La oratoria y el espíritu de competencia

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Un tema recurrente que a veces recibo en forma de pregunta, generalmente de parte de estudiantes, es "¿Cómo ganar un concurso de oratoria?"; y una pregunta recurrente de parte de maestros es: "¿Cómo ayudar a un estudiante a participar y/o ganar en un concurso de oratoria?". Por eso de vez en cuando escribo un nuevo comentario al respecto.

¿Promovemos aquí competencias de oratoria?

No. Aunque este es un app que te provee pautas específicas para cultivar la oratoria como arte y como un medio eficaz de comunicación, no ha sido diseñado para estimular el espíritu de competencia ni para regalar los oídos a quienes quisieran hacer de la oratoria un medio para manipular o dominar a un auditorio. Dale Carnegie consideraba que toda expresión artística era autobiográfica, y de hecho recomendaba huir del debate como de una serpiente venenosa. La oratoria como arte no puede menos que compararse con otras expresiones artísticas, como la pintura y la música.

La oratoria y el arte

En mi opinión, cada expresión artística es en sí misma un espejo de ciertas cualidades de su creador, ya se trate de un dibujo, una canción o un discurso. Su obra nos deja percibir su carácter, personalidad e inclinaciones. Además, se convierte en una especie de huella digital o anillo de sellar que nos revela aspectos específicos de lo que hay en el interior del artista. En la pintura, por ejemplo, esto puede revelarse por los colores seleccionados o la suavidad o tosquedad de los trazos; en la música, por los acordes, la melodía o el ritmo; y en la oratoria, por el tema, los adjetivos y ademanes, la intensidad o el tono de voz, por citar solo unos aspectos. Por la misma razón, cuando seleccionamos voluntariamente una exposición de pintura, concierto musical o conferencia para asistir como espectadores, pudiéramos estar reflejando ciertas tendencias o rasgos de nuestra personalidad que sintonizan o armonizan con los autores o promotores de la obra.

Para el artista, el arte es simplemente la 'habilidad que alguien tiene para hacer algo', una expresión humana desinteresada, con o sin conocimiento especializado, que ofrece una óptica o punto de vista personal como interpretación de la realidad valiéndose de recursos plásticos, sonoros y/o linguísticos; y para el maestro de una corriente artística, es la 'habilidad que alguien tiene para hacer algo', que se basa en principios y normas, ya sea que sea o no una imitación de la realidad. Hasta la ruptura de las reglas ha obligado de vez en cuando a los maestros a ampliar la aplicación de los principios, reconociendo que hasta los trazos espontáneos de un niño de corta edad pueden producir placer en los espectadores.

Ya se trate de un dibujo, una canción o un discurso, la obra del artista nos deja percibir un reflejo de su carácter, personalidad y motivación dominante. Además, se convierte en una especie de huella digital o anillo de sellar que puede revelanos aspectos específicos de lo que hay en su interior.

¿Hasta qué punto exigir al estudiante?

De hecho, hay quienes rompen alguna regla de vez en cuando, intencionalmente, para mostrar que las normas que tuvieron vigencia en otra época, pueden cambiar. Por ejemplo, tal vez una persona educada se horrorizaría si oyera decir que "Fulano es un cristiano light", es decir, un cristiano nominal, que ha perdido sus características cristianas esenciales. Pero se escandalizaría aún más si viera incluida la palabra "light" en la última versión del diccionario de la Real Academia, sobe todo porque tendría que ser flexible y aceptarla como válida.

¿Estamos autorizados para utilizar libremente la palabra "light" al expresarnos porque el diccionario ahora la incluye? ¿O es que su uso generalizado ha autorizado finalmente a la Academia a incluirla como aceptada? ¿Son los pueblos los que deben hablar como mandan los académicos, o son los académicos que deben respetar cómo se expresan los pueblos? Bueno, la Academia ha reconocido públicamente de vez en cuando que nunca podrá ofrecer al público una obra terminada. Por eso debemos considerar que el Diccionario es un instrumento perfecto solo en el sentido de haber alcanzado su mayor grado de excelencia en su línea al tiempo de su publicación. Pero no en el sentido pleno de haber alcanzado el grado máximo en términos generales, porque siempre seguirá añadiendo palabras. ¿Sobre qué base? ¿El capricho de los académicos? De ninguna manera.

El idioma es como los instrumentos de una carpintero. Cuanto mejor conozca uno cómo funcionan, más provecho les sacará; y cuanto menos familiarizado esté con su uso, menos calidad alcanzará su obra. De modo que el propósito de conocer el idioma es habilitar la mente para dar un mejor uso a la lengua. No fue diseñado para competir unos con otros y ver quién hablaba mejor, sino para integrarnos y capacitarnos mejor para poder ofrecer una contribución más eficaz a la sociedad.

Debemos aprender a ser más flexibles en este asunto imitando el ejemplo de la Academia, es decir, reconociendo que un idioma es de suyo expansivo y que no se perfecciona por instinto, sino porque otros nos lo han transmitido.

¿Fuente de malestar o bienestar?

Un concurso de oratoria puede convertirse en una extraordinaria fuente de depresión para los que concursan, no solo por la probabilidad de perder la aprobación del público, sino porque generalmente no se elige a la persona que aplicó mejor los principios, sino a la que gustó a los jueces o a la mayoría, como si gustar fuese en sí mismo lo más importante en la comunicación.

En mis más de 30 años enseñando oratoria a miles de personas siempre he transformado a cada alumno, individualmente, en un ganador frente a su pasado, y les he entregado un diploma a cada uno, no en comparación con los demás, sino sobre la base de sus propios méritos. Opino que no me sentiría agradecido por el don de la enseñanza si alguna vez hubiera exhibido a mis alumnos ante un auditorio como perdedores frustrados solamente para satisfacer el ego de uno de ellos y de sus parientes y allegados. La palabra griega para "promover competencias" es "provocándonos unos a otros".

Si un premio tiene el poder de robar el desinterés que debería caracterizar al artista, y hacer que el 99% de los participantes, que también se ha esforzado mucho por dar todo de sí para mostrar su habilidad para hablar, con o sin conocimiento especializado, para ofrecer su óptica o punto de vista personal de la realidad valiéndose de un tema, no deseo ser parte de ello.

Pero alguien tal vez se pregunte: "¿Y las pautas que proveía Oratorianet.com para los concursos de oratoria?" Servían para que, en caso de que a jueces y participantes no les quedara otra opción que cumplir, tuvieran una visión más objetiva de las diferencias entre los principios y las reglas, para que los usaran con flexibilidad e hicieran un trabajo más consciente. Sin embargo, como instrumentos mayéuticos, no marciales.

Por eso la esencia recurrente de mi respuesta a las preguntas "¿Cómo ganar un concurso de oratoria?" y "¿Cómo ayudar a un estudiante a participar y/o ganar en un concurso de oratoria?" es que, en vez de estimular, un concurso de oratoria puede convertirse en un medio para generar depresión en los participantes, porque produce un ramillete de perdedores que no necesariamente tenían que perder, si hemos de creer que la oratoria, como cualquier arte, es simplemente la habilidad para hablar con elocuencia, una expresión humana que expresa un punto de vista de la realidad mediante el habla y/o la escritura. Y si en algún momento digo que debes hablar con entusiasmo semejante a fuego controlado y aplicar, de ser posible, la mayoría de los principios, es porque si el público no ve entusiasmo ni habilidad, usualmente tiende a desaprobarte.

Pero se dice que "competir es saludable"

Aunque ciertas personas toman como ejemplo los antiguos Juegos Olímpicos griegos o los juegos de ajedrez para justificar los concursos y competencias de oratoria como 'incentivo para el progreso individual y colectivo', otras no estarían del todo de acuerdo. Hay algunos factores que conviene repasar. Sin ánimo de despertar rechazo por los juegos físicos o intelectuales, ¿cuánto sabes acerca de las competencias y concursos y su influencia en la historia de la humanidad?

Por ejemplo, la celebración cuatrienal de los juegos olímpicos tuvo su origen en la intención de aglutinar a las ciudades-estado que estaban divididas políticamente, y de base para establecer la cronología de la era griega. Actualmente, y por lo menos en teoría, los Juegos Olímpicos deberían reflejar "cooperación internacional y buena voluntad," según afirmó un presidente del Comité Olímpico Internacional (IOC). Pero ¿cuándo ha edificado la competencia la amistad entre los competidores? En realidad, antiguamente los Juegos Olímpicos eran peligrosos y brutales, y los competidores rogaban para recibir o la corona [de la victoria], o de la muerte, según escribió Enoch Powell en su libro Los juegos olímpicos: Primeros mil años. Una vez cierto corredor de Estados Unidos dijo: "La pista y el campo hacen divertido el deporte, pero aquí todos parecen hacer lo posible para que comience a odiar a mi competidor."

Según un editorial del Times de Nueva York del 25 de junio de 1969, "continuamente la competencia está comenzando más temprano y está aumentando: Para ingresar en las mejores escuelas, para ingresar en las mejores universidades y para enfrentarse a las pruebas de una sociedad apremiante e impelente". En otra ocasión, este mismo órgano comentó: "Varios grupos internacionales todavía tratan de sanar las cicatrices que dejó la guerra entre Honduras y El Salvador que comenzó con un juego de fútbol."

Y ¿qué decir del ajedrez? Aunque es un juego muy interesante, el famoso campeón mundial de ajedrez Boris Spassky declaró: "Por naturaleza no tengo impulso combativo... Pero en el ajedrez uno tiene que ser un luchador, y yo me convertí en uno por necesidad." Y otro famoso jugador de ajedrez, Stuart Marguiles, dijo que 'no hay comparación con ningún otro deporte en lo que se refiere al esfuerzo por destruir la psiquis del oponente". Y añadió: "Nunca oí a nadie decir que venció a su oponente. Siempre se trata de 'lo aplasté', 'lo destruí', 'lo maté' o 'lo asesiné'." Y la revista Times de Nueva York declaró: "La mayoría de las familias se las arreglan para confinar al tablero de ajedrez los inevitables conflictos que surgen en el juego. Pero en algunos hogares, las tensiones permanecen mucho después del jaque mate."

Horowitz y Rothenberg, en su libro The Complete Book of Chess, bajo el subtítulo "El ajedrez es una guerra", dijeron que "las funciones que se asignan a [las piezas de ajedrez], los términos que se usan para describir estas funciones, la meta final, la brutalidad justificada para lograr el objetivo... todo se traduce nada menos que a guerra." Y es interesante que por lo general se acepte que la cuna del ajedrez fue la India de hace muchos siglos, llamado chaturanga, o "Juego del ejército". Los cuatro elementos del ejército de la India —carros, elefantes, caballería e infantería— estaban representados por las piezas que con el paso de los siglos se denominaron torres, alfiles, caballos y peones. La actriz Sylvia Miles declaró: "Para ser un jugador de ajedrez profesional, uno tiene que ser un asesino. Si el espíritu de competencia en las mujeres norteamericanas alguna vez llega a ser tan fuerte, entonces creo que tendremos algunas importantes jugadoras."

¿Cómo lograr que el entrenamiento en oratoria sea eficaz?

El diario Latin America Daily Post dice que ‘el espíritu de competencia y la conducta orientada hacia el éxito suponen un factor de alto riesgo en el desarrollo de afecciones cardíacas’. Y un joven contador confiesa: "Tengo mucho miedo de cometer un error en la oficina. Trabajo sin descanso, y me siento frustrado al ver que no se reconoce mi esfuerzo". (Otros tipos de miedo, puedes buscar en http://www.fobias.net).

El Dr. Arnold Fox aconseja: "Querer ser el primero es una meta loable, pero no permita que esta idea domine su existencia. Si resulta en que le vuelva la espalda al amor, la risa, el goce de la vida, o si por su obsesión de triunfar se olvida de disfrutar de la vida, usted está generando estrés".

Veamos cómo la deportista Willye White, atleta de salto largo de Estados Unidos, desplegó un verdadero espíritu deportivo. En los campeonatos nacionales que se celebraron en 1965, apeló ante los oficiales cuando creyó que habían eliminado injustamente de la competencia a su principal rival, logrando su reintegración. ¿Le convino? Su rival ganó el campeonato. Pero más tarde Willye declaró: "Aunque yo deseaba ganar igual que los demás, ¿qué mérito hubiera tenido ganar gracias a una injusticia?"

El que una persona saque lo mejor de sí y se convierta en una oradora eficaz depende mucho de su motivación, del desarrollo de su personalidad y del estudio y práctica de los principios y las técnicas, y del grado que quiera alcanzar. Pero desde un punto de vista natural, la oratoria es una manifestación artística que no necesariamente tiene que sujetarse a reglas caprichosas que otros impongan a un grupo, ni mucho menos convertirse en un agente productor de estrés o depresión.

En mi opinión, un maestro que enseña oratoria ha de ayudar al estudiante a sacar de su interior lo mejor de sí, tal como haría un maestro de pintura o música, reconociendo que toda pieza de oratoria es una interpretación única, cargada como está de la manera que tiene el propio orador de interpretar la realidad valiéndose de su palabra, una expresión humana desinteresada, al margen de si tiene o no conocimiento especializado. El maestro debe evaluar cada exposición como una autobiografía artística única, sabiendo que hasta los trazos espontáneos de un niño de corta edad tienen un elevado valor en sí mismos, por ser de interpretación propia.

Por estas razones, no diseñé este app para estimular el espíritu de competencia ni para regalar lo oídos a quienes quisieran seguir poniendo el énfasis en "perder el miedo", "dejar de sentir nervios" o "dominar al público", lo cual perpetúa el tabú que Dale Carnegie derribó a comienzos del siglo pasado. La realidad es que el miedo no es malo, los nervios son muy útiles y el público no quiere que lo dominen, sino que lo inspiren. Pero para enfocar el miedo, los nervios y el control de la situación desde una perspectiva edificante, conviene conocer los principios y las técnicas que, como herramientas, pueden hacer que uno saque lo mejor de sí.

Este app fue diseñado como una fuente de bienestar para el aficionado y el principiante que necesitaran que se les explicaran las cosas sin terminología técnica ni enredada, para facilitarles el entendimiento de que cualquier persona es capaz de diseñar un discurso breve y causar una impresión agradable en sus oyentes, y que no necesita concursar para saber si resulta mejor o peor que los demás. Solo provee pautas específicas para cultivar la oratoria como arte y un medio eficaz de comunicación, no para competir ni generar estrés en sus lectores.

Por tanto, vista desde un punto de vista artístico, debido a que la oratoria no puede menos que compararse a otras expresiones de arte, como la pintura, la escultura o la música, debes aprender a valorar tus discursos en su verdadera dimensión, al margen del tema y de si es espontáneo o preparado, en vez de salir a exponer solo por competir. Porque tu oratoria es simplemente una manifestación propia mediante la cual brindas a los demás una interpretación lo que piensas y sientes.

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