso.

¿Vemos la ventaja de entender por qué y por qué no cambiar de decisión, y cuándo hacerlo o no? La persona predecible tiende a perder, mientras que la impredecible tiende a adelantarse, sorprender y ganar. Eso no tiene nada que ver con una persona indecisa que simplemente cambiar de decisión porque nunca sabe lo que realmente quiere.

En conclusión, si tienes que cambiar de decisión y puedes hacerlo, piénsalo muy bien, a fin de no equivocarte y acarrearte perjuicio. No tengas miedo solo porque otros creen que debes mantenerte en tus trece a pesar de todo. No es así. Eso no es cierto. Puedes cambiar de decisión cada vez que tengas nueva información.

Sin embargo, no deberías retraerte de cumplir con un trato o contrarIo que te obligue moral o legalmente. Debes aferrarte a tu decisión, aunque te perjudiques. Debiste pensarlo bien antes de comprometerte. Cambiar a tu novia por un auto demostraría un elevado grado de egoísmo. En ese caso, ella fue la que salió ganando porque se libró de casarse con un alguien que realmente no la amaba lo suficiente.

Apégate a tus decisiones con lealtad. No traiciones la confianza que depositen en ti. Pero si ves que es vital cambiar de opinión por una causa o razón de fuerza mayor, no temas el qué dirán. Seguirá siendo tu decisión. Puedes cambiar de opinión. 

Sin embargo, no temas parecer impredecible. Jamás olvides que "todo el arte de la guerra consiste en engañar al enemigo". Las personas absolutamente predecibles suelen salir trasquiladas, porque hasta el más tonto podría intuir cuál será su siguiente paso.

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