Comienza por el final

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 Tal como un diagnóstico médico se realiza siguiendo un protocolo, a fin de compilar y analizar datos exactos y confiables, un orador experimentado prepara sus discursos siguiendo un procedimiento. El siguiente protocolo es muy práctico:

1) Define la duración del discurso y ponle un título
2) Identifica cuál será el beneficio o incentivo
3) Haz un breve bosquejo de ideas
4) Ensaya las partes importantes
5) Pódalo, púlelo y sigue puliendo

Define la duración y ponle un título


Céntrate en tus intenciones con un reloj a la vista y traza un límite de tiempo respondiendo la pregunta: "¿Qué pretendo con mi exposición?"

Cuando definas la respuesta, escribe varios títulos breves y llamativos que expresen de manera interesante tu objetivo, es decir, el beneficio o incentivo, y descarta los menos llamativos hasta dar con el título más adecuado. Hallarás ejemplos de títulos sencillos en la sección "Ideas" de este app.


Identifica claramente el beneficio o incentivo

Ese primer enfoque te dará una idea clarísima de la ruta que debes seguir para llegar a establecer la idea principal, A partir de ahí, desglosa la explicación en puntos secundarios y terciarios hasta la satisfacción.

Prepara un breve bosquejo de ideas

Lo mejor es preparar un breve discurso de tan solo 60 segundos, metiendo en un minuto, en pocas oraciones, todos los puntos que quieres desarrollar. Haz una exposición muy concreta y específica.

Ensaya las partes importantes comenzando por el final

Al diseñar primero el final consigues una visión mental panorámica que te predispone a exponer tus ideas de una manera mucho más eficaz. Además, tienes claro el beneficio e incentivo que les ofrecerás al terminar.

Imagina esto: En vez de pararte al inicio de la pista de carrera y correr hacia la meta, ubícate al final de la pista y observa que vienes corriendo hacia el punto de partida.

Así debes hacer con tu discurso. Situarte en el final, es decir, en la conclusión, y observar como las ideas vienen hacia la introducción.

Párate mentalmente en la conclusión y observa cómo todo el discurso se desarrolla hacia el comienzo.

Una vez que tengas claro cómo lo desarrollarás desde el fin hasta el comienzo, es decir, cuando tengas clara la ruta que seguirán tus ideas, todo lo que pienses, digas y hagas debe 'señalar permanentemente hacia el punto focal de la exposición.

El título es el Norte hacia el cual debe señalar tu brújula. Mantén la orientación  siempre hacia el beneficio, hacia la aclaración del título.

Por ejemplo, si tu meta es estimular al grupo a llegar puntualmente a las sesiones, el título podría ser: "Cómo sacar más provecho de la sesión". Y al llegar al final dirás: "Por eso, para sacar más provecho de las sesiones, organicemos bien nuestros asuntos para llegar puntualmente". Al concluir la exposición, el título y el objetivo quedan íntimamente relacionados y aclarados.

Ensaya las partes importantes
Cuando una tarea es muy difícil para un ejecutivo, una técnica para cumplirla consiste en dividirla en partes manejables, comenzando por las más fácil y avanzando poco a poco hacia la más difícil, hasta terminar.

Otra consiste en empezar por la más difícil y luego avanzar poco a poco a todas las demás. ¿Por qué? Algunos piensan que cuando se realizan las etapas más difíciles primero, la energía y el entusiasmo desplegados, así como el éxito logrado, generan más energía y entusiasmo que si hubieran comenzado por la primera o la más fácil.

Por ejemplo, si haces un disparo al aire verticalmente, la bala subirá hasta que se le agote el empuje y se detenga completamente, Entonces comenzará a bajar y alcanzará la misma velocidad que tuvo al salir por el cañón, matando a cualquiera que esté abajo, en su camino, con la misma potencia como si le hubieras disparado de frente.

Igualmente, al preparar las primeras etapas acumulas cada vez más entusiasmo y poder de convencimiento hasta que entras en una meseta del aprendizaje. Sientes como si te detuvieras o no supieras qué hacer. De repente, tus ideas comienzan a aclararse más y más, continuando tu preparación hasta terminar. 

Por supuesto, ya sea que comiences por la idea más fácil o más difícil, dependerá del argumento que tienes pensado y de tu capacidad (conocimientos) o habilidad (pasión) para explicarlo.

Te sugiero comenzar por el final porque así mantendrás enfocado el objetivo y propósito durante toda la preparación.

En ocasiones tal vez pienses que te convendría hacer una excepción y empezar por la introducción, pero te expones a perderte a cada rato, yéndote por las ramas y dando vueltas para volver a la idea principal. Mi sugerencia es que comiences a prepararte por el final, por las ideas más complicadas.

Pódalo, púlelo y sigue ensayando


Una vez que todas tus ideas estén claras en tu mente, puedes escribirlo todo palabra por palabra, no para memorizarlo, sino como un registro de todo lo que preparaste. Te garantizará un gran poder y confianza.


Recuerda que dependiendo de las circunstancias, puedes hacer excepciones. Porque así como el éxito de un discurso puede determinarse por el efecto general causado en los oyentes, pudiera decirse que el éxito de la preparación se determina por la visión panorámica que logras hacerte de toda la presentación.

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