Ante todo aclaro que en este artículo no me refiero a la "Ley del Sandwich" que se usa en álgebra, sino a un concepto que relaciono con una lógica simple que puedo discernir personalmente al observar la existencia de todas las cosas que visto a lo largo de mi vida.
Un importante abogado criminalista y un detective de homicidios viajaron en automóvil a través de los Estados Unidos, así que tomaron todas las precauciones posibles para que no les faltara nada si surgía un imprevisto.
Cuando cruzaron un largo desierto, decidieron detenerse en una desolada estación de servicio para recargar combustible y aprovechar para comer algo en el restaurante. Al ingresar, no hallaron a nadie. Llamaron y llamaron, pero nadie respondió. Salieron y gritaron por los alrededores, pero nadie respondió. Parecía una película de terror.
Lo extraño era que había dos sándwiches y dos refrescos sobre una de las mesas. Los sándwiches estaban muy calientes y los refrescos, muy fríos, con trozos de hielo recién sacados del refrigerador. Además, la plancha donde aparentemente habían preparado los sándwiches estaba también muy caliente.
Llegaron a la conclusión más lógica: Tanto el encargado como los clientes no debían de andar muy lejos. Si no, los sándwiches estarían fríos, y los refrescos tibios, ¿no es cierto?
Pensaron lo mismo que hubiera pensado cualquiera Por ejemplo, tal vez surgió una emergencia y tuvieron que salir disparados en busca de ayuda, o probablemente se había cometido algún tipo de crimen, ¿tal vez un secuestro?
Los sándwiches calientes y los refrescos eran las únicas pistas de que disponían para darse cuenta de que tanto el encargado como sus clientes no estaban muy lejos. O los secuestraron unos bandidos y se los llevaron en su automóvil y ahora estaban muy lejos de allí.
Eran conjeturas aceptables. Pero ¿dónde estaban? No divisaban a nadie ni a mil metros a la redonda. Solo disponían de la evidencia: Dos sándwiches calientes y dos refrescos muy fríos. Por lo menos se trataría de dos clientes y un encargado. ¿A qué conclusión hubieras llegado tú?
¿Dirías que nunca hubo nadie en el lugar y que los sándwiches -con sus diferentes capas de carne, queso y huevo-, y los refrescos -tan agradablemente equilibrados en su sabor- se prepararon a sí mismos?
¡Imposible! Eso no sería seguir una línea de razonamiento lógico. Con los hechos disponibles, nadie con el criterio más elemental llegaría a una conclusión tan absurda e incoherente, ¿verdad? Tiene que haber una explicación, pero de ninguna manera aceptarás que no hubo nadie en allí y que los sándwiches -con sus diferentes capas de carne, queso y huevo-, además de los refrescos y el hielo que aún no se ha derretido completamente -y una mesa tan agradablemente dispuesta- se prepararon solos. ¿Qué concepto te formarías de alguien que aceptará esa hipotesis?
Algo más que un sándwich caliente
Nuestro maravilloso sistema planetario con base en el Sol está caliente como aquel sándwich -por decirlo figuradamente-, y borbotea de actividad por donde lo miremos. Y la mayor evidencia es que mantiene una coordinación perfecta y alberga una asombrosa variedad de vida en la Tierra, con cada una de sus plantas, criaturas y microorganismos increíblemente desarrollados.
Microscopios y telescopios cada vez más sofisticados nos ofrecen por televisión e Internet imágenes antes nunca vistas de la imponente naturaleza, y no hay día en que los científicos no descubran algo nuevo. Pero ¿verdad que no son necesarios ni los microscopios ni telescopios para atestiguar con nuestros propios ojos el intrincado ecosistema que nos rodea, con una biodiversidad lista para ser explotada, y alimentos listos para ser comidos para deleite de nuestro paladar?
¡Sin embargo hay quienes afirman categóricamente que nadie lo hizo! Pasan por alto el hecho de que se trata de algo mucho más complejo que un sándwich caliente y un refresco muy frío. Decir que el universo se hizo solo y por casualidad es más que inaceptable, no solo para cualquier abogado y detective criminalista, que son especialistas en descubrir a los criminales por medio de seguirles la pista, sino hasta para un niño de corta edad que acaba de aprender a multiplicar. Si existe un sándwich humeante y un refresco con hielo, tiene que haber sido hecho por alguien.
Ahora bien, sabemos que casi cualquier persona puede preparar un sándwich, y que sin duda se necesita un torrente de estudio, investigación, sabiduría, creatividad y ayuda para fabricar una nave espacial.
Se dice que la obra de cualquier persona es solo un reflejo tenue del nivel de la inteligencia que requiere para hacerla, ya se trate de un simple sándwich o de una asombrosa nave espacial. ¿Pero no razonamos, con la misma lógica, que aunque un sándwich puede prepararlo cualquiera, para diseñar, fabricar y lanzar al espacio una nave tripulada y traerla de regreso a la Tierra se necesita un equipo de científicos muy experimentado?
Dicho de otra manera, si alguien fabrica un magnífico y eficiente robot, ¿no sería su mayor contribución a la ciencia el haber demostrado, más allá de toda duda, que alguien tuvo que pensarlo y hacerlo?
La pregunta es: ¿Qué nivel de inteligencia y sabiduría se necesitaría para diseñar, crear y preparar un sándwich? ¿Podría un robot prepararlo, aunque fuera torpemente, sin que un fabricante lo haya programado con un software para realizar la tarea, o siquiera para programarse a sí mismo y llevarla a cabo?
¿Y qué nivel de inteligencia y sabiduría que se necesita para diseñar, crear y lanzar una nave al espacio y traerla de regreso sana y salva al tiempo exactamente programado, descendiendo en la zona calculada?
Y ¿qué nivel de inteligencia y sabiduría necesitarían unos científicos para diseñar, crear y mantener en funcionamiento siquiera una réplica torpe de nuestro imponente universo, el cual, según la conocida Ley de Hubble, continúa expandiéndose a una velocidad cada vez mayor, algo que se estrella contra todas las leyes físicas conocidas?
Los expertos han afirmado que dicha expansión debería estar desacelerando. ¡Pero no está desacelerando, sino acelerando! Y no saben explicarlo. Un problema de equilibrio.
Y no solo es eso. Hay demasiadas cosas que no saben explicar, porque no están teniendo en cuenta el factor principal, el concepto más básico de todos: Los Derechos de Autor.
Algo más que unas sinceras felicitaciones
Siempre se alaba al chef que prepara una rica cena, ¿verdad? ¿No hacemos lo mismo con el equipo que diseña, fabrica y lanza un satélite al espacio? Pero ¿qué clase de felicitación daríamos al que diseñó y creó el universo, manteniéndolo en perfecto equilibrio termodinámico durante millones de años luz, manteniendo a raya la entropía?
Una paradoja suelta
Quizás alguien diga: “Pero si decimos que Dios no tuvo comienzo ni tendrá fin, ¿no estaríamos siendo irrazonables? ¿Cómo puede existir algo o alguien que no tuvo principio?”.
Siguiendo la “Ley del Sándwich” y para no entrar en discusión, este artículo no pretende afirmar que Dios existe. Solo me he remitido a hechos que están comprobados por la lógica simple y la ciencia que son de conocimiento universal, y decir que he hace mucho llegué a la conclusión evidente de que un sándwich caliente no puede hacerse a sí mismo. Eso nadie me lo ha discutido jamás.
Y no solo el sándwich. Alguien diseñó las máquinas que hicieron posible conseguir y transportar todas las cosas. Alguien tuvo que reunir los alimentos, encender el fuego, preparar el sándwich y ponerlo en la mesa de manera provocativa. Si existe el sándwich, ¿quién va a discutir diciendo que nadie lo hizo? No hablo del universo, sino de un simple sándwich.
Con los números llegamos a una conclusión parecida. Los números existen. ¿Alguien se atrevería a negarlo? Nadie.
Tanto los matemáticos como los músicos profesionales usan los números para producir obras maravillosas. La arquitectura y la ingeniería, la química, la biología y la astronomía se entienden en términos numéricos, y la música más envolvente suele ser aquella que se diseñó distribuyendo sabiamente las notas en compases perfectos sobre un pentagrama, que no es otra cosa que un arreglo ordenado de tiempos y frecuencias. Los números lo hacen posible. Si hay canciones, alguien las compuso ¡aunque no supiera nada de matemáticas! Si alguien monta bicicleta, alguien la está controlando y manteniendo en equilibrio, ¡aunque no supiera nada de física!
Y sabemos que las computadoras funcionan con números y logaritmos muy sofisticados. Sin números, los logaritmos no existirían. Hasta las palabras de esta oración fueron el resultado de una combinación de números que los inventores del software diseñaron especialmente para el procesador de texto utilizado. Todo dentro de la computadora funciona con números y logaritmos. Si la computadora existe, los números también. ¿Hay alguien que se anime a entrar en discusión y decir que nadie hizo la computadora o que los números no existen?
¿Cuál es el número más grande?
Ahora bien, aunque hemos reconocido fácilmente que los números existen, ¿también podemos aceptar el hecho de que el número más grande no existe, ni tampoco el número más pequeño?
Si dijéramos que el número más grande es el 1000, alguien propondría el 1001, y así sucesivamente nos pasaríamos toda la eternidad. Y si alguien propusiera el -1000 como el más pequeño, alguien podría añadir el -1001, y así sucesivamente nos pasaríamos otra eternidad.
De modo que, en términos prácticos, el número más grande es solo una ilusión. ¡No existe! Y lo mismo podemos decir del número más pequeño. ¡No existen! Sin embargo, reconocemos que los números existen. Existe el 1, aunque no es el más grande. Y existe el 2, aunque no es el más grande. Existe el 1000, pero tampoco es el más grande. ¿Cómo es posible de que exista algo que realmente no existe?
Usa un tablero de ajedrez y coloca un grano en el primero, dos en el segundo, cuatro en el tercero, y así sucesivamente, y te cansarás de calcular. Propón la cifra que quieras para el último cuadrado. ¡Son muchos trillones!
La idea es que los números solo existen para el propósito para el que se les necesita. Solo creemos en los números que usamos y limitamos. Porque no podemos decir cuál es el número más grande ni el número más pequeño. Solo podemos fijar una cifra o fórmula y darle una aplicación específica. Por ejemplo, 10 kilómetros, 5 gramos, 20 leguas, 300 personas o seleccionar un número entre 1 y 10.
Por tanto, en términos generales, el número más grande no existe, tampoco el más pequeño. Siempre habrá un número mayor y un número menor… por toda la eternidad hacia atrás y por toda la eternidad hacia delante.
Dios es semejante. Es tan grande que no tiene fin, y es desde tan antiguo que nunca tuvo principio.
¿Como el tiempo?
Así es. Como el tiempo. Ningún sabio se atrevería a afirmar que existe evidencia de que un día el tiempo llegará a su final y que ya no existirá más tiempo. Nadie ha llegado al final para comprobarlo. Nadie ha entrado en los almacenes del tiempo. El tiempo es un concepto. No es energía, no es materia, pero existe, y no sabemos cuándo fue concebido por el primer ser humano. Aunque nadie puede negarlo, nadie puede tocarlo, olerlo, gustarlo, verlo ni sentirlo físicamente.
De la misma manera como el tiempo se proyecta en nuestra mente hacia delante por toda la eternidad, también lo discernimos como proveniente desde la eternidad. ¡Muy parecido al esfuerzo de pensar en los números! El tiempo ha existido desde tiempo indefinido, y seguirá existiendo hasta tiempo indefinido. Por eso también se dice que Dios es el rey de la eternidad, porque siempre ha existido. Es el Gran Matemático.
Las personas que afirman que Dios no existe, pasan por alto la mayor evidencia de su existencia: Ellas mismas y todo lo que las rodea. Son como un abogado o detective que no acepta la evidencia del sándwich caliente sobre la mesa. Mira el sándwich, pero no cree que alguien lo haya puesto allí. Dice: “Tiene que haberse hecho a sí mismo porque no veo a ningún cocinero por aquí”.
Afirmar que el tiempo comenzó junto con el universo físico, y que antes del universo no existía el tiempo, sería lo mismo que decir que el cocinero del sándwich nació junto con el sándwich. No tiene nada que ver. ¡El sándwich es tan solo una de sus obras! Él tiene una infinidad de platos que ha preparado con la más elevada maestría. No creemos que un cocinero solo sabe preparar sándwiches, ¿verdad? Eso sería un disparate todavía más grande.
¿Y qué hay del presente, pasado y futuro?
Podríamos decir que el presente no existe, porque tan pronto como lo vivimos nos damos cuenta de que ya pasó. Inmediatamente se convierte en pasado. Y el pasado no existe. Es tan solo un recuerdo en nuestra mente.
El futuro tampoco existe, porque todavía no lo hemos vivido, y siempre será así. El pasado siempre estará en el pasado, y el futuro siempre estará en el futuro. Las frases publicitarias: “El futuro hoy” o "¡Esta es tecnología del futuro!" son solo ilusiones para vender más.
Y no solo es eso. Hay demasiadas cosas que no saben explicar, porque no están teniendo en cuenta el factor principal, el concepto más básico de todos: Los Derechos de Autor.
Algo más que unas sinceras felicitaciones
Siempre se alaba al chef que prepara una rica cena, ¿verdad? ¿No hacemos lo mismo con el equipo que diseña, fabrica y lanza un satélite al espacio? Pero ¿qué clase de felicitación daríamos al que diseñó y creó el universo, manteniéndolo en perfecto equilibrio termodinámico durante millones de años luz, manteniendo a raya la entropía?
Una paradoja suelta
Quizás alguien diga: “Pero si decimos que Dios no tuvo comienzo ni tendrá fin, ¿no estaríamos siendo irrazonables? ¿Cómo puede existir algo o alguien que no tuvo principio?”.
Siguiendo la “Ley del Sándwich” y para no entrar en discusión, este artículo no pretende afirmar que Dios existe. Solo me he remitido a hechos que están comprobados por la lógica simple y la ciencia que son de conocimiento universal, y decir que he hace mucho llegué a la conclusión evidente de que un sándwich caliente no puede hacerse a sí mismo. Eso nadie me lo ha discutido jamás.
Y no solo el sándwich. Alguien diseñó las máquinas que hicieron posible conseguir y transportar todas las cosas. Alguien tuvo que reunir los alimentos, encender el fuego, preparar el sándwich y ponerlo en la mesa de manera provocativa. Si existe el sándwich, ¿quién va a discutir diciendo que nadie lo hizo? No hablo del universo, sino de un simple sándwich.
Con los números llegamos a una conclusión parecida. Los números existen. ¿Alguien se atrevería a negarlo? Nadie.
Tanto los matemáticos como los músicos profesionales usan los números para producir obras maravillosas. La arquitectura y la ingeniería, la química, la biología y la astronomía se entienden en términos numéricos, y la música más envolvente suele ser aquella que se diseñó distribuyendo sabiamente las notas en compases perfectos sobre un pentagrama, que no es otra cosa que un arreglo ordenado de tiempos y frecuencias. Los números lo hacen posible. Si hay canciones, alguien las compuso ¡aunque no supiera nada de matemáticas! Si alguien monta bicicleta, alguien la está controlando y manteniendo en equilibrio, ¡aunque no supiera nada de física!
Y sabemos que las computadoras funcionan con números y logaritmos muy sofisticados. Sin números, los logaritmos no existirían. Hasta las palabras de esta oración fueron el resultado de una combinación de números que los inventores del software diseñaron especialmente para el procesador de texto utilizado. Todo dentro de la computadora funciona con números y logaritmos. Si la computadora existe, los números también. ¿Hay alguien que se anime a entrar en discusión y decir que nadie hizo la computadora o que los números no existen?
¿Cuál es el número más grande?
Ahora bien, aunque hemos reconocido fácilmente que los números existen, ¿también podemos aceptar el hecho de que el número más grande no existe, ni tampoco el número más pequeño?
Si dijéramos que el número más grande es el 1000, alguien propondría el 1001, y así sucesivamente nos pasaríamos toda la eternidad. Y si alguien propusiera el -1000 como el más pequeño, alguien podría añadir el -1001, y así sucesivamente nos pasaríamos otra eternidad.
De modo que, en términos prácticos, el número más grande es solo una ilusión. ¡No existe! Y lo mismo podemos decir del número más pequeño. ¡No existen! Sin embargo, reconocemos que los números existen. Existe el 1, aunque no es el más grande. Y existe el 2, aunque no es el más grande. Existe el 1000, pero tampoco es el más grande. ¿Cómo es posible de que exista algo que realmente no existe?
Usa un tablero de ajedrez y coloca un grano en el primero, dos en el segundo, cuatro en el tercero, y así sucesivamente, y te cansarás de calcular. Propón la cifra que quieras para el último cuadrado. ¡Son muchos trillones!
La idea es que los números solo existen para el propósito para el que se les necesita. Solo creemos en los números que usamos y limitamos. Porque no podemos decir cuál es el número más grande ni el número más pequeño. Solo podemos fijar una cifra o fórmula y darle una aplicación específica. Por ejemplo, 10 kilómetros, 5 gramos, 20 leguas, 300 personas o seleccionar un número entre 1 y 10.
Por tanto, en términos generales, el número más grande no existe, tampoco el más pequeño. Siempre habrá un número mayor y un número menor… por toda la eternidad hacia atrás y por toda la eternidad hacia delante.
Dios es semejante. Es tan grande que no tiene fin, y es desde tan antiguo que nunca tuvo principio.
¿Como el tiempo?
Así es. Como el tiempo. Ningún sabio se atrevería a afirmar que existe evidencia de que un día el tiempo llegará a su final y que ya no existirá más tiempo. Nadie ha llegado al final para comprobarlo. Nadie ha entrado en los almacenes del tiempo. El tiempo es un concepto. No es energía, no es materia, pero existe, y no sabemos cuándo fue concebido por el primer ser humano. Aunque nadie puede negarlo, nadie puede tocarlo, olerlo, gustarlo, verlo ni sentirlo físicamente.
De la misma manera como el tiempo se proyecta en nuestra mente hacia delante por toda la eternidad, también lo discernimos como proveniente desde la eternidad. ¡Muy parecido al esfuerzo de pensar en los números! El tiempo ha existido desde tiempo indefinido, y seguirá existiendo hasta tiempo indefinido. Por eso también se dice que Dios es el rey de la eternidad, porque siempre ha existido. Es el Gran Matemático.
Las personas que afirman que Dios no existe, pasan por alto la mayor evidencia de su existencia: Ellas mismas y todo lo que las rodea. Son como un abogado o detective que no acepta la evidencia del sándwich caliente sobre la mesa. Mira el sándwich, pero no cree que alguien lo haya puesto allí. Dice: “Tiene que haberse hecho a sí mismo porque no veo a ningún cocinero por aquí”.
Afirmar que el tiempo comenzó junto con el universo físico, y que antes del universo no existía el tiempo, sería lo mismo que decir que el cocinero del sándwich nació junto con el sándwich. No tiene nada que ver. ¡El sándwich es tan solo una de sus obras! Él tiene una infinidad de platos que ha preparado con la más elevada maestría. No creemos que un cocinero solo sabe preparar sándwiches, ¿verdad? Eso sería un disparate todavía más grande.
¿Y qué hay del presente, pasado y futuro?
Podríamos decir que el presente no existe, porque tan pronto como lo vivimos nos damos cuenta de que ya pasó. Inmediatamente se convierte en pasado. Y el pasado no existe. Es tan solo un recuerdo en nuestra mente.
El futuro tampoco existe, porque todavía no lo hemos vivido, y siempre será así. El pasado siempre estará en el pasado, y el futuro siempre estará en el futuro. Las frases publicitarias: “El futuro hoy” o "¡Esta es tecnología del futuro!" son solo ilusiones para vender más.
La verdad es que lo que vemos hoy está ocurriendo hoy. No es que el futuro se haya adelantado. El concepto de futuro siempre se mantendrá delante de nosotros, y el concepto de pasado siempre se mantendrá detrás. Y el presente, pasará tan rápido como deja de serlo en el instante mismo que lo vivimos. Cuando veas un vehículo del futuro, no es del futuro. Es de hoy.
De modo que no podemos retener el presente, rehacer el pasado ni adelantar el futuro. Lo que hacemos hoy lo hacemos hoy, y lo que haremos mañana, lo haremos mañana. El presente, pasado y futuro realmente no existen, son solo conceptos que hay en nuestra mente. Sin embargo, evocamos el pasado, vivimos el presente y planificamos el futuro. De hecho, la inteligencia y el progreso dependen de recordar lo pasado, compararlo con el presente y discernir el futuro.
Los científicos y filósofos físicos tienen diferentes teorías para intentar entender el tiempo y el universo, y hay muchos programas de televisión que versan en la materia. Pero si prestas cuidadosa atención a sus expresiones, a cada rato usan palabras condicionantes y de protección, tales como "quizás", "podría ser", "se piensa que", "algunos suponen que", "tal vez", "probablemente", "se ha dicho que", "dicen que", "se calcula que", "si optamos por", "si eso fuese así", "si eso fuera cierto", "en el supuesto que", "hay quienes afirman que", "dentro de diezmil millones de años", "hace cuatrocientos mil millones de años", "al comienzo del universo", "el paradigma es que", "cuando el universo llegue a su fin", "si viajáramos hasta un agujero negro", "si pudiéramos ir hasta el núcleo del Sol", "universos paralelos todavía no demostrados", "una teoría dice que", "los paradigmas aceptados por la comunidad científica", "si viajáramos en el tiempo", "si pudiéramos transportarnos al pasado lejano", "Es una teoría que", "Einstein descubrió que"...
Tales expresiones no aseguran nada, pero son verdaderas porque no aseguran nada. Son un reconocimiento de que muchas teorías del pasado llegan a ser desmentidas por descubrimientos posteriores, y hasta el día de hoy los científicos siguen revisando y replanteándose muchas cosas.
De modo que no podemos retener el presente, rehacer el pasado ni adelantar el futuro. Lo que hacemos hoy lo hacemos hoy, y lo que haremos mañana, lo haremos mañana. El presente, pasado y futuro realmente no existen, son solo conceptos que hay en nuestra mente. Sin embargo, evocamos el pasado, vivimos el presente y planificamos el futuro. De hecho, la inteligencia y el progreso dependen de recordar lo pasado, compararlo con el presente y discernir el futuro.
Los científicos y filósofos físicos tienen diferentes teorías para intentar entender el tiempo y el universo, y hay muchos programas de televisión que versan en la materia. Pero si prestas cuidadosa atención a sus expresiones, a cada rato usan palabras condicionantes y de protección, tales como "quizás", "podría ser", "se piensa que", "algunos suponen que", "tal vez", "probablemente", "se ha dicho que", "dicen que", "se calcula que", "si optamos por", "si eso fuese así", "si eso fuera cierto", "en el supuesto que", "hay quienes afirman que", "dentro de diezmil millones de años", "hace cuatrocientos mil millones de años", "al comienzo del universo", "el paradigma es que", "cuando el universo llegue a su fin", "si viajáramos hasta un agujero negro", "si pudiéramos ir hasta el núcleo del Sol", "universos paralelos todavía no demostrados", "una teoría dice que", "los paradigmas aceptados por la comunidad científica", "si viajáramos en el tiempo", "si pudiéramos transportarnos al pasado lejano", "Es una teoría que", "Einstein descubrió que"...
Tales expresiones no aseguran nada, pero son verdaderas porque no aseguran nada. Son un reconocimiento de que muchas teorías del pasado llegan a ser desmentidas por descubrimientos posteriores, y hasta el día de hoy los científicos siguen revisando y replanteándose muchas cosas.
La primera frase es engañosa porque contiene la expresión "nos demuestra", dándole un matiz de comprobación. Pero en realidad no demuestra absolutamente nada más que el permiso para suponer algo. Si uno no tiene cuidado al escuchar lo que se dice, podría terminar dando crédito a lo que solo es una suposición.
En el ejemplo, la expresión "demuestra" opaca "permite suponer" convirtiendo la afirmación en una frase engañosa que solo maquilla con un crédito algo que realmente no lo tiene.
En el ejemplo, la expresión "demuestra" opaca "permite suponer" convirtiendo la afirmación en una frase engañosa que solo maquilla con un crédito algo que realmente no lo tiene.
De hecho, de vez en cuando algunos expertos descubren cosas que los obligan a desechar todas sus teorías e hipótesis y a comenzar su investigación desde cero. Un ejemplo son los resultados del descubrimiento paleontólogo-arqueologico de 2013 del sistema de cavidades kársticas Rising Star en las llanuras de Sudáfrica.
Si un científico afirmara categóricamente algo que aún no ha sido plenamente probado, quedaría como un tonto aunque rebanara el tiempo de norte a sur como un pan, y de arriba abajo, de este a oeste, o como le dé la gana. Porque una teoría o hipótesis nunca ha sido suficiente.
Entonces ecomprendemos por qué es tan común el uso de palabras y frases que expresan posibilidades o meramente probabilidades. La realidad es que muchas cosas son sencillamente muy difíciles o hasta imposibles de comprobar, sobre todo la sinrazón.
Por ejemplo, no es lo mismo decir: "Esto nos demuestra que puede existir vida en otros mundos" que "Esto nos permite suponer que puede haber vida en otros mundos". "Es" no equivale a "podría ser" ni "quizás sea".
Si un científico afirmara categóricamente algo que aún no ha sido plenamente probado, quedaría como un tonto aunque rebanara el tiempo de norte a sur como un pan, y de arriba abajo, de este a oeste, o como le dé la gana. Porque una teoría o hipótesis nunca ha sido suficiente.
Entonces ecomprendemos por qué es tan común el uso de palabras y frases que expresan posibilidades o meramente probabilidades. La realidad es que muchas cosas son sencillamente muy difíciles o hasta imposibles de comprobar, sobre todo la sinrazón.
Por ejemplo, no es lo mismo decir: "Esto nos demuestra que puede existir vida en otros mundos" que "Esto nos permite suponer que puede haber vida en otros mundos". "Es" no equivale a "podría ser" ni "quizás sea".
Por otro lado, una pregunta no sustituye una declaración formal ni afirma ni desmiente nada, pero puede inducir a cualquiera a sustituir la verdad o realidad por una mera suposición, fantasía o ficción. Por ejemplo, si un orador preguntara: "¿Cree usted que estamos solos en el universo?". La respuesta que saltaría a la vista sería: "¡No!". Si no tenemos precaución, las suposiciones, conjeturas y sueños pueden convertirse en prejuicio rápidamente, y de ahí en una verdad irrefutable.
No neguemos que soñar e imaginar ha resultado siempre en descubrimientos, inventos y soluciones que han asombrado al mundo. Pero tampoco neguemos que en el campo de las probabilidades hay un amplio margen para la especulación, y en el universo (desde el microcosmos hasta el macrocosmos) son prácticamente infinitos los recovecos que podrían estimular toda clase de fantasías, unas que ningún ser humano estaría en capacidad de rebatir.
Pero, cuidado, ni siquiera la infinita inmensidad de probabilidades convierte una especulación, teoría o hipótesis en verdad, o dicho con sencillez, "podría ser" no "es".
No tengo la intención de hacer apología del agnosticismo, sino solo de colocar cada cosa en su lugar. Una suposición es una suposición, y un hecho comprobado es un hecho comprobado. La fantasía es fantasía, y la realidad, realidad. Que los científicos tengan fe en las leyes físicas y fórmulas químicas comprobadas no es incorrecto. Esa clase de fe es apropiada, teniendo en cuenta todos los factores.
Cierta científica que se burlaba de Dios dijo haber demostrado que podía crear vida en un laboratorio. Realizó una serie de pruebas físico-químicas procurando imitar los procesos originales, y logró su objetivo. Pero no se dio cuenta de que lo que más destacó fue que ella lo hizo. Imitó procesos ya existentes con materiales ya existentes y aplicó teorías y fórmulas ya existentes.
No tengo la intención de hacer apología del agnosticismo, sino solo de colocar cada cosa en su lugar. Una suposición es una suposición, y un hecho comprobado es un hecho comprobado. La fantasía es fantasía, y la realidad, realidad. Que los científicos tengan fe en las leyes físicas y fórmulas químicas comprobadas no es incorrecto. Esa clase de fe es apropiada, teniendo en cuenta todos los factores.
Cierta científica que se burlaba de Dios dijo haber demostrado que podía crear vida en un laboratorio. Realizó una serie de pruebas físico-químicas procurando imitar los procesos originales, y logró su objetivo. Pero no se dio cuenta de que lo que más destacó fue que ella lo hizo. Imitó procesos ya existentes con materiales ya existentes y aplicó teorías y fórmulas ya existentes.
Quedó demostrado que alguien tuvo que pensarlo, alguien tuvo que diseñar el procedimiento y alguien tuvo que hacerlo. Además, ¿dónde consiguió sus conocimientos? ¿Los obtuvo de la nada?
Quedó demostrado que no se hizo solo ni por casualidad. ¡No hubiera ocurrido ni en millones de años de evolución! Y aunque ella hubiese empezado de la nada absoluta, hubiera demostrado que alguien diseñó el procedimiento y lo llevó a cabo inteligentemente.
Ella fue quien lo hizo en su laboratorio siguiendo procesos que ella misma había diseñado al cabo de mucho análisis. Y para colmo, usó la frase: "Yo puedo crear vida en un laboratorio", recalcando que alguien tuvo que hacerlo, alguien tuvo que pensarlo. Lo mismo que el sándwich. No obstante, seguía siendo atea.
Por eso, si te preguntas cómo es que existe algo que aparentemente no existe, la respuesta es simple: ¡El presente existe y nadie en su sano juicio lo negaría! Aunque no sepa explicarlo. Su existencia es evidente. Es perfectamente comprobable. Pero si reflexionamos en ello, ¡en realidad no existe! Porque, un instante antes estaba en el futuro, y un instante después se convirtió en pasado. ¿Cómo hubiera nacido yo si me transportara al pasado y matara de un tiro a mi abuelo antes de que engendrara a mi madre? ¡Absurdo! El presente es tan corto, pero tan corto, que en realidad no existe. El pasado no podemos modificarlo. ¿Y en cuanto al futuro...?
Por eso, es una paradoja cuando pensamos en algo que no existe, como el número más grande y el número más pequeño, aunque en realidad todos los números existen; o en algo que existe, como el tiempo presente, cuando en realidad no podemos decir que existe porque ya pasó. Podemos entenderlo y al mismo tiempo creer que no podemos entenderlo. Existe, porque lo comprobamos a diario, pero no existe, porque ya pasó y no podemos retenerlo. Es el río del tiempo.
Como bien dijo humildemente una vez un connotado científico: "Creo que nos falta una pieza." ¿Darán algún día con dicha pieza, o tornillo?
Por eso, si te preguntas cómo es que existe algo que aparentemente no existe, la respuesta es simple: ¡El presente existe y nadie en su sano juicio lo negaría! Aunque no sepa explicarlo. Su existencia es evidente. Es perfectamente comprobable. Pero si reflexionamos en ello, ¡en realidad no existe! Porque, un instante antes estaba en el futuro, y un instante después se convirtió en pasado. ¿Cómo hubiera nacido yo si me transportara al pasado y matara de un tiro a mi abuelo antes de que engendrara a mi madre? ¡Absurdo! El presente es tan corto, pero tan corto, que en realidad no existe. El pasado no podemos modificarlo. ¿Y en cuanto al futuro...?
Por eso, es una paradoja cuando pensamos en algo que no existe, como el número más grande y el número más pequeño, aunque en realidad todos los números existen; o en algo que existe, como el tiempo presente, cuando en realidad no podemos decir que existe porque ya pasó. Podemos entenderlo y al mismo tiempo creer que no podemos entenderlo. Existe, porque lo comprobamos a diario, pero no existe, porque ya pasó y no podemos retenerlo. Es el río del tiempo.
Como bien dijo humildemente una vez un connotado científico: "Creo que nos falta una pieza." ¿Darán algún día con dicha pieza, o tornillo?
Una de las maneras de demostrar cómo se hizo algo es demostrar cómo "no" pudo hacerse. Al demostrar cómo no pudo hacerse, sale a flote la evidencia de cómo se hizo.
¿Aceptar o negar la evidencia?
Si en este momento te quedas inmóvil y solo mueves tus ojos alrededor, haz la siguiente prueba. Fija la mirada en un objeto y pregúntate: “¿Se hizo solo?”, luego fija la mirada en otra cosa y pregúntate lo mismo. Hazlo con todos los objetos que tengas a la vista, sin descuidar uno. Luego voltea la mirada y observa el sol, la luna o las estrellas, el mar, un río, las nubes, el viento, un árbol o unos pájaros que vuelan por ahí, o una mosca que revolotea, y di: “Eso sí se hizo solo”. Sentirás que algo falta. Porque esa respuesta no es lógica. Es la “Ley del Sándwich” que resuena en tu conciencia, porque sabes perfectamente bien que ningún sándwich jamás se hizo a sí mismo.
Entonces, aparta un tiempo para investigar, y cuando den un programa de televisión acerca del Sol, detente y escucha la explicación acerca de los intrincados sistemas que lo mantienen en acción, todas les leyes físicas que se requieren para su funcionamiento. Después haz lo mismo con la Luna, las estrellas, los mares, los ríos y lo que los llena; con las nubes, el clima, las aves migratorias y las moscas. Tan solo el análisis de la estructura de una pluma de pájaro, o de los pelos de las patas de un mosquito, te darán evidencia más que suficiente para entender que no pudieron haberse diseñado a sí mismos. Son extremadamente complicados tanto en estructura como en funcionalidad. Además, lo que más asombra es que parece que cada cosa tiene un propósito definido y que está funcionando a la perfección para el propósito para el cual fue diseñado. Y eso fue desde antes que naciéramos. Igualmente, si un sándwich tiene un propósito específico, ¡cuánto más las matemáticas y las plumas de una gaviota!
¿No viste a veces a un perro persiguiendo su cola por un largo rato? ¿No te preguntaste "por qué no se da cuenta de que es su cola", y que darle vueltas de esa manera no tiene ningún sentido, salvo demostrar que no está razonando?
Por eso, si algo no pudo hacerse a sí mismo, pero lo estamos viendo ante nuestros ojos, es evidencia clara de que alguien tuvo que hacerlo. Es la “Ley del Sándwich”, que es el primer principio de todas las ciencias, el cual dice que “nada en el universo conocido llegó a existir si alguien no lo hizo, ni puede evitar la entropía si nadie lo mantiene, ya se trate de un sándwich o de una galaxia”.
ARRIBA
¿Aceptar o negar la evidencia?
Si en este momento te quedas inmóvil y solo mueves tus ojos alrededor, haz la siguiente prueba. Fija la mirada en un objeto y pregúntate: “¿Se hizo solo?”, luego fija la mirada en otra cosa y pregúntate lo mismo. Hazlo con todos los objetos que tengas a la vista, sin descuidar uno. Luego voltea la mirada y observa el sol, la luna o las estrellas, el mar, un río, las nubes, el viento, un árbol o unos pájaros que vuelan por ahí, o una mosca que revolotea, y di: “Eso sí se hizo solo”. Sentirás que algo falta. Porque esa respuesta no es lógica. Es la “Ley del Sándwich” que resuena en tu conciencia, porque sabes perfectamente bien que ningún sándwich jamás se hizo a sí mismo.
Entonces, aparta un tiempo para investigar, y cuando den un programa de televisión acerca del Sol, detente y escucha la explicación acerca de los intrincados sistemas que lo mantienen en acción, todas les leyes físicas que se requieren para su funcionamiento. Después haz lo mismo con la Luna, las estrellas, los mares, los ríos y lo que los llena; con las nubes, el clima, las aves migratorias y las moscas. Tan solo el análisis de la estructura de una pluma de pájaro, o de los pelos de las patas de un mosquito, te darán evidencia más que suficiente para entender que no pudieron haberse diseñado a sí mismos. Son extremadamente complicados tanto en estructura como en funcionalidad. Además, lo que más asombra es que parece que cada cosa tiene un propósito definido y que está funcionando a la perfección para el propósito para el cual fue diseñado. Y eso fue desde antes que naciéramos. Igualmente, si un sándwich tiene un propósito específico, ¡cuánto más las matemáticas y las plumas de una gaviota!
¿No viste a veces a un perro persiguiendo su cola por un largo rato? ¿No te preguntaste "por qué no se da cuenta de que es su cola", y que darle vueltas de esa manera no tiene ningún sentido, salvo demostrar que no está razonando?
Por eso, si algo no pudo hacerse a sí mismo, pero lo estamos viendo ante nuestros ojos, es evidencia clara de que alguien tuvo que hacerlo. Es la “Ley del Sándwich”, que es el primer principio de todas las ciencias, el cual dice que “nada en el universo conocido llegó a existir si alguien no lo hizo, ni puede evitar la entropía si nadie lo mantiene, ya se trate de un sándwich o de una galaxia”.
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