Cómo entender y manejar el prejuicio

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El prejuicio es un enemigo y un asesino de las relaciones humanas

Cierta congresista respondía a las preguntas de un periodista que la entrevistaba para la televisión. De repente, todos la aplaudieron a rabiar cuando dijo con encendido prejuicio: "¡¡Yo digo que hay que interpelar al Presidente!!". Cuando el periodista le preguntó: "¿Tiene usted pruebas que ameriten una interpelación?", respondió con franqueza: "No. Primero hay que investigar a fondo, y entonces lo interpelaremos", y el aplauso fue aún más fuerte.

¿Puede haber una estupidez más grande que solicitar el enjuiciamiento de una persona sin tener pruebas que la acusen ni haber investigado el asunto? A eso llamamos prejuicio.

Prejuzgar es enjuiciar, criticar, calificar o descalificar a alguien sin tener suficientes elementos de juicio. Significa sacar conclusiones apresuradas sin haber recabado toda la información necesaria. En otras palabras, se trata de un grave error intelectual, un fracaso mental y un acto de presunción que expone a uno al ridículo y a la condena de quienes aman la verdad y tienen los pies sobre la tierra.

El prejuicio es un asesino de las relaciones humanas porque fomenta el odio y el rencor, deteriora los cables que sostienen el precario puente de la comunicación, fecunda huevos de ira que eclosionarán con el tiempo, enfrenta a los hermanos unos contra otros, multiplica los malentendidos, divide a la todos resquebrajando el piso de la realidad, rompe los lazos de hermandad y amistad, crea desunión, cierra las puertas al diálogo y al progreso, provoca lágrimas de sangre y hasta raja los corazones en mil pedazos produciéndoles infartos incurables.

Por eso, antes de criticar a alguien, asegúrate de tener todos los elementos de juicio necesarios para sacar tus conclusiones. Y lo más importante, responde honradamente: ¿Alguna vez recibiste capacitación para juzgar? Jamás olvides que, para juzgar, se necesitan jueces calificados en juzgar y experimentados en juzgar, capaces de arribar a conclusiones libres de prejuicio. Un juez descalificado pierde sus atribuciones como tal, lo mismo que alguien que prejuzga a otros o se basa en evidencia discutible.

En otras palabras, nada es verdad solo porque tú lo dices, o porque te creen tus compañeros congresistas, condiscípulos, amigos o parientes. 

¿Por qué mejor no pones a prueba tus argumentos dejando que personas más inteligentes y capaces que tú te den su opinión? ¿Sometiste el asunto a una investigación imparcial? ¿Colocaste tus evidencias sobre la mesa y a vista de quienes de ninguna manera te mostrarían favor por ser tus amigos? ¿No sería mejor dejar el juicio en manos de quienes han demostrado tener un juicio sano? Eso sería ser verdaderamente imparcial.

Un pasaje esclarecedor

Por ejemplo, un pasaje célebre dice: "¿Por qué miras la paja [que hay] en el ojo de tu hermano, pero no tomas en cuenta la viga [que hay] en tu propio ojo? O, ¿cómo puedes decir a tu hermano: 'Permíteme extraer la paja de tu ojo'; cuando ¡mira!, hay una viga en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero extrae la viga de tu propio ojo, y entonces verás claramente cómo extraer la paja del ojo de tu hermano". ¿Cómo entender bien este pasaje?

Aunque es cierto que hay personas que critican los errores de otros cuando ellas mismas cometen errores más grandes, podemos deducir algo todavía más profundo si lo analizamos mejor. 

Leámoslo así: "¿Por qué criticas la decisión o capacidad judicial de otra persona sin tomar en cuenta que tu propia capacidad judicial está defectuosa? O, ¿cómo pretendes corregir el juicio o criterio de otra persona cuando, ¡mira! estás demostrando que tu propio criterio está mal. ¡No seas hipócrita! Primero mejora o corrige tu propio criterio o capacidad de juicio dejando de fijarte en pequeñeces, y entonces entenderás claramente por qué careces de autoridad para juzgar el criterio de otras personas".

Es un razonamiento duro, pero pinta de cuerpo entero a la persona prejuiciosa, que se precia de juzgar correctamente a pesar de que su argumento no tiene asidero, o que se siente importante desperdiciando tiempo criticando algo intrascendente o insignificante. 

En otras palabras, lo que el autor quiere dar a entender en ese pasaje es que la persona que critica severamente la manera como otro ha juzgado un asunto, aunque se trate de algo de poca importancia (una pequeñez semejante a paja), automáticamente se ha descalificado a sí misma como juez, porque un juez verdaderamente justo jamás se fija en nimiedades.

¡Cuánto más  si no existe base para el juicio! ¿Hay alguien que no cometa errores? ¿Realmente pueden ser tan ciegas algunas personas como para no darse cuenta de que la imperfección consiste en que, precisamente, cometemos errores? ¡Todos somos decepcionantes! En algún momento decepcionaremos a alguien. ¿Lincharemos a todos los que fallan en el intento de ganar experiencia en una nueva capacidad, tarea, responsabilidad o asignación?

Muchos que dicen estar hartos de los políticos, no ven la hora en que alguien que no sea político tome el control del gobierno. El día que eligen un gran administrador de empresas, un arquitecto o un estadista, que no tiene carrera de político, todos bailan y festejan. Pero cuando debido a su inexperiencia gobernando el país descuida cierto procedimiento parlamentario, expresan su descontento ferozmente en vez de tenerle un poco de paciencia. Ahora no solo quieren deponerlo y procesarlo, sino lincharlo por no haber seguido los procedimientos como lo hubiera hecho un verdadero político. ¿En qué quedamos?

Cómo abrir la puerta

El prejuicio es una puerta cerrada al razonamiento sano. La única manera de combatirlo es con una lógica aplastante, pruebas sólidas e irrefutables y una actitud amable, comprensiva y equilibrada.

Con una actitud beligerante y agresiva no se consigue nada, a pesar de contar con una lógica aplastante y pruebas sólidas e irrefutables. La persona prejuiciosa generalmente está apasionada en la sinrazón. Su corazón está clausurado para cualquiera que no piense como ella.

Sé amable, no pierdas el equilibrio, no montes en cólera, mantén el autocontrol y presenta tu argumento y tus pruebas libre de cualquier sentimiento apasionado. Si pierdes el control, comienzas a alzar la voz y terminas gritando igual que un prejuicioso, lo único que lograrás será ponerle una lápida a la puerta. La persona prejuiciosa es más terca que una tumba. No la convencerás aunque resucite un muerto.

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