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Si conduces un automóvil por mucho tiempo sin revisar el estado de los neumáticos ni darles atención, solo será cuestión de tiempo hasta que la capa externa se gaste y la interna quede expuesta y explosione. Si en ese momento estás yendo a gran velocidad, podría causar un vuelco y algunos muertos y heridos.
Algo parecido sucede en las relaciones humanas cuando las tensiones se acumulan hasta el grado en que uno ya no da más y acaba reventando contra alguien.
Por ejemplo, a mediados del año 2001, tres seres humanos ponían fin a su vida en algún lugar de la Tierra cada dos minutos.
En 2014, el famosos actor y comediante Robin Williams fue hallado colgando del cuello en su habitación. Era una persona alegre que siempre hizo feliz a los demás. ¿Qué sucedió?
Kay Redfield Jamison dijo: "La tensión desgasta la capacidad de la mente para tolerar la desesperación".
Y es cierto. La tensión constante termina convirtiéndose en un enemigo silencioso que desgasta poco a poco la capacidad para tolerar o soportar la desesperación.
Aunque puede evitarse, lamentablemente hay obstáculos en el corazón que favorecen el desarrollo de ciertos factores subyacentes íntimos e insondables que podrían detonar una carga explosiva de emociones. Por ejemplo, el descorazonamiento podría resultar insoportable a algunos.
Según ciertos estudios, de cada 400 personas que pensaban quitarse la vida, 200 lo intentaron, pero solo 1 llevó a cabo su intención.
No obstante,¿acaso los estudiosos tienen facultad para leer la mente y el corazón y averiguar cuántas personas realmente intentarían poner fin a su vida? ¿Han entrevistado a los suicidas para saber lo que pensaban antes de hacerlo? Muchos son honrados al decir que los resultados de cualquier estudio son solo pálidas referencias de la realidad.
Felizmente algunos que se acercaron al borde mismo de la muerte recuperaron a tiempo el control de su vida y vivieron para contarlo, como Kay Redfield Jamison, que confesó que cierta vez intentó suicidarse.
A tiempo ella hizo una exhaustiva investigación y descubrió que 'la desesperación podía volverse insoportable, podía debilitar y socavar la capacidad mental para refrenar el impulso al suicidio', tal como los frenos de un vehículo podían volverse ineficaces en una pendiente prolongada, debido a la fricción constante.
Cuando Kay recuperó su confianza y comodidad, sintió nuevamente el compañerismo con los demás, se perdonó a sí misma, perdonó y pidió perdón a otras personas, y experimentó el éxito. Todo gracias a que logró tomar conciencia a tiempo de ciertos factores subyacentes que medraban en su interior, además de que descubrió los obstáculos que estaban impidiéndole sacar a luz el problema. Gracias a ese conocimiento, logró desactivar los detonantes y librarse de la presión.
¿Factores subyacentes, obstáculos, detonantes? ¿Qué es eso?. Esas son palabras grandes. Lamentablemente, pocos suicidas investigan y averiguan lo que significan y cómo influyen en su decisión de quitarse la vida.
El "lecho marino" de nuestro corazón
El lecho marino es el suelo del fondo del mar, que la mayoría solemos ver con respeto reverente, especialmente cuando ocurre un huracán o tsunami. Pero es un misterio todo lo que hay debajo, sobre todo cuando se levantan tinieblas de arena y olas intimidantes que hunden barcos enormes. ¡Algunos hasta sienten pánico de solo pensar en aguantar la respiración y sumergirse unos cuantos metros en una piscina!
Sin embargo, los buzos profesionales que descienden muy profundo quedan admirados de cuán hermoso es nuestro planeta por dentro. Es de una belleza deslumbrante. No falta quien se pregunte para qué invertimos tantos recursos yendo a la Luna o buscando vida en otros planetas y galaxias si ni siquiera hemos raspado la superficie del lecho de los mares ni de tantos xenotes recónditos donde abunda la vida y crecen hermosos paisajes inexplorados.
Algo similar podemos decir con relación a nuestra mente y corazón. Los observadores solo perciben lo que sale a la superficie cuando nos manifestamos abiertamente. Y nosotros mismos nos sentimos abrumados y hasta intimidados cuando alguna circunstancia resulta en que logramos vernos más profundamente, ya sea mediante un autoanálisis subjetivo o una evaluación más objetiva por medio de ayuda profesional.
Quizás por fuera se nos vea malhumorados o desadaptados, pero por dentro tengamos un gran corazón, listo para dar de sí con generosidad. Tal vez se nos vea alegres un momento, y después, muy disgustados, y no sepamos cómo mejorar.
Cierta joven visitó a un psiquiatra. En una de sus sesiones salió despavorida. Ciertas preguntas del especialista comenzaron a abrirle las puertas a un conocimiento más exacto de lo que había en su interior, y no lo soportó. Se retiró gritando y haciendo gestos de rechazo: "¡No, no quiero saber más! ¡Por qué me hace esas preguntas!".
Prefirió cerrarle las puertas a la verdad y perderse las maravillas que descubriría después en su interior. Había pasado muchos años viendo solo el lado negativo de su vida. ¿Y lo positivo? No le dio oportunidad. Felizmente, después logró una importante mejora.
Por muy feo que uno se vea por fuera, ¡seguramente por dentro tiene un corazón hermoso y un enorme potencial! Su alma no es un entorno lleno de telarañas y murciélagos. Solo es cuestión de darse tiempo y licencia para superar ciertos miedos iniciales y tratar de ver más allá del sufrimiento y el dolor de los que fue víctima, quizás por muchos años.
Por eso, veamos ciertos factores subyacentes, obstáculos y detonantes que se interponen en el camino.
¿Qué es un factor subyacente?
Un factor es un componente, una pieza, un elemento, un detalle, una parte de un todo, una pieza de un rompecabezas. Y algo subyacente es todo aquello que yace o habita en una zona interior, íntima, inferior, profunda, recóndita, abisal o hasta insondable.
Cuando hablamos de un factor subyacente, nos referimos a un detalle latente u oculto. ¿No hemos exclamado a veces: "¡Se me escapó el detalle!" después de que las circunstancias se aclararon y nos dimos cuenta de que habíamos pasado por alto cierto factor subyacente? Luego, de ser posible, le dimos atención, es decir, lo tomamos en cuenta, rectificamos nuestras actitud y obtuvimos mejores resultados.
Por ejemplo, cierta persona sufría mucho por un problema que consideraba un desorden de su personalidad. Pero luego aprendió que no se trataba de un problema de su carácter y personalidad, sino de un desborde hormonal que ocurría en su organismo. No tenía control sobre ello.
Las hormonas son moléculas que el cuerpo humano secreta en los órganos y luego se desplazan libremente por la sangre hacia otros órganos, causando determinados efectos esenciales para la vida. Lógicamente, como nadie es perfecto, a veces estas substancias se descontrolan y contribuyen a la multiplicación de nuestros problemas.
Se han identificado alrededor de 60 hormonas diferentes. Unas regulan la reproducción, otras el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo. No conocemos todas, pero quizá hemos oído hablar de la insulina, la oxitocina, la testosterona o el estradiol, todas necesarias e importantes. (Más)
Ya se trate de un malfuncionamiento hormonal o de nuestros pensamientos o sentimientos negativos, mientras pasemos por alto cualquier factor subyacente de importancia, será muy difícil atar los cabos necesarios para discernir el asunto.
Por ilustrarlo, para atravesar el Canal de Panamá, el capitán de un barco está obligado por ley a ceder el mando de su nave a un Práctico, es decir, un navegante experimentado que conoce perfectamente la geografía del lecho o fondo marino. Una vez al otro lado, devuelve el control al capitán. Por decirlo figuradamente, el Práctico está familiarizado con "los factores subyacentes" de esa zona del mar.
Algo similar sucede con las personas y las relaciones humanas. Aunque vemos y oímos a otro con nuestros ojos y oídos cuando nos habla, y tal vez hasta lo toquemos le estrechemos su mano, le demos un abrazo o un beso, hay factores subyacentes en el fondo de su personalidad y carácter acerca de los cuales solo podemos obtener una visión parcial. Solo el Creador sería capaz de discernir el 'lecho marino' de su mente y corazón, por decirlo así, y sintonizar con ella a la perfección y satisfacer sus necesidades superiores.
¿Qué es un obstáculo?
Por otro lado, un obstáculo es un inconveniente, un tropiezo, un estorbo, un atolladero, una barrera, una dificultad, un suceso imprevisto, un impedimento, un freno y cualquier cosa que entorpezca o demore la consecución de cierto objetivo.
Por ejemplo, tenemos que llegar puntualmente a una cita, pero un accidente en la carretera nos obliga a desviarnos por una ruta alternativa. El resultado es que, no solo nosotros, sino todos, llegamos tarde, y cada uno sufre las consecuencias.
Hablando de las relaciones humanas, los obstáculos asumen una infinidad de tonos y matices dependiendo de qué se trate.
Por ejemplo, quizá queremos declarar nuestro amor a alguien y la timidez nos bloquee por completo. O queremos pedir perdón a alguien, solo para enterarnos de que acaba de fallecer. O tal vez estemos llevando un regalo a un pariente, y nos enteremos de que acaba de traicionar nuestra confianza. O queremos contar a nuestros padres algo que nos genera una gran ansiedad, pero no nos ayudan a expresarnos con absoluta libertad. O queremos confesar un mal, pero sentimos temor de las consecuencias. En todos esos casos, hay un obstáculo que se interpone bloqueando la solución, aquello que podría darnos una satisfacción, alegría, consolación o perdón.
¿Qué es un detonante?
Un detonante es una substancia o mezcla que puede causar el estallido de una carga explosiva, como, por ejemplo, la pólvora.
Hay muchas clases de detonante, al margen del tipo de carga explosiva. Una chispa en una alfombra podría ocasionar un pavoroso incendio. En las relaciones humanas se podría decir que representa aquello que puede conducir a un estallido emocional. ¡Sí! Del mismo modo como para disparar balas hay que percutir la pólvora de sus casquillos, una pelea o explosión de cólera requiere un factor detonante.
Los factores subyacentes, los obstáculos y los detonantes son asuntos que nos conciernen, porque cuando se combinan negativamente pudieran liberar mucho poder destructivo.
Por ejemplo, el suicidio de alguien es una manifestación y un efecto que nos desconcierta porque nada se puede hacer después de consumado. No podemos entrevistar al fallecido. Discernimos muy tarde "el detalle que se nos había escapado", es decir, el factor subyacente, obstáculo o detonante que finalmente culminó en el hecho.
Lamentablemente, como ocurre con los tornados: Hasta ahora su intensidad solo ha podido medirse por el daño que deja atrás. A veces arrastrando consigo a inocentes que no tenían absolutamente nada que ver con sus problemas.
Pretendiendo interpretar la voluntad de un suicida, Voltaire solía decir: "Todo [aquel] que se quita la vida en un arrebato de melancolía, en realidad habría deseado vivir hasta la siguiente semana."
Por eso, veamos algunos de los factores subyacentes, obstáculos y detonantes más comunes y procuremos tenerlos siempre en cuenta para darles atención oportuna.
Ejemplos de factor subyacente
Algunos factores subyacentes pudieran ser: Mala interpretación. Frustración. Estrés. Deseos de ser ricos y/o famosos. Depresión. Pena profunda. Pérdida de la esperanza. Falta de ganas de vivir. Herencia genética. Niveles bajos de serotonina. Alcoholismo. Afición a las drogas. Trastornos mentales, etc. Cualquiera de estas cosas podrían desequilibrar a cualquiera.
Por ejemplo, el final de la obra "Romeo y Julieta" deja al espectador con una terrible sensación de impotencia al consumarse un suicidio doble que bien pudo evitarse. El apuesto Romeo se quitó la vida junto al lecho de Julieta creyendo que ella había fallecido. En realidad, ella solo había bebido una poción que la sumió en un sueño profundo. Ella despertó, vio muerto a Romeo y se suicidó. Una sinergia negativa provocada por una pésima interpretación de la realidad. Suena exagerado, pero ciertas deducciones inadecuadas pueden acumular suficiente presión como para conducir a verdaderos desastres.
Ejemplos de obstáculo
Algunos obstáculos que dificulten o imposibiliten la solución pudieran ser: Sentimientos de vergüenza. Soledad por aislamiento voluntario. Desconfianza. Sensación de fracaso. Sentimientos de culpa. La persona pudiera sentirse tan avergonzada que oculta o disimula lo sucedido. Tal vez se aísle manteniéndose a distancia de ciertas personas, o hasta completamente a solas. Por ejemplo, si alguien denuncia haber sufrido una violación,
y nadie le cree, pudiera ser más devastador que la violación misma. Nadie denunciaría cosa semejante a sabiendas de que solo terminará quedando en ridículo. Si pensara que nadie le creería, o que el ofensor tomaría represalias, seguramente preferiría ahogarse en el silencio... o hacer algo peor.
Puede que se nuble el juicio de la persona, volviéndola excesivamente crítica consigo misma o con los demás, de modo que ahora condene drásticamente cualquier pequeño error, o deje de confiar en quienes precisamente hubieran podido ayudarla. Una vez arraigada la desconfianza en su corazón, tal vez abrigue una suspicacia exagerada o prejuicio para con todos. O pudiera embargarla una sensación de fracaso, sintiéndose inútil y sin probabilidades de tener éxito en campo alguno. El sentimiento de culpa quizás erosione su amor propio hasta dejarla exhausta, sintiendo un profundo vacío.
Cierta niña que había cumplido edad suficiente como para tomar conciencia de su femineidad, se quejaba amargamente de su madre porque todas las semanas la revisaba íntimamente para ver si había tenido relaciones sexuales. En su juventud temprana su madre había sufrido abuso sexual. Lamentablemente, al perder la perspectiva echó a perder la felicidad de su hija rodeándola de un halo de desconfianza permanente, cultivando en ella una fobia enfermiza por todos los hombres que se le acercaban.
También pudieran convertirse en obstáculos cualesquier sentimientos de autosuficiencia, exceso de amor propio o de confianza en uno mismo, como la egolatría, presunción, arrogancia, orgullo, indiferencia, insensibilidad, apatía, engreimiento, falsa modestia o celo mal dirigido, cosas que le impedirían que reconociera y aceptara cualquier clase de ayuda. Un alcohólico, por ejemplo, tiene que ser convencido de que tiene un problema, porque aunque le resulta imposible dejar de estirar la mano y tomar una copa, usualmente niega tajantemente su enfermedad.
Puede convertirse en un verdadero obstáculo cualquier cosa, sentimiento o circunstancia que le cierra el paso a la ayuda que se requiere. En el ínterin, contribuye a que los factores subyacentes se fortalezcan o multipliquen, acumulándose como una carga explosiva cada vez más potente. Es así como lo que antes era algo insignificante, como la picadura de una pulga, después se interpretó como el mordisco de un león, y más adelante, ¡como un pisotón de Godzila!
Ejemplos de detonante
Cualquier cosa que nos irrite o produzca estrés podría convertirse en un detonante.
Por ejemplo, una injusticia, una ofensa. un problema en la escuela, tensión por un examen, una baja calificación, la simple mención del nombre de un ofensor, mala salud que se quebrante gravemente de un momento a otro, una fuerte inquietud acerca del futuro cercano, un problema familiar que se profundiza, acoso intenso de parte de un abusón, un romance trunco, un amor imposible, una profunda herida emocional causada por una traición, sentimientos de incapacidad o impotencia para enfrentar cierto problema, un resentimiento, envidia, rencor, celos, sed de venganza por lo que se considera una injusticia, una separación sentimental o divorcio a mediana edad, jubilarse, un problema laboral, desempleo, serias dificultades económicas, pobreza extrema, burla, incomprensión, un revés, un fracaso total en los negocios, deudas insoportables, problemas con el Poder Judicial o con la Oficina de Impuestos... Como vemos, hasta un factor subyacente, como, por ejemplo, la timidez o el sentirse uno acorralado, podría convertirse al mismo tiempo en un obstáculo y en un detonante.
Cualquier cosa puede transformarse en una fuente de estrés, incluso un desorden hormonal sobre el cual tenemos poco control, como los altos índices de delincuencia, problemas de vivienda, choque de culturas, prejuicio, una desilusión o decepción, cualquier clase de ruido molesto, escasez de alimentos o de agua, poluta. Cualquier cosa que nos desilusione o eleve las tensiones generará frustración, y con ello, agresividad negativa y pérdida de paciencia.
Se ha dicho que el verdadero problema de la lucha contra el sobrepeso no es reducir la grasa, sino deshacerse de la piel excedente. ¿Piel excedente? Sí. Nadie suele mencionarlo, pero se trata del cuerpo que la persona ve en el espejo después de bajar una gran cantidad de kilos. ¡En realidad tuvo éxito! Pero no lo ve así. Quizás le resulta más insoportable ver colgando grandes extensiones de su piel. Claro, la cirugía sería la solución, pero está fuera de sus posibilidades económicas. Su tolerancia se va desgastando, y la desesperación la va impulsando a recuperar peso solo para volver a templar su piel y disimular lo que considera un efecto colateral desagradable. Ya no vuelve a intentarlo.
Por ilustrarlo de otra manera, el ciclo funciona así. Imaginemos que una joven pierde la esperanza de manejar cierta situación que para ella es de vital importancia (factor subyacente), pero siente mucha vergüenza de hablar con su padre o madre sobre el asunto porque duda de ella (obstáculo). De repente, alguien la traiciona en un negocio, causándole una profunda decepción (detonante), y se activa la chispa que incendia sus emociones. ¿El resultado? Una gran frustración. Y el efecto de la frustración podría manifestarse de muchas maneras, algunas lamentablemente trágicas.
De ninguna manera pretendemos simplificar la realidad, este artículo solo tiene el propósito de ilustrar la influencia que tienen los estímulos y las respuestas y las acciones y reacciones en la vida de las personas, para que tomes conciencia de su impacto en la motivación de tus oyentes, y en las relaciones humanas en general, así como en las consecuencias de nuestras acciones y omisiones.
Ejemplos de carga explosiva
Como dijimos, para que un detonante funcione tiene que haber cierta carga explosiva. Los factores subyacentes primero tienen que acumular suficiente poder como para convertirse en una bomba.
El obstáculo cierra el paso a una consideración del asunto, acumulando poder hasta el punto de tener suficiente carga explosiva. Una frustración insignificante, es decir, algo que a un observador casual pudiera parecerle una tontería, podría desencadenar una devastación. Cualquier ayuda que se hubiera podido ofrecer antes, hubiese llegado tarde, porque el obstáculo impedía que se notara la verdadera magnitud del problema.
Por ejemplo, tal como un tronco en la vía podría impedir el paso de una ambulancia que lleva un herido grave al hospital, el rencor dificulta la ayuda porque impide que nazcan o broten sentimientos de misericordia, de compañerismo o de comodidad. La desconfianza cierra herméticamente su alma como lo haría la compuerta de un submarino, bloqueando todas las entradas y salidas.
En cambio, si logra cultivar pensamientos agradables, quizás cultivaría una mejor disposición y recibiría la ayuda que tanto necesita. Sus sentimientos de culpa se aliviarían y su vergüenza negativa desaparecería. La persona se sentiría más cómoda con su consejero, perdonaría voluntariamente a sus ofensores, o pediría perdón a quienes ofendió y el sentimiento de compañerismo le devolvería la esperanza de poder alcanzar al menos pequeños éxitos en el futuro.
Cerrarse uno al consejo, especialmente cuando este ha sido claro y específico, es cerrarse a las posibilidades de mejorar uno su calidad de vida. Los sentimientos negativos seguirían acumulándose hasta que la tensión desgastaría la tolerancia. A la menor chispa, explosionaría la carga, y el resultado podría convertirse en un abandono total de su cuidado personal, en un divorcio, en la ruptura de los lazos familiares, en la idea de que todos son unos malditos o en cualquier decisión fatal.
Confianza, comodidad, compañerismo, perdón y éxito son las cosas que hay que procurar a toda costa cuando queremos eliminar el obstáculo que impide tratar cierto asunto, porque en la mayoría de los casos tienen el potencial de reducir la carga explosiva y allanar el camino a una consideración calmada del problema. Aunque la persona esté muy indispuesta, cualquier pequeño progreso le producirá un alivio real.
Pensar en función de principios
El ejercicio de algunos principios que rigen las relaciones humanas provechosas fomentan esos sentimientos básicos, especialmente cuando expresamos claramente cuánto valoramos a la persona, les decimos cuán útil es y cuánto la necesitamos.
Aislarnos para rumiar el fracaso o cultivar sentimientos de rencor es egoísta y muy perjudicial. En cambio, ayuda mucho aprender a expresar afecto sincero y a sintonizar con los demás, porque el desempeño eficaz en las relaciones humanas propende al éxito en cualquier otro campo.
Si queremos que confíen en nosotros, confiemos primero en los demás. Si queremos que nos perdonen, perdonemos primero a los que hicieron algo en contra nuestra. Si queremos tener compañeros de verdad, hagamos cosas que estimulen dicho compañerismo. Si queremos que los demás se sientan cómodos en nuestra presencia, esforcémonos por sentirnos cómodos nosotros mismos con ellos. Si queremos salir de un estado de fracaso, ayudemos primero a otros a tener éxito.
Una actitud perdonadora estimula la confianza; la confianza estimula el compañerismo; el compañerismo estimula la comodidad, y la comodidad estimula la producción de todas las demás cualidades que llevan al éxito verdadero en lo que respecta a las relaciones humanas.
Jamás olvides que la carga explosiva aumenta con el rencor, mientras que el perdón la desactiva, la desinfla, la neutraliza. Si en algún momento identificas un factor subyacente arraigándose y creciendo en tu interior, elimina el obstáculo buscando ayuda experimentada, procurando sentimientos de confianza y perdón. Si permites que crezca, la explosión ocurrirá. Eso fue lo que pasó con Caín cuando alzó la mano contra Abel.
Una salida para los sentimientos suicidas u homicidas radica en el perdón. Necesitamos perdonar desde lo más profundo del lecho marino de nuestro corazón para renovar nuestros deseos de vivir, es decir, perdonarnos a nosotros mismos, perdonar a los demás y sentir su perdón. El perdón es el antídoto que salva la vida de las personas, y el rencor, el veneno que las consume.
"Pero ¿cómo voy a perdonar algo así?", puede que alguien diga. Y es cierto. No es simple. Pero si vemos más allá del dolor y logramos discernir lo que resultó en el comportamiento de la otra persona, tal vez podríamos comprender el por qué de la frase: "¡Perdónalos porque no saben lo que hacen". En otras palabras, muchas personas hacen daño a otras sin ni siquiera saber por qué. Probablemente fueron víctimas de una niñez ausente, de la falta de misericordia de otros o del odio criminal de parte de alguien, todo lo cual quizás les causó un daño irreparable en su mente y corazón, produciéndoles ya sea un callo en la conciencia o matándolas en vida.
De modo que cualquier solución eficaz debe concentrarse en el amor, en sentimientos de aprecio, empatía, interés, generosidad y respeto. Disipado el rencor, todo se renueva, todo revive, todo regresa a su estado natural, las piezas encajan en su lugar, se nos cae la venda de los ojos y hallamos la respuesta o salida que estábamos buscando.
Meditemos en profundidad
Meditar no consiste en poner la mente en blanco y relajarnos, como si los conocimientos se recibieran por milagro.
La palabra meditar viene de la raíz latina med, de mederi [cuidar, tratar], de la que proceden las palabras MEDicina, MÉDico, MEDida y reMEDio, y de modus [modular, modo, acomodo, comodidad, como, manera].
Cuando MEDitamos estamos tomando MEDidas, tratando de reMEDiar la situación, cuidando, mejorando, enriqueciendo, madurando y corrigiendo nuestra manera de pensar.
Es un proceso que requiere voluntad para mejorar nuestros enfoques y modos de proceder a fin de obtener resultados más eficaces en el futuro y a corto plazo.
Sin meditación no hay progreso ni desarrollo en nuestra manera de ver la vida, en nuestra manera de ver a los demás y en nuestra manera de vernos a nosotros mismos.
Si no MEDitamos, nos estancaremos en una rutina mental y emocional ineficiente impidiendo el desarrollo de una mentalidad progresiva, expansiva y altamente productiva.
Si no MEDitamos, acabaremos metiéndonos en muchos problemas que harán que lo lamentemos. Quizás terminemos enfermando. La depresión es solo uno de sus muchos malos efectos.
Y si nos hemos metido en dificultades y todo se nos fue de las manos, con mayor razón necesitamos MEDitar en grupo con urgencia. A diferencia de hacerlo a solas, consiste en consultar con otros que, en vez de buscar nuestro perjuicio, nos ayuden a abrir nuestra mente y hallar una solución. Tal acción nos servirá como cuando consultamos con un MÉDico. Tal vez estemos a tiempo de reMEDiar la situación.
Quizás descubramos que la MEDicina será amarga. Pero si no la tomamos, no recuperaremos el control y será más difícil volver a ser eficientes, es decir, volver a tener éxito.
Después, cuando experimentemos los buenos resultados de haber MEDitado en profundidad y de haber reMEDiado el asunto, apreciaremos más la vida. ¡Porque nos regocijaremos de que haya funcionado en nuestro caso!
¡Siempre estás a tiempo!
Al tiempo de escribir esto, se quitaba la vida una persona cada 40 segundos debido a que ciertos obstáculos permitieron que factores subyacentes íntimos e insondables crecieran hasta alcanzar un punto crítico y atroz. La tensión constante desgastó su capacidad para tolerar la desesperación y un detonador los hizo volar en pedazos. Si tan solo hubieran sabido...
Por eso, la próxima vez que contemples el lecho del mar, de un lago o de un río, piensa en tu íntimo e insondable corazón y evita cerrar tu mente como una compuerta de submarino. MEDita y habla con alguien que te ayude a sacar a luz y a reMEDiar aquello que te molesta. Dale atención a la carga explosiva del rencor, la cólera o la decepción y desactívala dando cabida a nuevos sentimientos, unos que sean constructivos y te hagan sentir mejor. ¡Si! ¡Recuerda que siempre estás a tiempo!
Piensa en esto: Cuando des un discurso, habla siempre como si uno de tus oyentes estuviera pasando por alguno de los problemas considerados aquí, y exprésate con consideración y comprensión.
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*Kay Redfield Jamison, profesora de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
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