A qué velocidad leer en público

(Ver otros artículos)


Fran Capo llegó a ostentar el Récord Guinness como la mujer que habló más rápido en el mundo. ¡Nada menos que 10
palabras por segundo!

Ella llegó a ser una prueba viviente de lo rápido que puede moverse la lengua de una mujer para producir el habla. Al grabar su voz y reproducirla a una velocidad inferior a la normal, se pudo comprobar que, a pesar de una aparente confusión para el oído no entrenado, en realidad pronunciaba cada palabra correctamente. En cierta ocasión, compareció ante un tribunal en calidad de testigo, y la estenógrafa que registraba el proceso tiró la toalla. Se quejó ante el juez de la velocidad de Fran para dar su testimonio. Era prácticamente imposible escribir tan rápido lo que decía.

Si bien es cierto que la rapidez pudiera ser un ejercicio para impresionar a otros, ganando concursos de velocidad, paporreteo o trabalenguas, de nada sirve en la lectura pública cuando el propósito es impartir entendimiento al auditorio. ¿A qué velocidad se sugiere leer en público?

Leer en público no es exactamente lo mismo que hablar en público, porque la lectura interfiere por períodos con el contacto visual entre el orador y el auditorio, causando que el oyente se distraiga fácilmente con lo que ve alrededor y pierda el contacto mental con la idea de vez en cuando.

La única manera de lograr que el contacto con la idea se mantenga y profundice en una lectura pública es solicitando que los oyentes sigan la lectura en sus propios ejemplares. El efecto audiovisual dará los mejores resultados.

Si no es posible que cada cual siga la lectura en su propio ejemplar, demandará mucho más perspicacia de parte del lector para dar en el blanco de la eficiencia, porque la concentración del oyente no será tan profunda. Una lectura plana, sin énfasis, ligera o superficial no sirve para nada. El oyente tenderá a divagar constantemente perdiéndose todo el beneficio de la lectura.

Aunque gran parte de la información que una persona recibe ingresa por sus sentidos (principalmente la vista y el oído), los demás sentidos podrían competir de un momento a otro con la atención que requiere la idea que se está exponiendo desde el escenario, como sería el caso de un repentino olor nauseabundo (olfato), el toque de alguien que la golpea casualmente al salir de la fila (tacto), el que alguien le ofrezca un dulce (gusto), el que alguien comenzara a abrir la envoltura de una bolsa de papas fritas (oído), o el que un ave o abeja se introdujera en el local y comenzara a revolotear sobre todos, o una mujer que comenzara a arreglarse el cabello, sacudiéndolo delante del que está sentado detrás (vista). Además, si aquello despertara una emoción de rechazo o sorpresa, la distracción podría ser peor. Todas estas cosas hacen perder la concentración. En otras palabras, se pierde el hilo y, por tanto, el beneficio. ¡Cuánto más si el propio lector es quien causa la distracción con una pésima lectura!

Para que una sesión de lectura pública alcance un alto grado de concentración, lo ideal sería que el oyente siguiera la lectura con su propio ejemplar. De otro modo, el beneficio resultaría muy inferior al que obtendría si concentrara la mayor cantidad de sentidos en la idea principal.

Si la vista y el oído prestan atención simultáneamente a la idea, lograrás mayores beneficios que si siguiera la lectura con el oído pero se distrajera observando lo que sucede alrededor.

Cuando cada oyente tiene en su poder una copia del material del discurso o conferencia, el efecto audiovisual de una lectura pública solo puede lograrse si el orador repite textualmente lo que está escrito en el material que tienen sus oyentes, o el material que está proyectado en una pizarra o diapositiva, y después comenta la información. Pero se perderá si lo hace al revés, es decir, si comenta la información sin haber leído textualmente por lo menos una parte del material; de hecho, los confundirá y estimulará a poner a un lado el escrito.

Si escuchar una lectura pública requiere del oyente más concentración que un discurso, porque al perder el contacto visual con el orador favorece mucho su falta de concentración, entonces el lector ha de poner más cuidado en su ensayo del escrito con la finalidad de darle la intensidad, velocidad, modulación y articulación adecuados. La velocidad es, por tanto, uno de dichos factores. ¿Cómo lograr una velocidad apropiada?
  • Toma un escrito, escoge un párrafo y averigua cuántas palabras contiene en total.
  • Léelo de comienzo a fin calculando el tiempo con un cronómetro para averiguar cuántos segundos (en promedio) dura tu lectura.
  • Divide la cantidad de palabras entre 12 y sabrás cuántas palabras leíste cada 5 segundos.
Si bien es cierto que sugiero hablar en público a razón de unas 14 palabras cada 5 segundos, lo cual permite un desarrollo dinámico de la información, para leer sugiero una velocidad promedio de 12 palabras cada 5 segundos. Leer más rápido o más lento depende de factores como, por ejemplo, el tiempo que te conceden para leer, el énfasis y la modulación que requieren los distintos párrafos y la capacidad del auditorio para entender la lectura.

Una lectura muy rápida podría echar a perder el beneficio si los oyentes tienen un bajo nivel de lectura, educación o concentración, porque les costaría entender lo que se leyó, sobre todo, si nadie tiene un ejemplar propio del documento. Si tienen un ejemplar, les resultará más tolerable.

En cambio, si el público tiene un buen nivel de lectura, educación y concentración, una velocidad muy lenta puede perjudicar los objetivos porque se aburrirán terriblemente, favoreciéndose la pérdida de atención y concentración.

La lectura en voz alta es una cualidad que merece atención especial. En combinación con una pronunciación clara y un tono de voz adaptado al material, sugiero una velocidad promedio de 12 palabras cada 5 segundos y tener mucho más cuidado al pausar, disminuir o acelerar la velocidad, por lo menos, por tres razones:

Problemas auditivos

No tomes a la ligera los problemas auditivos de algunos oyentes entre el auditorio, como la sordera leve y los que sufren de hipersensibilidad a las diferentes frecuencias que el oyente promedio.

Unefectoequivalentealdeescribirpalabrassinusarespaciosnisignosdepuntuación es hablar sin hacer pausas apropiadas. Pero a diferencia de los que usan anteojos para ver mejor, usualmente los que tienen problemas auditivos no usan audífonos para oír mejor.

Si lees muy rápido, el efecto agolpará las palabras y no entenderán nada. Por otro lado, si pausas a cada rato, puedes comunicar un énfasis o clímax constante, echando a perder el énfasis cuando realmente se necesite. Nada se destacaría entre la multitud de palabras y frases.

Además, el uso indiscriminado del micrófono cuando el orador no entiende cómo se utiliza, alzando exageradamente la voz o gritando, o el técnico sube exageradamente el volumen, tiende igualmente a aglomerar las palabras y entorpecer o nublar el entendimiento. Además, causa molestia innecesaria al los oyentes. El micrófono se inventó para que la voz natural llegara cómodamente hasta la última fila sin tener que gritar. Hablar a toda velocidad y sobre todo gritar es una combinación pésima.

Sentimiento y propósito

Siendo que la velocidad contribuye al énfasis, no debes darte el lujo de ponerle el énfasis donde te dé la gana o ponérselo en cualquier lugar sin tener en cuenta el verdadero sentimiento o propósito del tema, sobre todo si no es tu propia redacción.

Primero debes leer completamente el material para familiarizarte con el sentido que el autor quiere que se le dé, y segundo, procurar interpretar en voz alta para el auditorio dicho sentido.

Por ejemplo, no sería una lectura eficaz si sonara como si hubieras puesto signos de admiración donde el autor no los hubiese puesto, o puntos donde había comas, o comas donde había puntos, o punto seguido donde había punto aparte.

Una buena lectura respeta el sentimiento del texto, lo cual incluye una velocidad equilibrada. Puedes acelerar y disminuir la velocidad, pero con mucha discreción, para no deformar el sentido del tema.

Eco o reverberancia


Aunque es cierto que ciertos ambientes no han sido diseñados para la oratoria, como los grandes salones que no cuentan con un diseño acústico o los coliseos cuyas paredes causan reverberancia, un problema aún mayor es poner frente al equipo de sonido a un a un técnico incompetente o que carece de las mínimas cualidades auditivas para advertir las diferencias. En vez de ecualizar el equipo para que la voz se oiga agradablemente, extrayéndole todo sus matices, suponen que todo se resume a subir y bajar el volumen, como si lo único que importara fuese que la voz se oiga aguda, fuerte y clara, soslayando que también hay matices graves de la voz que la hacen más modulada, agradable y comunicativa, la cual causa un mayor disfrute del programa.

Si no tienes alternativa y el ambiente reverbera mucho o produce eco, tienes que alargar las palabras por medio de reducir exageradamente la velocidad, minimizando el efecto de palabras traslapadas (montadas unas encimas de otras). Si además el técnico ha puesto eco o reverberancia al equipo de sonido, solicítale bondadosamente de antemano que lo desactive, explicándole que el ambiente en sí mismo está reverberando. Sin un control adecuado del eco y la reverberancia, será difícil entender lo que se diga.

La velocidad al hablar y/o leer es una cualidad que descuidan muchos oradores, sobre todo los que leen largos y aburridos informes de carácter legal.

¿No dispones de mucho tiempo?

Si tu tiempo disponible es demasiado corto para leer a una velocidad normal, tendrás que leer un poco más rápido, pero eso significa cuidar mucho más tu pronunciación para evitar malentendidos. Si el tema es extenso o de tiempo libre, lee a una velocidad normal y haz todas las pausas apropiadas. La clave es: Practicar, practicar y practicar, pero sin que pierda la naturalidad del habla conversacional. ¡Nunca alces demasiado la voz! La voz gritada es muy desagradable. Atenta contra la modulación.

Cómo sujetar el documento

Dependiendo del tipo de documento, y para que tus oyentes respeten tu participación, tu manera de sujetarlo debe adecuarse al nivel de la ocasión y nunca restarle dignidad. Un niño de corta edad no coge un libro como un adolescente; ni un adolescente como un adulto instruido.

Al no tener experiencia leyendo, y esforzándose por no equivocarse, la mayoría de los niños suelen encorvarse, agachan la cabeza exageradamente, señalan cada sílaba con los dedos y entierran sus ojos en la página, lo cual produce una lectura opaca, a trompicones y carente de vida. Es una manifestación clara de su inmadurez emocional. Si un adulto lee así, producirá exactamente el mismo efecto.

Por eso, para lograr una postura correcta, y coger el escrito de la mejor manera, una que vaya de acuerdo con tu personalidad y con la dignidad de la ocasión, tienes que practicar frente a un espejo y ver cuál es el mejor modo de hacerlo. La meta es lograr una imagen que inspire confianza y seguridad. Coge el documento como se ve en las siguientes figuras:

Eso significa que si te encorvas, agachas la cabeza y entierras los ojos en el escrito, pensarán que te falta madurar, lo cual no te conviene.

Cultiva un porte erguido, uno que permita el paso libre del aire de tus pulmones de modo que tu voz se proyecte lo más lejos posible.

Mantén el documento a una distancia cómoda para tus ojos, pero de manera que el auditorio vea el brillo de tus ojos y saber que estás consciente de lo que estás haciendo, no rehuyendo la responsabilidad.

En caso de que el micrófono esté muy abajo o arriba, no te encorves ni empines, porque eso desmejorará tu imagen. Simplemente habla más fuerte para que el sonido ingrese al micrófono a pesar de la distancia. No es tu responsabilidad acomodar el equipo. Eso le corresponde al técnico de sonido.

Si tú eres al mismo tiempo orador y lector, tu lectura debe incluir gestos, ademanes y cierto contacto visual con el auditorio para favorecer su concentración en la lectura. Es muy importante que mantengas el contacto visual con ellos durante la lectura. Cuanto mayor sea tu contacto visual durante la lectura, mayor será su concentración. Es por eso que se prefiere que los relatores de noticias de la televisión lean de una pantalla frente a ellos, y no de un documento en sus manos. El escrito es solo para emergencias.

En cambio, si tú no eres el orador, es decir, solamente eres un auxiliar que sirve de apoyo con la lectura, no tienes que mirar al público ni hacer ademanes, porque eso te convertiría en un factor de distracción. El orador tiene autoridad y control sobre su discurso y solo está valiéndose del sonido de tu voz para dar más énfasis a las ideas. Nunca debes competir con el orador atrayendo la atención hacia tu persona.

Por ejemplo, en caso de que se te permita participar con preguntas o comentarios, no debes dirigirte al auditorio, sino al orador, porque tú no eres la autoridad en esa ocasión, sino un auxiliar.

Ejercicio de respiración y resonancia para leer en voz alta

Jadear constantemente por aire es un defecto muy común de los lectores que no cultivan la lectura en voz alta, lo cual indica falta de preparación y desmerece la imagen de confianza y seguridad que debe comunicar. Por eso, un requisito indispensable para desarrollar una buena lectura es aprender a controlar el aire, es decir, la respiración. No es muy difícil

Al despertar cada mañana, antes de salir de la cama, cuando tu cuerpo esté totalmente relajado, toma en tus manos un libro o una revista de buena reputación, escoge un artículo o tema interesante y haz el siguiente ejercicio.

Primer tipo de ejercicio

Lee cada oración gramatical de modo que la respiración te alcance cómodamente hasta el punto, es decir, hasta el punto de cada oración. No debes respirar antes de terminar cada oración. Puedes leer uno o más párrafos, pero con una sola respiración para cada oración. Hazlo todas las mañanas.

Segundo tipo de ejercicio

Lee 2 oraciones con una sola respiración. No debes respirar antes de terminar las 2 oraciones. Acto seguido, lee las 3 oraciones siguientes con una sola respiración. No debes respirar antes de terminar las 3 oraciones. Seguidamente lee 4 oraciones con una sola respiración, después lee 5 oraciones, y luego, 6. No debes respirar dos veces antes de terminar la lectura asignada. Hazlo todas las mañanas.

Tercer tipo de ejercicio

Lee 5 párrafos, pero cada párrafo con una sola respiración. Sin importar la cantidad de oraciones que contenga, no debes respirar dos veces en un párrafo.

Cuarto tipo de ejercicio. Lee 2 párrafos con una sola respiración. No debes respirar dos veces antes de leer dos párrafos.
Estos ejercicios te ayudan a empujar tu diafragma cada vez más, a la vez que te permiten controlar la salida del aire, que es un requisito fundamental para cultivar una lectura cómoda y agradable al oído.


Todos estos tips, que son variaciones de los ejercicio anteriores, no son ejercicios para cultivar la voz para el canto, sino solo para aprender a controlar la respiración con la finalidad de leer y exponer en público con mayor comodidad.
  1. Suspira profundamente una vez y, después de exhalar, haz lo siguiente: Lee esta frase en voz alta aspirando un poco de aire por la nariz cada vez que pases por una palabra, de manera que al llegar al punto tus pulmones terminen lo más inflados posible. Acto seguido, lee esta otra frase espirando el aire por la nariz, pero dosificándolo palabra por palabra de manera que termines la frase con los pulmones lo más vacíos posible. (Nota cómo tu diafragma obedece al impulso del aire.)
  2. Repite el ejercicio del párrafo anterior, pero haciendo que el aire fluya solamente por la boca; después repite el mismo ejercicio, pero dejándolo fluir simultáneamente tanto por la nariz como por la boca. Esto no debe hacerse en un ambiente muy frío ni al aire libre.
  3. Haz el mismo ejercicio, pero aspirando y espirando cada dos palabras. Después, cada tres palabras, después cada cuatro palabras, después cada cinco, cada seis, y así sucesivamente, hasta que puedas leer la primera frase con una sola respiración, y después, las dos. Después lee las ambas frases con una sola respiración. Después lee dos párrafos, después tres, después cuatro. Tu capacidad para respirar es el límite.
  4. Lleva las palmas de tus manos a ambas orejas, como si imitaras una conversación con dos teléfonos al mismo tiempo, y practica el ejercicio mencionado, pero de manera que no oigas la inhalación ni exhalación del aire. Evita el típico sonido de aspiradora.
  5. Suspira relajadamente y lee la mayor cantidad de palabras con el poco aire que queda en tus pulmones, pero diciendo la última palabra con más fuerza que la penúltima. Luego lee la misma cantidad de palabras con un suministro normal de aire.
  6. Lee varias porciones extensas de texto tomando un mínimo suministro de aire entre una y otra. Recuerda que no debes jadear por aire ni dejar oír tu respiración.
  7. Si haces estos ejercicios antes de levantarte de la cama, tus cuerdas vocales estarán más relajadas. Si los haces caminando, tu oxigenación será más completa.
Tips

Distingue entre la "D" oclusiva (con cierre de la salida del aire) y fricativa (cierre parcial de la salida del aire). Por ejemplo, la palabra DEDO suena horrible si lees las dos como oclusivas; y lo mismo puede decirse de la "B", si dices "piperón". Sería una pronunciación exagerada.

Cada vez que tomes aire, procura que tu respiración no se oiga. La respiración de un lector profesional no debería ser perceptible por el oído del oyente. Estos ejercicios empujarán tu diafragma cada vez más, a la vez que te permitirán controlar la salida del aire, que es un requisito fundamental para cultivar una lectura cómoda y agradable al oído.

Evita la pronunciación exagerada de la "S", sobre todo si produces un sonido muy agudo, porque perturba la audición, distrayendo la atención de la lectura y atrayendo inmodestamente la atención hacia ti. Es como si dijeras "¡¡Shh!!" a cada rato. No sería propio de un lector capacitado.  Cuando cuchichean personas que exageran la pronunciación de la "S" perturban a los demás oyentes.

La "B" y la "V" suenan igual en español, es decir, como "B". No te esmeres demasiado por darle un sonido inglés o alemán. Lo mismo puede decirse en latinoamérica sobre la "Z" y la "S". No te esmeres por darle el sonido que le dan en España.

Advertencia: Muchos locutores confunden los marcos de circunstancias y suponen que deben hablar en público colocando los órganos de la voz de la misma manera como cuando hacen los ejercicios, lo cual produce una imagen algo ridícula. No debe ser así. Uno usualmente exagera un poco cuando hace ejercicios para mejorar su desempeño, pero no necesita exagerar cuando está frente al auditorio.

Por ejemplo, los boxeadores saltan soga y le dan a la pera durante un buen rato, pero no lo hacen igual frente al público durante las peleas. Sería ridículo. Todo tiene su lugar. Puedes cultivar una voz microfónica y una pronunciación muy clara sin necesidad de mover la boca exageradamente cuando das tus discursos. Exagera cuando practiques, pero no cuando estés frente al auditorio. Pasando las páginas

Antes de pasar la página, dale un vistazo a la última frase de la página que estás leyendo, o a la primera frase de la página siguiente, para no interrumpir la fluidez con una pausa inadecuada. Si interrumpes la fluidez de la lectura inadecuadamente, el auditorio se percatará de que tienes experiencia leyendo en público.

Antes de pasar la página, tus dedos deben tener siempre lista la página siguiente, para que el cambio sea imperceptible al oyente.

Si lees por radio, evita el sonido del paso de las páginas. Esto se logra leyendo hojas sueltas y descartándolas bajo la mesa a medida que terminas de leerlas. Si lees de un libro o revista será más difícil evitarlo, pero en todo caso, ensaya con una grabadora.

Si lees de un escrito cubierto por una lámina de plástico, recuerda que el reflejo de la luz pudiera bloquear tu visibilidad. A menos que llueva, es mejor no cubrir el escrito con plástico.

Usa un portapapeles en caso de que tu discurso sea al aire libre. Un mal viento podría jugarte una mala pasada.

Si lees directamente de un monitor de computadora, recuerda que puedes aumentar el porcentaje del tamaño de las letras para mayor comodidad haciendo clic en la barra de herramientas, arriba, en el cuadro de texto "%", y modificando el porcentaje a 120, 150 ó más. Para pasar la página solo le das a la tecla de AvPág, o a la flecha direccional correspondiente.

Si lees de un escrito en un caballete portaláminas, y crees que no podrás pasar las páginas, haz arreglos para que un asistente las pase. Por lo demás, el artículo anterior te ofrece otras pautas que en algunos casos pudieras aplicar a tu lectura en voz alta, teniendo siempre presente que lo que ha determinar la velocidad de lectura es el beneficio para el auditorio. No olvides examinar un manual de gramática y ortografía para mejorar tu entendimiento del uso y pronunciación de las palabras.

Por eso, esmérate por equilibrar tu lectura y adaptarla al sentimiento del tema y de la ocasión, y harás un buen trabajo. Y deseo sinceramente que te toque un buen técnico de sonido, uno que entienda que el sonido de la voz también depende de que se ecualice apropiadamente el equipo.

ARRIBA