El temor limita la mente

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 El temor puede consumir a uno

Chris Hadfield, astronauta que llegó a experimentar la impresionante velocidad y altura de 25G, sufría de vértigo.  ¿Cómo logró superar su temor a las alturas? ¡Razonando fríamente en cuanto a ello! Decía que el mejor antídoto contra el miedo era la destreza, ¡mejorar uno su competencia!




Trazarse uno la meta de adquirir y mejorar su competencia en oratoria es un objetivo losble. Porque ayuda a uno a ayudar a otros mediante sus discursos, libros y anécdotas.

No todos los temores son inapropiados. Por ejemplo, si uno no sintiera temor de manipular los cables eléctricos de una conexión, podría electrocutarse. Si uno no tomara sus precauciones al ingresar al mar abierto, podría terminar ahogado. Si uno no teme correr riesgos, tarde o temprano lo pagará muy caro.

Esa clase de temor se llama respeto profundo o reverente. Es el temor que uno siente hacia sus padres y abuelos, hacia sus figuras de autoridad, hacia las leyes y reglamentos y hacia los códigos morales.

No es el temor mórbido o blando que hace que uno se quiebre como una hoja seca con cualquier soplido, sino una fuerza interior que impide que uno tome decisiones imprudentes sin calcular las consecuencias.

El temor que limita la mente es el temor mórbido, el miedo común que uno siente hacia aquello que le asusta, ya se trate de una fobia o producto de la imaginación.

Por ejemplo, no es incorrecto que uno tema a las arañas o serpientes. Es un temor reverencial que mantiene a uno a la distancia e impide que se arriesgue a ser mordido e inyectado con veneno. Sería imprudente considerar inofensiva a cualquier araña o a cualquier serpiente.

Algunas arañas y serpientes son venenosas. No es que les tengamos temor mórbido, sino que les tenemos temor respetuoso a fin de evitar consecuencias fatales.

Sin embargo, no es temor reverencial sentir miedo a todas las arañas y serpientes. Es temor mórbido, la clase de temor que limita la mente.

Sentir temor es apropiado cuando nos protege y mantiene seguros. Por ejemplo, el temor de Dios significa que uno respeta profundamente el código moral que nos ha dotado junto con la conciencia.

La conciencia es un sistema de alarna que nos alerta cuando estamos ante algo incorrecto. Depende de uno mismo si apaga la alarma y procede, o le hace caso y se abstiene.

Los Incas tenían un código moral: Ama Llulla (No seas mentiroso), Ama Súa (No seas ladrón) y Ama Quella (No seas haragán). Y los hebreos tenían los Diez Mandamientos.

Si alguien pensaba que estaba libre de hacer lo que le diera la gana, no podía ignorar la existencia de un código moral. Dependía de si lo pasaba por alto o lo obedecía. Si lo pasaba por alto o consideraba como de poca importancia, le sobrevenían consecuencias de distinta índole.

Por tanto, el temor no debe considerarse como un sentimiento restrictivo y malsano, sino como el componente de un sistema de seguridad provisto por la naturaleza.

Por ejemplo, si vemos una abeja colectando néctar de las flores, nos conmovemos y las observamos por un largo rato. También nos emocionamos cuando vemos cómo juegan tiernamente unos cachorros de osa polar con su madre. Y nos sentimos increíblemente privilegiados de poder ver en televisión los ríos de lava que bajan por la ladera de un volcán.

Pero la conciencia dispara una alarma en nuestro interior si vemos venir un enjambre de abejas. Algo nos dice que algo no anda bien. Tenemos que huir. También nos impulsa a ponernos a buen recaudo si una osa polar se acerca mucho a nosotros junto con sus cachorros. Intuimos que sería mejor guardar una gran distancia. Y nos retendría de acercarnos mucho a la erupción de un volcán.

La conciencia nos avisa antes o después. Antes para prevenirnos y reprendernos, y después para censurarnos y hacernos entrar en razón.

No somos guiados simplemente por instinto. Porque no somos animales como los demás. Tenemos códigos morales internos que la naturaleza nos ha provisto, y código más específicos diseñados por la humanidad, a fin de vivir en comunidad respetándonos unos a otros. De cada uno depende si sigue o no los dictados de su conciencia en cada circunstancia en particular. 

El temor limita la mente cuando uno confunde los conceptos en su mente y procede cuando su conciencia le dice "no" ("ten cuidado", "abstente", "aléjate", "escóndete", "corre", "huye"), o se retrae cuando su conciencia le dice "sí" ("no hay problema", "no es peligroso", "hazlo", "es seguro", "no temas", "disfruta").

Dicha confusión puede llevar a una persona a cultivar fobias que le hagan la vida añicos, y que su relación con los demás termine destrozada. Al no tener claros los límites, se retrae cuando no tiene por qué retraerse, o se arriesga cuando no debería arriesgarse.

Su conciencia ha equivocado los mensajes de alerta, y se ha ido a los extremos opuestos. Por un lado hipersensible, y por otro totalmente irrazonable. Con el tiempo se ha acostumbrado a vivir una vida llena de problemas y dificultades causados por dicha confusión.

La fuerza del instinto natural

¿Cómo es posible que un huevo eclosione, salga un pajarito y en poco tiempo se remonte sobre las nubes, internándose sobre las olas del mar con la increíble confianza de que no caerá, no se ahogará, no se perderá y no se olvidará del camino de regreso a casa? ¿Tiene un código moral y una conciencia que lo guíe?



No. No tiene un código moral ni una conciencia que razona y lo guía. Posee un código genético que contiene toda la programación para su especie. No necesita que otro pájaro le enseñe a volar. Un empujoncito y listo, se lanza batiendo sus alas hasta remontarse con total confianza.

En cambio, se considera que el ser humano es un género de vida mucho más evolucionado. ¿Por qué se deja envolver por el temor de un momento a otro cuando tiene que dirigir la palabra ante otros seres humanos? Se acobarda sintiendo un poder que se apodera de él, nublándolo, paralizando sus capacidades mentales y físicas.

La ansiedad, la furia, la autocompasión, la desesperanza, la desesperación, la depresión o la impotencia, por mencionar solo algunos sentimientos negativos, entorpecen su concentración, aplastan otros pensamientos y sabotean cualquier esfuerzo de su parte por prestar atención, adquirir información y administrarla eficazmente, perturbaciones emocionales que  afectan la eficacia de su memoria activa, es decir, su capacidad de retener mentalmente cualquier información relacionada con la tarea que tiene que realizar. No es instintivo como un pelícano.

Si en algún momento sientes que necesitas recuperar el equilibrio y la ecuanimidad en medio de la excitación fisiológica que te aflige cuando tienes que hablar en público o enfrentar un desafío en tus relaciones humanas, tienes que trazar lo que se conoce como una estrategia para la autorregulación emocional, es decir, canalizar tu energía de modo que veas la realidad que te perturba a la luz de sentimientos positivos que te permitan modificar tu estado a uno semejante a reposo.

¿No has visto a veces personas "serenas" e "imperturbables" que parecen reaccionar siempre con frialdad y tranquilidad ante cualquier tipo de coacción o hecho atemorizante? Se las conoce como personas "represoras".

Entre otras cosas, Daniel Weinberger, especialista en salud mental, explica que una de cada seis personas reacciona con serenidad e imperturbabilidad ante hechos que a otros los asustaría. ¿Cómo lo logran? ¿En qué casos lo hacen?

Por ejemplo, lo hacen:

- Como estrategia para sobrevivir emocionalmente ante problemas familiares que sus figuras de autoridad o responsables se niegan a reconocer o resolver.

- Por imitar a papá o mamá, o a ambos, cuyo comportamiento siempre ha sido alegre, o porque generalmente han reaccionado con entereza ante sentimientos perturbadores. Ante una manipulación egoísta, los han visto ponerse "en positivo" y reaccionar constructivamente, poniendo las cosas en su debido lugar.

- Por herencia genética. Según palabras del Dr. Daniel Goleman, "la imperturbabilidad es una especie de rechazo optimista, una disociación positiva y, probablemente, una clave para los mecanismos nerviosos que intervienen en los más severos estados disociativos que pueden tener lugar, como, por ejemplo, en un trastorno postraumático. Prefiero -dice- la teoría de que es una especie de estrategia de supervivencia en un mundo peligroso".

Los pájaros se superan por instinto, pero los seres humanos tenemos que esforzarnos conscientemente para contrarrestar los miedos que otros nos han impuesto.

¿Tienes algún miedo o fobia? Aprende del pelícano, que simplemente se lanza sobre las olas y hace lo que tiene que hacer, regresando a casa satisfecho de haber cumplido consigo mismo.

Solo ten cuidado de no endurecer tu conciencia contra sus dictados. Porque al margen de todos tus conceptos, siempre debes hacer lo que consideras correcto. Pasarla por alto tal vez te parezca divertido, emocionante o hasta complaciente, pero con el tiempo te puede traer malas consecuencias.

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