Uno en miles

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El 11 de setiembre de 2001 pasó a la historia cuando dos aviones secuestrados fueron dirigidos hacia las torres del World Trade Center de Nueva York y estrellados de lleno contra estas.

Cuando todo empezó, cierto ingeniero que trabajaba en la Torre 1 ignoraba lo que realmente ocurría. De todos modos, alistó a Salty, su fiel perro guía labrador, porque este lo apremió, inquieto. Y a pesar de haber quedado invidente 15 años atrás, comenzó a descender con su ayuda desde el piso 71° hasta el primer piso, poniéndose a salvo de todo lo que sobrevendría pocos minutos después. Cuando las torres se desplomaron, vivió para contar su hazaña.

Usualmente la gente considera a los invidentes como personas limitadas que serían incapaces de valerse por sí mismas, y solo cuando se enteran de hechos como este reflexionan al respecto. Aunque perder uno o más de los sentidos ciertamente sería algo que nadie desearía, me resulta totalmente inaceptable creer que la vida deja de tener propósito solo porque un suceso imprevisto la sacude. A pesar de que a uno le cueste mucho reconstruir su amor propio a partir de los escombros, y a pesar de que mucha gente tal vez piense que todo ha terminado para uno, puede ingeniárselas para trazarse y alcanzar nuevas y mejores metas consiguiendo los recursos necesarios.

En su caso, Salty fue para él un recurso oportuno y formidable que lo ayudó a ponerse a salvo en medio de una situación crítica como la cual nunca había conocido el mundo. Siguiendo su instinto, Salty evitó los ascensores y llevó a su amo, seguro, por las escaleras. Y mientras miles desaparecían, abarrotaban los hospitales o morían, ellos salieron, paso a paso, por la puerta grande para contar su experiencia.

Lamento mucho todo el dolor que aquel suceso causó a tantas personas. Solo quiero enfatizar que aunque Omar Eduardo Rivera pudo quedarse sentado, esperando que alguien le tendiera una mano para ponerse en marcha, por ser invidente y hallarse aparentemente desvalido en el piso 71° de un edificio gigantesco que se consumía en llamas, en medio de la gritería desesperada de miles de personas, reforzó su motivación, se aferró a la correa de Salty y se dio a sí mismo una oportunidad de llegar, silenciosamente y en medio de la oscuridad de su ceguera, hasta la salida.

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