¿Qué es un debate?

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A veces nos hemos detenido a observar el típico truco con la piedrita y los tres vasos, y hemos quedado admirados de la rapidez con que se engaña a los ojos. Hay varios participantes: (1) El que hace el truco, (2) el que acepta el reto, (3) y los que observan quién gana.

Algo parecido ocurre con un debate: (1) El que toma la palabra, (2) el que presenta un enfoque diferente u opuesto, (3) y el público, entre el cual hay curiosos, conocedores, expertos, indiferentes, ignorantes e indecisos que esperan ver quién presenta el mejor argumento y el mejor incentivo.

Lo que poco se dice es que no sólo tenemos ojos que ven, literalmente, sino ojos que entienden. ¿Es cierto que las manos son más rápidas que la vista?

Por ejemplo, preguntamos a alguien: "¿Es que no ves lo que está pasando?", en vez de decirle: "¿Es que no entiendes lo que está pasando?". Y tal vez responda: "Mmm, ya entiendo", en vez de decir: "Mmm, ya veo".

Es cierto que "ya veo" puede significar que uno lo percibe con el sentido de la vista. Pero no olvidemos que los ciegos ven con el tacto y el oído.  Todos, videntes e invidentes, percibimos todo con inteligencia.

Por ejemplo, nos damos cuenta de algo, lo comprobamos, lo tenemos en consideración, lo examinamos, le prestamos atención, reflexionamos, conjeturamos, deducimos, analizamos o discernimos. Nos referimos a verlo con los ojos del entendimiento.

Y así como hay trucos tan rápidos que pueden engañar al sentido de la vista, hay algunas cosas, circunstancias, incidentes, problemas, propuestas, contratos, acuerdos, cálculos matemáticos, dudas, preguntas y respuestas, mensajes subliminales, enigmas y adivinanzas que podrían engañar a nuestros ojos del entendimiento, y lo que es más preocupante: a los ojos del consciente.

Es posible prevenir ciertos resultados o consecuencias si pensamos con perspicacia y discernimiento, cualidades analíticas de la mente, fruto de nuestro estudio y experiencia, o la de otros.

Unas veces nos precipitamos y damos por sentado algo que no resultó ser como pensábamos, y otras, nos descuidamos, pasando por alto algo que era evidente y estaba claramente frente a nosotros. Uno pregunta: "¿Por casualidad, has visto mis anteojos?", y le responden: "Los tienes puestos". ¡Plop!

Por eso hay cierta fascinación y expectativa por los debates. Porque pensamos que nos ayudarán a ver mejor los asuntos y poder tomar una decisión mejor informada. Pero, ¿acaso no podría suceder exactamente lo contrario y crear el efecto de que se nos hubieran perdido los anteojos a pesar de tenerlos puestos? 

Qué es debatir

No es muy complicado hallar el significado de las palabras. Siempre recomiendo buscar en un diccionario académico. Por ejemplo, el de la Real Academia online. Es gratis y de fácil acceso. Escribes "Debatir" y se abre la página con el significado y sus acepciones. Básicamente, "debatir" significa "discutir", "luchar" o "combatir", un enfrentamiento o confrontación de ideas, razones, motivos y sinergias.

Hay incontables páginas web relacionadas con el debate. Si quieres cursos de debate, teclea la frase: "curso debate". Cuanto más específica sea la frase, más específico será el resultado de la búsqueda. Por ejemplo, escribes: "curso oratoria debate Uruguay", la búsqueda será mucho más específica que si solamente escribes "curso debate".

Ahora bien, Oratorianetmóvil no hace apología sobre debate porque personalmente no lo considero un tema necesario para exponer en público, ni mucho menos para aprender a exponer en público. Sin embargo, hay quienes consideran que debatir es importante.

Por ejemplo, cuando un médico cirujano necesita aclarar sus dudas, convoca a una junta médica con el objetivo de tomar decisiones a favor del mejor procedimiento para el paciente. Esa clase de discusión es necesaria y muy respetuosa en todo sentido.

Sin embargo, hay algunos debates públicos que no tienen propósitos tan nobles. Generalmente avanzan a más y más confusión sin realmente agotar satisfactoriamente ningún tema. Algunos terminan como callejones sin salida, un túnel sin luz al final, una Caja de Pandora, el País de las Maravillas, solo un espectáculo circense.

Pero si lo que quieres es aclarar tus ideas, lo ideal es hacer una investigación personal seria y profunda, no guiarte por teorías conspirativas, opiniones de ignorantes ni por la impresión que causan oradores emotivos, impulsivos o astutos. 

La Historia nos ha mostrado que hubo caudillos famosos que agitaron con su oratoria a una multitud sedienta de demagogia, pero todo acabó en un desastre. La masa es susceptible de dejarse llevar por la agitación emocional de un orador que exacerba las pasiones, o todo lo contrario, a veces reacciona oponiéndose de manera violenta.

¿Por qué el famoso escritor, instructor de oratoria, vendedor profesional y autor de muchos best sellers, Dale Carnegie, confesó que había renunciado definitivamente a su propósito de seguir enseñando a debatir, y hasta desistió de escribir un libro sobre el tema?

Porque al cabo de incontables experiencias descubrió que, si bien era cierto que ofrecía un espectáculo muy interesante y entretenido, en realidad, cada uno de los contendores quedaba más convencido que nunca de su propio punto de vista, y los observadores quedaban más confundidos que antes debido a la avalancha de contradicciones. Por eso, apoyándose en su vasta experiencia como maestro de oratoria, sugirió: "Si es posible, huya del debate como huiría de una víbora de cascabel". 

No obstante, aunque reconozco que un abogado, por ejemplo, necesita capacitarse en todo sentido para litigar eficazmente, aquí te dejo bien clara mi opinión: Considero que, aunque la oratoria es indispensable para debatir o litigar, no es necesaria para exponer en público. 

Por ilustrarlo, para boxear hay que aprender a desarrollar una musculatura, pero para desarrollar musculatura no hay que aprender a boxear. Para aprender a tocar piano no es esencial estudiar música clásica. Para aprender repostería no es necesario saber cocinar comida italiana. Para aprender a escribir no es necesario leer diez mil novelas. Son objetivos diferentes que pueden correr paralelos, pero en todo caso no son realmente indispensables.

Algunos sinónimos de "litigar" son: "Contender", "altercar", "discutir", "combatir", "guerrear", "disputar" y "pleitear". En Oratorianetmóvil no promuevo estas actividades humanas como un requisito para cultivar el arte de exponer ante un auditorio. En todo caso, personalmente considero que debatir es un ejercicio opcional que el estudiante puede practicar llevando su oratoria al campo de la discusión. Otros sitios de Internet se aplican a eso. Aquí no.

Sin embargo, es innegable que a veces un auditorio o junta puede necesitar una aclaración sobre un asunto específico a fin de arribar a una decisión prudente. En tal caso, convocan a quien(es) mejor dominan el tema, y estos exponen sus conclusiones. No necesariamente tiene que convertirse en un debate. 

En cualquier caso, al margen de si se exige o no un debate, el procedimiento que sugiero es el siguiente:

1) Exponer claramente el problema y los hechos relacionados.

2) Presentar evidencia clara y testimonios confiables basados en hechos, no en suposiciones, conjeturas ni testimonios de personas poco confiables.

3) Analizar con el auditorio cómo aplican al caso las leyes, reglamentos, protocolos, procedimientos y principios implicados en el problema.

4) Citar cualquier material explicativo que haya sido redactado o publicado por especialistas, expertos y peritos en la materia. Se puede hacer durante la explicación o guardarlo bajo la manga para traerlo a colación en el momento más conveniente.

5) En vez de simplemente polarizar a la audiencia (poniendo al 51% a tu favor [eso sería solo la mitad de la fuerza, si hemos de creer que 'la unión hace la fuerza']), es prudente sugerir y procurar una decisión unánime que armonice con la explicación y beneficie a todos. Siempre debes procurar una aprobación unánime... aunque no lo consigas.

Eso de "Divide y vencerás" es discutible. No siempre una división lleva al éxito. Hay victorias temporales, pasajeras y egoístas, y victorias reales, permanentes, trascendentales y altruistas. ¿Cuál escogerías?

Tarde o temprano las verdades salen a flote como un corcho sin importar cuánto tiempo se haya mantenido bajo el agua. Bastará un detalle que lo incline y saldrá a flote. El aleccionador caso de El Hombre de Piltdown es emblemático de una verdad que todos quisieron creer.

¡Cuidado con la agnotología!

"La ignorancia a menudo 
puede propagarse so pretexto 
de ser un debate equilibrado."
-Robert Proctor

¿Quién? ¿Robert Proctor? Puedes investigarlo a tus anchas en Internet. Pero aquí lo explicaré a mi manera.

¿Recuerdas el ejemplo de los anteojos? Pudo suceder que los tenías puestos, pero no te diste cuenta porque estabas distraído con alguna preocupación. Por otro lado, pudiera ser que creas que ves perfectamente pero en realidad estés necesitando consultar con un oftalmólogo. 

También puede suceder algo parecido con los ojos del entendimiento. Algunos pensamientos y emociones pueden nublarnos, desviarnos, extraviarnos y hasta causarnos daño. Y sabemos que hay daños irreparables. Así como hay puntos ciegos físicos, también los hay, por decirlo figuradamente, puntos ciegos mentales, emocionales y espirituales.

Un destape histórico 

En 1979, una orden judicial destapó un secreto muy bien guardado. Un punto ciego para el público consumidor. Desde 1969, las tabacaleras habían estado usando cierto método para lograr repuntar sus alicaídas ventas a fin de contrarrestar la propaganda anti cigarrillos. Y funcionó muy bien. Sus ventas repuntaron. Hubo mucha documentación confidencial que se vieron forzados a sacar a la luz.

El científico y profesor Robert Proctor investigó a fondo la forma como se maquinó todo: habian inducido ignorancia con desinformación, y dicha desinformación a su vez fue coadyuvada por la ignorancia. Le dio el nombre de agnotologia.

Para impulsar las ventas, el consorcio de la industria tabacalera de los Estados Unidos desinformó al público a fin de combatir el conocimiento general valiéndose de conocimiento científico. Se desvirtuó la información verdadera sembrando dudas, y aquello se convirtió en su mejor estrategia.

¿Información verdadera para combatir información verdadera? ¿Información científica para combatir información científica? Eso mismo.

A ver ¿qué opinarías de este argumento?: "A los hombres les crecen pelos en el rostro (es verdad). A los monos les crecen pelos en el rostro (eso también es verdad). Conclusión: El hombre es mono. ¿Es eso verdad?

Seguramente reconoces que un argumento así no le bastaría a ningún investigador, ¿verdad? Se necesita mucho más para establecer la verdad. Pero si se lo dices a un niño, seguramente lo creerá... claro, solo por un tiempo, hasta que crezca y se dé cuenta de que no era un argumento válido.

¿Podría una persona usar agnotología en un debate para superar a su oponente, a quien después le resultaría difícil convencer al auditorio con la verdad? ¡Por supuesto! 

Pero no convencería a las mentes perspicaces que se dieran cuenta del ardid, personas que reflexionan y se percatan fácilmente de una jugada. Por ejemplo, a veces nos hemos quedado pasmados viendo un veloz campeonato de ajedrez. Pareciera que no pensaran en lo que hacen. ¡Pero por supuesto que piensan! Solo que más rápido que sus observadores, al grado que algunos movimientos se han convertido en reflejos condicionados.

Y así como una persona puede pensar rápido para jugar ajedrez o hacer el truco con la piedrita y los tres vasos, también podría usar su mente para diseñar cosas buenas o malas, beneficiosas o perjudiciales, egoístas o altruistas.

Hoy en día la agnotología se considera una ciencia. Hay universidades que investigan su aplicación en diferentes campos de la actividad humana. No solo ha sido aplicada al consumo del tabaco, sino al del azúcar, la leche, la comida rápida, la teoría de la evolución, la industria, la publicidad, el comercio, la política, la religión, el espionaje, la guerra, etc.

Cuando la idea de que fumar podía contribuir a contraer cáncer, las tabacaleras fundaron un centro de investigación. Después introdujeron dudas en el mercado para que los consumidores supieran la verdad sobre otras actividades humanas que también contribuían a contraer cáncer.

Así sembraron la idea de que fumar era tan malo como muchas otras actividades humanas (y el concepto "de algo hay que morir" se convirtió en "¿quien te ha engañado diciendo que fumar causa cáncer?"), y muchos encontraron la justificación perfecta. ¿El resultado? ¡Las ventas aumentaron!

¿Y qué tiene que ver esto con el debate? Que los debates no siempre favorecen al que sale al frente y expone las cosas con claridad y franqueza. ¿No escuchaste el refrán que dice: "No hay peor ciego que el que no quiere ver"? La agnotología no solo puede nublar la vista física, sino, como dije antes, nublarla mental, emocional y espiritualmente.

La ignorancia y la desinformacion juegan un papel clave, tanto en la idiosincracia de las autoridades como en la idiosincrasia de las personas. Y coadyuvan el deseo, el capricho, la pasión, el qué dirán, el temor al ridículo, el miedo al fracaso, los deseos de figuración, el espíritu de competencia y otras fuerzas interiores. 

La ignorancia y la desinformación forma parte de nuestra naturaleza. No podemos saberlo todo. Siempre habrá cosas que ignoremos. Pero cuando se trata de una ignorancia y desinformación intencional, planificada, orquestada, inducida o estratégica se convierte en agnotología. 

Me atrevo a decir que es el sofisticado arte del engaño: combatir y socavar la verdad exponiendo verdades (o supuestas verdades) para dejar libre el camino a falsedades descaradas.

Por lo tanto, si a pesar de mis esfuerzos por disuadirte, insistes en convertirte en Competente en Debates, ya sea porque el tema te apasiona o porque tu carrera o campo de experiencia te lo exige, cumplo con advertirte que tomes tus precauciones y midas el riesgo por medio de investigar el alcance y los peligros de la agnotología. Podrían usarla en tu contra.

Si quieres ganar una partida 
de ajedrez, no bastará con tener 
algunas nociones de ajedrez;
y  si quieres ganar un debate, 
no basta con tener algunas 
nociones de oratoria.