Motivación positiva

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Comencemos más temprano motivando a los niños en la dirección correcta.

Una manera como Daniel Goleman, autor de "Inteligencia Emocional", define la motivación positiva es la capacidad de una persona para equilibrar y armonizar sus sentimientos de entusiasmo, celo y confianza en sí misma para poder alcanzar una meta. Y cita la publicación "Expert Performance: Its Structure and Acquisition" (1994), de Anders Ericksson, que muestra los resultados de investigaciones que arrojaron luz sobre un factor que caracterizaba a muchos grandes atletas olímpicos, campeones de ajedrez y músicos de nivel internacional: La facultad de automotivarse para adherirse a una 'rutina de entrenamiento impecable'.

Cuando Ericksson mencionó a los chinos en conexión con los Juegos Olímpicos de 1992, afirmó con buena base que 'empezaron antes'. Se refería a que su rutina de entrenamiento había empezado en la infancia. Por ejemplo, mientras que el equipo norteamericano y el chino habían dedicado similar cantidad de horas a su rutina, la diferencia estribaba en que los norteamericanos tenían un promedio de veintitantos años de edad, mientras que los chinos rondaban solo los doce. Los chinos habían comenzado  a seguir una rutina más temprano en la vida.

El valor práctico de esta explicación para ti es que, aparte de trazarte una meta, si quieres alcanzarla, tienes que equilibrar, armonizar y canalizar tu entusiasmo, celo y confianza de modo que te adhieras con firmeza a una rutina de entrenamiento eficaz que te lleve directamente a ella.

Por eso, debemos comenzar más temprano a enseñar a los niños a usar su capacidad mental para tomar buenas decisiones y automotivarse, tanto para trazarse metas loables como para ir tras ellas adhiriéndose a buenos hábitos para el desempeño eficaz. Porque como afirma Goleman: "El inicio temprano ofrece una ventaja de por vida".

Vivimos en tiempos verdaderamente sobrecargados de presión emocional. Por todas partes las instituciones y entidades con las que nos relacionamos, ya sean privadas o gubernamentales, con o sin fines de lucro, pequeñas o grandes, todos demandan de nosotros un elevado desempeño y un mayor esfuerzo a cambio de una compensación que en la mayoría de los casos consideramos injusta en todo sentido. Las personas cambian la vida por un reloj (el reloj de regalo que algunas compañías les dan a los que se jubilan).

Cierto hombre que había trabajado a todo pulmón toda su vida, lidiando a capa y espada con miles de dificultades para beneficio de la empresa que lo había empleado. Terminó sus días aquejado de insuficiencia respiratoria en el frío y lúgubre ambiente de la sala de emergencias de un hospital del seguro social de su país. 

A sus 75 años de edad, comentó: "¡Es increíble! Toda mi vida me rompí la espalda trabajando a fin de contar con un Seguro de respaldo para mis últimos años. Pero estos son mis últimos días, tal vez mis últimas horas, y el Seguro no me deja morir en paz. Quiero que me desconecten estas tuberías y me dejen ir a casa porque quiero morir en mi casa. No quiero morir en este lugar. Sencillamente no deseo morir en un lugar así. Si me voy a morir, quiero morir en mi casa".

Pero los médicos se apoderaron de su cuerpo y lo secuestraron, impidiendo la autorización para que se marchara. Si alguien se lo llevaba, sería responsable de su muerte. Increíble: Aunque estaba en sus facultades mentales, no le permitieron asumir la responsabilidad de decidir dónde morir.

Viéndose condenado por el hospital a terminar sus días en ese horrible lugar, se indignó, y con el poco aire que le quedaba alzaba la voz a cada rato, gritando entre ahogos: "¡¡Déjenme morir en paz!! ¡¡Quiero morir en mi casa!!". Pero todos pasaban de ida y vuelta y nadie le hacía caso. Sus hijos no podían retirarlo del hospital debido a la amenaza de los médicos, en el sentido de que si moría, ellos serían legalmente responsables. Entonces, entre sollozos, dijo a uno de sus amigos: "Por la mañana vino un hombre de la funeraria y, delante de mí, le preguntó descaradamente en voz baja a una enfermera: "¿Cuántos me tienes para esta noche?", a lo que ella respondió, solapadamente: "Tres o cuatro". 

También dijo que, debido a que insistía tanto por irse a su casa, una de las enfermeras le había sugerido a otra: "Hay que sedar a este señor para que se vaya de una vez a su casa", refiriéndose por supuesto a su casa eterna. Al día siguiente falleció en esa horrible sala de emergencias.

¿Qué tiene todo eso de positivo? Nada, absolutamente. Trabajó toda su vida lealmente para las empresas que lo contrataron, toda su vida pagó puntualmente su cuota del Seguro, y toda su vida pagó religiosamente sus impuestos, pero al final lo trataron como a un despojo. Nadie evitó que aquel mal empleado de la funeraria se aprovechara de la situación y se beneficiara de su cadáver.

¿Qué podrías haber hecho o haberle dicho para motivarlo y levantarle el ánimo antes de morir de esa manera tan injusta? En realidad, nada. Ningún estímulo hubiera tenido éxito, salvo que lo dejaran morir en paz, en su casa. Era todo lo que él pedía, era todo lo que deseaba. Quería terminar sus últimas horas en su casa. Pero no se lo permitieron. Así es este mundo. Ni siquiera te deja en paz cuando estás para irte a la otra. Hasta el último día te quita las ganas de vivir.

Ahora bien, el planeta Tierra es hermoso. Hasta ahora no se ha conocido ningún planeta tan hermoso y tan bien ubicado en el sistema solar. Su ecosistema es magnífico, y sus paisajes, bellísimos. Por donde lo mires encontrarás belleza, lugares interesantes, animales fascinantes, ríos y mares cargados de vida, bosques tropicales llenos de toda clase de vegetación, y cadenas montañosas increíbles. 

La televisión por cable nos deja extasiados con una sarta de programas dedicados a la naturaleza y sus intrincados sistemas. No podemos menos que maravillarnos. Lamentablemente, el ser humano es el único que no entiende lo que significa la armonía. Todo el tiempo batalla contra la felicidad y la satisfacción mediante hostilidades, violencia, guerras,  venganza, derramamiento de sangre, hambre, temor, dolor, crueldad, pederastia, injusticia, desequilibrio, contaminación, desorden, suciedad, caos...

Los monos viven felices comiendo bananas en la copa de los árboles, las ballenas gozan con sus piruetas en el mar, los árboles parecen bailar intercambiando feromonas por doquier, y hasta las bacterias que habitan en los volcanes parecen no preocuparse de nada, salvo de vivir la vida plenamente. 

Pero por una extraña razón, el hombre destruye su propio hábitat y aniquila su propia felicidad. Constantemente se excede en los placeres de maneras que rompen la armonía con la naturaleza, y termina rodeándose de leyes, decretos y normas que le hacen la vida imposible. ¿Qué podrías decirle para motivar positivamente a una generación tan desviada? ¡Los extraterrestres huirían de nosotros!

Vivimos en tiempos que rugen por su inestabilidad. Ya nadie ni siquiera puede morir en paz. Todos estamos metidos en una licuadora de frustración. A fines de 2014, según las estadísticas, 1 de cada 4 personas sufrieron alguna enfermedad mental. Nadie parecía escuchar la voz de la sensatez. La música y el ritmo que reflejan la decadente cultura de muchos pueblos son lo que la gente parece ensalzar todos los días. 

Me recuerdan cierto pasaje de la película "Sérpico", sobre corrupción policial, en que el protagonista explica a su compañero que no estaba dispuesto a caer en la red de corrupción que había envuelto a su departamento. Y le contó el cuento de la bruja que envenenó el agua del río.

Dicen que cierto reino era muy feliz, porque su rey era feliz y tolerante. Todos lo amaban, y nadie se quejaba. Todos tenían lo necesario para vivir. Nadie hablaba contra el rey. Pero un día una bruja malvada quiso apoderarse del reino, y pensó: "¿Qué puedo hacer para que odien al rey?", y preparó una poción mágica que derramó río arriba. Al amanecer, todos fueron al río con sus recipientes para recoger agua y preparar sus alimentos. Entonces comenzaron a pedir que mataran al rey, porque, según ellos, se había vuelto loco. Lo ocurrido llegó a oídos del rey: "Oh, señor, la bruja malvada ha embrujado el agua del río de modo que todo el que la bebe se está volviendo loco y comienza a pensar en asesinarte. ¿Qué hacemos?".

El rey respondió: "¡¡Pronto!! ¡¡Tráiganme agua del río!!". Y se la trajeron. Y ante sus ojos, metió rápidamente un cubo, sacó agua y la bebió hasta la última gota. Sus siervos quedaron asombrados. Al rato, el rey comenzó a reírse y a portarse como loco, saliendo a las calles y bailando bailes desenfrenados y salvajes. Entonces todo el pueblo lo quedó mirando, absorto. Primero no supieron cómo reaccionar ante un suceso tan contradictorio, pero después, poco a poco, comenzaron a alegrarse y a reírse con él. Sí, comenzaron a gritar: "¡¡Viva nuestro rey, porque ha sanado!!". Y ya nadie quiso matarlo.

Lo que quiero decir es que no pocas veces las personas, hasta las que parecen ser más inteligentes, se cargan de una motivación engañosa que a primera vista parece positiva, pero no lo es. Y como si se tratara de un fumador que va perdiendo el sabor por los alimentos, la motivación positiva les va pareciendo inservible, inútil, carente de poder, y comienzan a ensalzar la estupidez, se contagian de frustración, locura y desfachatez, y comienzan a ver lo malo como si fuera bueno, y lo bueno como si fuera malo; lo negativo como positivo, y lo positivo como negativo; la bondad como maldad, y la maldad como bondad; la desventaja como ventaja, y la ventaja como desventaja; lo bonito como feo, y lo feo como bonito; lo saludable como perjudicial, y lo perjudicial como saludable; el aire puro como humo, y el humo como aire puro, lo natural como antinatural, y lo antinatural como natural, ¡hasta degüellan a inocentes, matan y se suicidan en nombre de Dios! Por último, llegan al colmo de querer deshacerse, por decirlo así, de cualquiera que se atreva a actuar o hablar positivamente acerca de cualquier asunto. El mundo está de cabeza.

Entonces, ¿qué se puede hacer para contrarrestar tantas vibraciones negativas? ¿Beberemos agua del río para equilibrar la balanza? ¿Nos cegaremos a la realidad y nos desharernos de cualquiera que reconozca que estamos viviendo en tiempos peligrosos, diciendo que se trata de pesimistas que deben ser silenciados? Eso sería caer en la trampa y beber de aquella mala agua del río.

Lo que uno debería hacer es adelantarse a los acontecimientos de la manera más proactiva posible, analizando cuidadosamente las circunstancias, para prever, hasta cierto punto, los resultados, anticipándose a las cosas creativamente, prestando atención a las verdaderas tendencias de la época, discerniendo el futuro lo mejor posible basándose en fuentes dignas de crédito, tomando precauciones respecto a lo que se viene.

Pero, una salvedad: El pensamiento negativo también es muy útil para ser proactivo. No se puede ser proactivo sin pensamiento negativo. Los astronautas no pueden darse el lujo de pensar positivamente y decir que nada malo les ocurrirá allá arriba. ¡Usan el pensamiento negativo, pero para prepararse para cualquier suceso imprevisto! Y si ocurriera algo en lo que no habían pensado, por lo menos reaccionarían mejor que si no hubieran sido proactivos.

De modo que eso de ser siempre positivos... ¡Cuidado! El pensamiento negativo también debe tener su lugar en nuestros planes. No está mal preguntarnos: "¿Como reaccionaré si algo sale mal ?", y pensar en probabilidades y ejemplos, efectos y consecuencias, el peor escenario y cosas por el estilo, pero no para traumarnos y andar todos miedosos, sino para ser realistas al tomar las debidas precauciones.

Si aquel hombre del que te hablé, que murió en la sala de emergencias, hubiera intuido siquiera remotamente que le impedirían regresar a morir en paz en casa, de seguro hubiera tomado sus precauciones, se hubiese asesorado legalmente y se hubiera anticipado dejando por escrito un testamento o consentimiento informado para que no se apoderaran de su cuerpo y le dejaran volver a casa bajo su propia responsabilidad. ¡O en principio, negarse a ir al hospital!

En fin, a la hora de los loros, y para ser francos, es poco lo que podemos hacer como individuos para revertir las consecuencias que la humanidad en general tendrá que enfrentar por haber malgastado sus recursos naturales. Pero sí podemos adelantarnos proactivamente (no con prejuicio, sino inteligentemente), tomando todas las precauciones necesarias para manejar las circunstancias de nuestra propia vida y nuestro entorno cercano de la mejor manera posible.

Mantener una motivación positiva en medio de un mundo que se debate entre conceptos retorcidos respecto a lo bueno y lo malo puede parecer un desafío imposible, sobre todo cuando se trata de criar a los hijos, pero si uno se esfuerza por no beber el agua del río y usa una brújula confiable que le permita ver el futuro con claridad, estará en mejor posición que los demás para enfrentar los problemas que le sobrevendrán. Ser proactivo significa "anticiparse al problema y desarrollar la actividad de modo que no surja dicho problema", y eso solo se logra manteniendo una motivación positiva, creativa, realista y abierta, basada en fuentes dignas de crédito.

Es vital que enseñemos a los niños desde temprana edad a usar su conciencia correctamente a fin de detectar a los depredadores y a responder proactivamente ante la vida. No es difícil si notamos que ellos ya tienen un respaldo intraconstruido que les ayuda a distinguir lo correcto de lo incorrecto. Por ejemplo, si dos o más niños están jugando, pero uno de ellos se aprovecha egoístamente, no sería raro que todos gritaran: "¡¡No es justo!!", porque distinguen que ha ocurrido una injusticia. Por eso, solo tenemos que edificar sobre esa base, añadiendo información orientadora.

Cuanto antes aprendan los niños la motivación positiva, más fácil les será entender el por qué de muchas cosas, como, por ejemplo, por qué la humanidad está como está y qué pueden hacer a nivel individual para tener éxito en la vida. Por ejemplo, aprenderán que el dinero no es un fin en sí mismo, sino un medio. Que no es un verdadero motivador, sino que se podría convertir en un señuelo que a la larga tal vez les resultara en dolor y no en placer. No exagero. Uno de los hombres más ricos del mundo terminó sus días envidiando a uno de sus empleados más pobres porque comía mejor que él. Las sangrantes úlceras mortales que había desarrollado en su estómago debido a sus múltiples preocupaciones por el dinero no le permitían comer sino una dieta muy estricta.

Desde muy pequeños los niños necesitan que les enseñemos lo que significa cosechar las consecuencias. Por ejemplo, si derraman la leche, no debemos limpiar nosotros, sino mostrarles calmadamente, con paciencia y cariño, que deben ir, traer un trapo y limpiarlo por sí mismos. Es así como aprenden el verdadero significado de la leche derramada, es decir, las consecuencias. Si logramos que aprendan temprano en la vida para qué sirven las consecuencias, entonces les habremos dado una brújula. Porque las consecuencias los ayudarán a ser proactivos, anticiparse al futuro y a corregir el rumbo, siendo cada vez más asertivos en su comportamiento. ¡¡Fabricarán para sí mismos buenas consecuencias a corto, mediano y largo plazo!!

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