Es imposible que un arquero dé en el blanco con su flecha si el arco no se pone lo suficientemente tenso como para lanzarla con fuerza. Lo mismo ocurre con el éxito de un discurso.
Di mi primer discurso público a fines de la década del 60. Son muchas décadas. Y me convertí en instructor de oratoria en 1979. Saca tu cuenta. Aún así, me pongo algo tenso cada vez que doy un discurso. ¡Y me gusta ponerme nervioso! ¿Cómo es eso?
No estoy diciendo que siento miedo de hacerlo. Tensión y nervios no es igual que miedo o pánico. Pero antes de continuar me gustaría que sepas que detesto hablar del miedo de hablar en público.
No soy un maestro que le da vueltas al pasado, al fracaso y a la frustración como factores para la superación. A veces conviene dar un paso atrás para tomar impulso, otras veces no. En este caso, no me agrada dar un paso en falso para impulsarme adelante, es decir, pensar en el miedo para darme valor. Para hablar en público, de frente pienso en el valor. ¿Para qué darle importancia al miedo?
Tampoco me gusta usar palabras, frases, imágenes o recuerdos desagradables que activan conexiones nerviosas en el cerebro que traigan a colación recuerdos que no me ayuden a cultivar una oratoria eficaz.
Prefiero explayarme en el valor de hablar en público, no en el miedo que mis estudiantes deben superar. Sugiero crear, añadir y fortalecer conexiones totalmente nuevas, que den a luz nuevas convicciones y creencias que sirvan de manera práctica para un desempeño futuro mejor.
Por favor, piensa en esto: "Si no te gustan las albóndigas, no hables de albóndigas". Si no te gustaran las albóndigas, ¿te agradaría que siquiera que las mencionaran una vez? ¡Ni una, verdad?
Con la misma lógica, "si no quieres sentir miedo de hablar en público, no hables del miedo de hablar en público". No permitas que te den vueltas al miedo. ¡Usa tu energía hablando del valor, no del miedo!
Si te gusta la pizza, ¿preferirías que te hablen de ir a comer una pizza o unas jugosas albondigas? Supongo que ya lo entendiste, ¿no es cierto?
Si por cultura la gente se ha acostumbrado a decir que la oratoria es una ayuda para perder el miedo, yo usaría ese lema en posición activa y positiva, diciendo que la oratoria produce y fortalece la confianza, el valor y el coraje. Porque ayudaxa pulir la personalidad activando cualidades que se retroalimentan indefinidamente. Recuerda: Es una lógica simple: "Si no te gustan las albóndigas, no pienses en albóndigas. Ni siquiera las menciones?". Asunto zanjado.
Por ejemplo, cuando hablo en público, nunca me froto las manos, ni siquiera las junto cuando me dirijo al auditorio, porque hacerlo me recuerda y destaca la idea de que estoy tenso. ¡Y para qué hacer gestos o manifestar actitudes que les sugieren a mis oyentes que estoy nervioso? ¿Eso a quién beneficiaría? ¡Verlos tensos me pondría más tenso!
¡Además, ¿para que necesito juntar las manos? ¿Acaso eso da valor? Aunque es cierto que me pongo tenso, ¿cómo me beneficiaría proclamarlo? En verdad, no lo necesito. Prefiero sentirme suelto, no tenso.
En el otro extremo, algunos oradores (y oradoras) no pueden dejar de mover las manos durante toda su exposición. ¿Para qué tanto movimiento? Es mejor soltarse y usar las manos de vez en cuando, eficazmente.
¿Sabías que la famosa cantante Barbra Streisand se ponía tensa cada vez que subía al escenario, y que el famoso actor Antonio Banderas una vez confesó que se sentía muy inseguro antes de salir a actuar? ¿Y acaso alguien se dio cuenta?
No te sugeriré que comiences a hacer ejercicios de yoga para procurar deshacerte de toda la tensión. Tampoco entiendas que estoy prohibiendo que juntes las manos o las sobes a cada rato. Me refiero a que hay mejores cosas que puedes hacer con tus manos y que no desperdician tanta energía.
¿Sabías que la famosa cantante Barbra Streisand se ponía tensa cada vez que subía al escenario, y que el famoso actor Antonio Banderas una vez confesó que se sentía muy inseguro antes de salir a actuar? ¿Y acaso alguien se dio cuenta?
No te sugeriré que comiences a hacer ejercicios de yoga para procurar deshacerte de toda la tensión. Tampoco entiendas que estoy prohibiendo que juntes las manos o las sobes a cada rato. Me refiero a que hay mejores cosas que puedes hacer con tus manos y que no desperdician tanta energía.
Además, ¿quién ha dicho que para exponer en público eficazmente hay que deshacerse de toda la tensión? Ese es un preconcepto que te sugiero analizar de aquí en adelante.
Por ejemplo, dee niño sufrí de un preconcepto: bronquitis asmatiforme. ¿Acaso la bronquitis asmatiforme es un preconcepto? En mi caso, lo fue, y me trajo muchos problemas.
Por ejemplo, dee niño sufrí de un preconcepto: bronquitis asmatiforme. ¿Acaso la bronquitis asmatiforme es un preconcepto? En mi caso, lo fue, y me trajo muchos problemas.
No me dejaban ir a la playa ni bañarme en una piscina. No me dejaban tomar ni comer nada a muy baja temperatura. Me prohibieron ir a la playa, comer pescado, naranjas y no sé qué más. Tomaba medicinas y tenía que evitar cambios bruscos de temperatura.
Mi pobre madre sufría mucho. Hacia lo imposible por protegerme del viento, del frío, del agua y del polvo, en fin. Sin mala intención, me metió en la cabeza la idea de que yo era delicado de los bronquios, y no cesaba de reprenderme: "¡Te va a dar el aire!".
Ya de adulto, un día me harté y decidí seguir un estricto método naturista. Solo me dieron un par de ataques más dentro de los primeros 15 dias. Después de eso no volví a tener ni un ataque por el resto de mi vida. Desde entonces he respirado con total normalidad.
Ya de adulto, un día me harté y decidí seguir un estricto método naturista. Solo me dieron un par de ataques más dentro de los primeros 15 dias. Después de eso no volví a tener ni un ataque por el resto de mi vida. Desde entonces he respirado con total normalidad.
Me he metido al mar, al río, bajo una cascada, en aguas termales, a una piscina o donde sea que me provocó. Incluso he dictado conferencias cinco veces en Cusco, donde el clima es muy muy frío. Y he comido cualquier cosa que me gustó, incluso pescado, naranjas y gran una infinita cantidad de limones. Y no volví a tomar ninguna medicina para los bronquios hasta este día. ¿Y cuál fue el secreto? ¡Exponerme a cambios bruscos de temperatura siguiendo al pie de la letra aquel estricto método naturista basado en el equilibrio térmico del cuerpo!
Ojo que no estoy recomendándolo. Solo relato mi experiencia personal, mi lucha contra una creencia que afectaba de una u otra manera mi desarrollo físico, mental y emocional.
En otras palabras, hice lo que personas desinformadas me dijeron que no hiciera. Investigué y seguí un estricto método de comprobada eficacia. Aprendí que a veces es mejor intentar otra cosa, y que no es bueno creer todo lo que dice la gente.
No lo interpretes como una cuestión de simplemente ser desobediente, rebelarme contra la autoridad o menospreciar a los demás. Lo que hago es asegurarme del sustento para las afirmaciones cuestionables o dudosas.
Me guío por principios, no por reglas impuestas por personas que cambian de parecer cuando los principios se imponen ante su limitado conocimiento. Prefiero investigar qué principios controlan las normas y tomar una decisión informada. No me baso en suposiciones, hipótesis o teorías que no soportarían un análisis cuidadoso. La información es lo más importante. Es cierto. Pero tenemos que asegurarnos de que sea correcta y tenga sustento.
Cuando frisaba los 11 años de edad, me dolía tanto la ingle derecha que el médico de la familia me examinó y me dijo: "Parece que tienes apendicitis crónica". Y añadió: "En algún momento van a tener que sacarte el apéndice. No comas tomates porque las pepitas se meterán en el apéndice y se pudrirán".
El Dr. Wayne D. Dyer usó una vez una pelota como ilustración. Cierta madre que le dice a su hijo pequeño: "No vayas a jugar con esa pelota porque todavía no sabes jugar con ella", y el Dr. Dyer pregunta: "¿Y cómo aprenderá a jugar con la pelota si no toca la pelota?".
Hasta los boxeadores, campeones de tae kwon do, paracaidistas, kayakistas, miembros de las fuerzas especiales, corredores de autos y de motocross, los cuales figuran entre las personas más recias de la Tierra, se ponen tensas poco antes de un campeonato.
¿Qué me motiva o empuja justo en los momentos previos a salir y exponer? La respuesta es: El conocimiento de Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, porque me permiten saber lo voy a hacer con los principios y cualidades a fin de sentir el placer de compartir ideas con el auditorio.
¿Personalmente, siento miedo de hablar en público? Nada. Solo un poco de nervios. Y ¿qué siente uno después de haber dado el discurso? ¡Placer de haber beneficiado las personas! ¡No es fascinante? Uno fluctúa entre sensaciones muy interesantes de placer y frustración. A veces sale bien, otras mal, pero uno siempre se sigue esforzando por hacerlo lo mejor posible. Porque no solo es cuestión de sentir placer de hablar, sino de beneficiar al oyente.
Por tanto, cuando se trata de exponer en público, no depende de librarse uno de toda su tensión. ¡Por eso me gusta ponerme tenso! Porque me augura que haré mi mejor esfuerzo y haré un buen trabajo.
Lógicamente, si se trata de cantar, la relajación cobrará más importancia. La voz es sometida a muchas y variadas presiones. No se trata de simplemente hablar. Pero cuando se trata de hablar en público, no tenemos que ser tan exigentes.
Nunca dejé que me impusieran el tabú de que el miedo debía de ser la respuesta automática de mi organismo ante el desafío de hablar en público, por numeroso que fuera el auditorio. Simplemente hago mi mejor esfuerzo. Punto.
Nunca usé en mis cursos, seminarios y publicidad el slogan "¡Venza el miedo de hablar en público!". Es cierto que eso capta clientela, pero jamás me ha gustado dar por sentado que todos los que se inscriben en un curso de oratoria son unos miedosos que lo necesitan para superarse. De hecho, muchos me confesaban que no se inscribían porque no querían que los confundieron con miedosos.
Por eso, en vez de pensar en función de "dejar de sentir tensión", te sugiero pensar en función de "aprender Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas". Aprenderás a canalizar tu tensión de una manera que te hará hablar con entusiasmo, pasión y persuasión para el bien común.
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En otras palabras, hice lo que personas desinformadas me dijeron que no hiciera. Investigué y seguí un estricto método de comprobada eficacia. Aprendí que a veces es mejor intentar otra cosa, y que no es bueno creer todo lo que dice la gente.
Debo aclarar que no me opongo a los tratamientos médicos o científicos. Todo lo contrario. Pero tienen que tener sustento. No acepto la imposición de supuestas verdades sin que me den una explicación clara. Prefiero acopiar conocimiento que genere un consentimiento informado.
Por ejemplo, me gusta preguntar y averiguar cuáles son las diferencias, ventajas y desventajas, riesgos y beneficios acerca de todo.
Mi ignorancia no llega al punto de aceptar una tradición o paradigma, esa es mi única contraindicación. Eso es todo. Es mi derecho tomar una decisión informada.
No lo interpretes como una cuestión de simplemente ser desobediente, rebelarme contra la autoridad o menospreciar a los demás. Lo que hago es asegurarme del sustento para las afirmaciones cuestionables o dudosas.
Algunos argumentos son simplemente razonables, otros requieren más explicación. ¿Acaso no reescriben sus libros los científicos cuando descubren que estuvieron equivocados? ¿Y acaso alguien los condenaría por equivocarse? Yo no. Equivocarse es decir casi lo mismo desde otro punto de vista.
Me guío por principios, no por reglas impuestas por personas que cambian de parecer cuando los principios se imponen ante su limitado conocimiento. Prefiero investigar qué principios controlan las normas y tomar una decisión informada. No me baso en suposiciones, hipótesis o teorías que no soportarían un análisis cuidadoso. La información es lo más importante. Es cierto. Pero tenemos que asegurarnos de que sea correcta y tenga sustento.
"Se cree", "se supone", "muchos dicen que", "parece que", "todos comentan que", quizás", "probablemente", "en algún lugar del universo", "hace quinientos mil millones de años", "dentro de ochocientos mil años", "a cien mil años luz de distancia"... ¿confías en tales afirmaciones?
Cuando frisaba los 11 años de edad, me dolía tanto la ingle derecha que el médico de la familia me examinó y me dijo: "Parece que tienes apendicitis crónica". Y añadió: "En algún momento van a tener que sacarte el apéndice. No comas tomates porque las pepitas se meterán en el apéndice y se pudrirán".
Un día, después de muchos años, me cansé de ello y comencé a comer tomates, y he seguido comiendo tomates por el resto de mi vida. Me gustan mucho. Que yo sepa, hasta este momento de actualizar este artículo, tengo más de 70 años y mi apéndice sigue en su lugar, sin darme molestia alguna, y sigo comiendo tomates.
Insisto: Uno debe asumir su propia responsabilidad e investigar a fondo para ver si hay otras formas de hacer frente a los arquetipos faltos de sustento que le han impuesto en la vida.
¿Tiene sentido mantener o defender una creencia, fobia, costumbre o tradición solo porque originalmente se basó en los temores y prejuicios de otras personas? ¿Realmente tengo que hacer el baile de la Luna y beber una extraña mezcla para subir a una montaña, a fin de que los dioses y el brujo no me maldigan? ¿Por qué se molestaría Dios si quiero escalar una montaña? Y aunque así fuera, ¿puedo convencerlo para que se calme si bebo unos tragos de un líquido que no sé qué contiene y bailo un rato bajo la Luna?
Y ¿qué tiene todo esto que ver con la timidez y el temor de hablar en público? Recuerdo el día que a un amigo le dieron la tarea de dar un discurso. Otro amigo lo desanimó diciendole: "Tú no puedes hablar en público". Mi amigo le contestó: "¿Por qué?", y este le dijo: "Porque tú no sabes hablar en público?".
El Dr. Wayne D. Dyer usó una vez una pelota como ilustración. Cierta madre que le dice a su hijo pequeño: "No vayas a jugar con esa pelota porque todavía no sabes jugar con ella", y el Dr. Dyer pregunta: "¿Y cómo aprenderá a jugar con la pelota si no toca la pelota?".
Para pensar, ¿verdad? Es cierto que hay cosas que no se deben tratar con ligereza (fuego, cables eléctricos, material radiactivo, una bomba). Pero ¿una pelota? ¿Hablar en público? Tiene que haber una explicación sensata.
¿Por qué te digo todo esto? Porque si sientes miedo de expresarte libremente ante otros, tiemblas de pies a cabeza y experimentas demasiada tensión, ¿por qué mejor no decides acabar de una vez por todas con el paradigma autoimpuesto de que no eres capaz de dar un buen discurso?
¿Por qué te digo todo esto? Porque si sientes miedo de expresarte libremente ante otros, tiemblas de pies a cabeza y experimentas demasiada tensión, ¿por qué mejor no decides acabar de una vez por todas con el paradigma autoimpuesto de que no eres capaz de dar un buen discurso?
Quizá no dejes de sentir miedo, pero por lo menos habrás pulverizado un paradigma al que siempre recurrías para esconderte bajo tu caparazón. El miedo es un potente motivador, ya sea para enfrentar la situación amenazante, esconderte o salir corriendo. Pero seguramente concuerdas conmigo en que hay que usarlo de manera positiva, no negativa.
Investiga un poco en Internet sobre la osteocalcina. Verás que tu organismo está más que diseñado para reaccionar eficazmente. Pero es necesario hacerlo con conocimiento, no simplemente con un impulso instintivo. Por instinto podrías preferir esconderte. Pero ¿por qué no mejor hacerle frente, aceptar el reto abusar la osteocalcina a tu favor? Seguramente quedarías mejor que si huyeras o te escondieras.
Recuerda al arquero que quiere dar en el blanco con sus flechas, o al futbolista que quiere meter un gol Superarte no tiene nada de malo, ¿verdad?
Cuando alguien me pregunte: "¿Te pones tenso al hablar en publico?", no le digas que no. Desconciértalo diciéndole: "¡Me encanta ponerme tenso! ¡Me siento como si fuera un arco a punto de disparar una flecha y dar en el blanco! ¡Arrójenme a los leones!". Y veras cómo te queda mirando como una persona superada.
Recuerda que la tensión es normal y se dispara cuando tienes que enfrentar una nueva responsabilidad, y créeme que hablar en público es una gran responsabilidad. Nos estresamos cuando nos enfrentamos a lo desconocido, a lo inusual o extraordinario. Es natural y hay que tomarlo así.
Cuando alguien me pregunte: "¿Te pones tenso al hablar en publico?", no le digas que no. Desconciértalo diciéndole: "¡Me encanta ponerme tenso! ¡Me siento como si fuera un arco a punto de disparar una flecha y dar en el blanco! ¡Arrójenme a los leones!". Y veras cómo te queda mirando como una persona superada.
Recuerda que la tensión es normal y se dispara cuando tienes que enfrentar una nueva responsabilidad, y créeme que hablar en público es una gran responsabilidad. Nos estresamos cuando nos enfrentamos a lo desconocido, a lo inusual o extraordinario. Es natural y hay que tomarlo así.
Hasta los boxeadores, campeones de tae kwon do, paracaidistas, kayakistas, miembros de las fuerzas especiales, corredores de autos y de motocross, los cuales figuran entre las personas más recias de la Tierra, se ponen tensas poco antes de un campeonato.
¿Qué me motiva o empuja justo en los momentos previos a salir y exponer? La respuesta es: El conocimiento de Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, porque me permiten saber lo voy a hacer con los principios y cualidades a fin de sentir el placer de compartir ideas con el auditorio.
Es cierto que lo principal es dar un discurso que edifique y motive al oyente, pero el conocimiento de una técnica eficaz sirve de apoyo o palanca de motivación. Porque uno tiene una idea de lo que hará.
Una vez, alguien me preguntó cuál era, a mi modo de ver, la clave más práctica y directa para perder el temor de hablar en público. Le dije: "Amar al auditorio". Es el camino más corto para comenzar la superación en oratoria. ¿Cuál es la razón?
Una vez, alguien me preguntó cuál era, a mi modo de ver, la clave más práctica y directa para perder el temor de hablar en público. Le dije: "Amar al auditorio". Es el camino más corto para comenzar la superación en oratoria. ¿Cuál es la razón?
No es muy difícil de entender: Uno no se esconde de las personas que ama ni les tiene miedo. ¡Al contrario, busca su compañía! Incluso, investigaciones de neurociencia confirman que el amor tiene el poder de modificar hasta la mismísima estructura del cerebro humano.
Además, cuando siente y transmite aprecio por sus oyentes, también sabe que serán tolerantes con cualquier pequeño desliz o error que uno cometa. En cualquier caso, el afecto por los oyentes hace que uno se sienta como en casa.
¿Personalmente, siento miedo de hablar en público? Nada. Solo un poco de nervios. Y ¿qué siente uno después de haber dado el discurso? ¡Placer de haber beneficiado las personas! ¡No es fascinante? Uno fluctúa entre sensaciones muy interesantes de placer y frustración. A veces sale bien, otras mal, pero uno siempre se sigue esforzando por hacerlo lo mejor posible. Porque no solo es cuestión de sentir placer de hablar, sino de beneficiar al oyente.
Por tanto, cuando se trata de exponer en público, no depende de librarse uno de toda su tensión. ¡Por eso me gusta ponerme tenso! Porque me augura que haré mi mejor esfuerzo y haré un buen trabajo.
Lógicamente, si se trata de cantar, la relajación cobrará más importancia. La voz es sometida a muchas y variadas presiones. No se trata de simplemente hablar. Pero cuando se trata de hablar en público, no tenemos que ser tan exigentes.
Nunca dejé que me impusieran el tabú de que el miedo debía de ser la respuesta automática de mi organismo ante el desafío de hablar en público, por numeroso que fuera el auditorio. Simplemente hago mi mejor esfuerzo. Punto.
Nunca usé en mis cursos, seminarios y publicidad el slogan "¡Venza el miedo de hablar en público!". Es cierto que eso capta clientela, pero jamás me ha gustado dar por sentado que todos los que se inscriben en un curso de oratoria son unos miedosos que lo necesitan para superarse. De hecho, muchos me confesaban que no se inscribían porque no querían que los confundieron con miedosos.
Siempre he dicho que muchas de las respuestas que uno busca están en su interior, y que cada uno sabe cuáles son las debilidades que quiere superar o abandonar. Yo solo ayudo conocimientos que los impulsarán más lejos de donde se encuentran.
En tu caso, si nunca conociste ni aplicaste Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, ¿podrías decir que ya hiciste tu mejor esfuerzo? ¡Tu mejor esfuerzo siempre está en el futuro!
No tengas reparo en confesar ante nadie tus nervios. ¡Que no te importe en lo mínimo! Tu mayor deseo debe ser hacer lo que tengas que hacer y lo que puedas hacer. Pide la palabra, deja que se tense tu arco, apunta hacia tu objetivo y da en el blanco con un mensaje motivador.
Podrán pasar los años desde tu primera experiencia y siempre recordarás el placer de haberte comportado a la altura de las circunstancias. Definitivamente es una gran idea comenzar cuanto antes a estudiar y cultivar Técnicas Dinámicas, ¿no crees?
Y si te asalta la duda de no poder lograrlo porque nunca lo hiciste antes, te invito a ver este video y reflexionar comparativamente en lo que significan para ti tus propios límites. No trata de oratoria, sino de la capacidad o el potencial que todos tenemos para lograr cosas.
Recuerda esto: Los únicos que nunca se ponen tensos son los muertos. Pero no sucede así con una persona responsable. La persona responsable siempre experimenta cierta tensión al encarar los desafíos, sobre todo si nunca lo había hecho antes. Es una reacción natural del organismo.
No tienes por qué luchar contra tu naturaleza cuando se trata de la oratoria. Ciertas hormonas en el cerebro desencadenan otras que diferentes partes del cuerpo segregan cuando uno necesita actuar eficazmente. Eso genera tensión y energía extra en todos tus sistemas. Los pone en alerta máxima. ¡Un organismo potenciado!
Tienes que modificar el concepto primigenio acerca de la tensión natural. Sentir tensión no es síntoma de un desorden de la personalidad, sino todo lo contrario. Si supones que las personas que dan discursos nunca se ponen tensas, estás idealizándolas, porque no es así. Casi todos te dirán que experimentan cierta medida de aprehensión un rato antes de salir a la plataforma de los oradores
Lógicamente, si quieres ser un neurocirujano necesitarás mucho entrenamiento y algo más que una vista extraordinaria y un pulso de acero. Pero no se exige tanto de un orador que solo tiene que improvisar unas palabras. De modo que, ¡adelante!
Ahora bien, es verdad que unos sienten más tensión que otros. En tal caso depende de factores personales que son comunes a la mayoría de las personas.
¿Alguna vez oíste un discurso de Natalia López? Seguramente estás pensando: "¿Y quién es Natalia López?". Después de ver este vídeo de 14 minutos de seguro me tomarás más en serio respecto de todo lo que acabo de decir. No la conozco personalmente, pero su palabra trascendió el tiempo, quedó grabada y ahora cruzó tierra y mar hasta llegar a ti.
Piénsalo. Si un joven tiene que dar un importante examen universitario, tal vez sienta una tensión insoportable. Pero ¿por qué no siente la misma tensión cuando juega un partido de fútbol con sus amigos? Porque es otra clase de tensión, ¡es una que le gusta! Simplemente entrena y canaliza cualquier tensión en sentido positivo. En el vídeo notarás cómo Natalia disfruta muchísimo con cada palabra que sale de su boca. Por eso fluye sin atascarse. ¡Porque ama a su auditorio!
Lamentablemente, algunas personas suponen que tomando cursos de relajamiento ya no sentirán ninguna tensión. Y tal vez lo consigan. Pero si llegaras al punto de salir a hablar en público sin sentir ninguna tensión, probablemente tampoco sentirías ninguna pasión ni inyectarás motivación alguna en tus oyentes. Parecerás un muerto viviente y aburrirás a todo el mundo.
Si uno sale tan relajado que pierde absolutamente la energía y el entusiasmo que necesita para parecer un ser humano normal, ¿cómo hablará de manera persuasiva? Todos los auditorios necesitan sentir una chispa de poder y habla persuasiva de parte del orador. Nadie quiere oír a uno que suena aburrido o apático.
En tu caso, si nunca conociste ni aplicaste Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, ¿podrías decir que ya hiciste tu mejor esfuerzo? ¡Tu mejor esfuerzo siempre está en el futuro!
No tengas reparo en confesar ante nadie tus nervios. ¡Que no te importe en lo mínimo! Tu mayor deseo debe ser hacer lo que tengas que hacer y lo que puedas hacer. Pide la palabra, deja que se tense tu arco, apunta hacia tu objetivo y da en el blanco con un mensaje motivador.
Podrán pasar los años desde tu primera experiencia y siempre recordarás el placer de haberte comportado a la altura de las circunstancias. Definitivamente es una gran idea comenzar cuanto antes a estudiar y cultivar Técnicas Dinámicas, ¿no crees?
Y si te asalta la duda de no poder lograrlo porque nunca lo hiciste antes, te invito a ver este video y reflexionar comparativamente en lo que significan para ti tus propios límites. No trata de oratoria, sino de la capacidad o el potencial que todos tenemos para lograr cosas.
Recuerda esto: Los únicos que nunca se ponen tensos son los muertos. Pero no sucede así con una persona responsable. La persona responsable siempre experimenta cierta tensión al encarar los desafíos, sobre todo si nunca lo había hecho antes. Es una reacción natural del organismo.
No tienes por qué luchar contra tu naturaleza cuando se trata de la oratoria. Ciertas hormonas en el cerebro desencadenan otras que diferentes partes del cuerpo segregan cuando uno necesita actuar eficazmente. Eso genera tensión y energía extra en todos tus sistemas. Los pone en alerta máxima. ¡Un organismo potenciado!
Tienes que modificar el concepto primigenio acerca de la tensión natural. Sentir tensión no es síntoma de un desorden de la personalidad, sino todo lo contrario. Si supones que las personas que dan discursos nunca se ponen tensas, estás idealizándolas, porque no es así. Casi todos te dirán que experimentan cierta medida de aprehensión un rato antes de salir a la plataforma de los oradores
Lógicamente, si quieres ser un neurocirujano necesitarás mucho entrenamiento y algo más que una vista extraordinaria y un pulso de acero. Pero no se exige tanto de un orador que solo tiene que improvisar unas palabras. De modo que, ¡adelante!
Ahora bien, es verdad que unos sienten más tensión que otros. En tal caso depende de factores personales que son comunes a la mayoría de las personas.
¿Alguna vez oíste un discurso de Natalia López? Seguramente estás pensando: "¿Y quién es Natalia López?". Después de ver este vídeo de 14 minutos de seguro me tomarás más en serio respecto de todo lo que acabo de decir. No la conozco personalmente, pero su palabra trascendió el tiempo, quedó grabada y ahora cruzó tierra y mar hasta llegar a ti.
Piénsalo. Si un joven tiene que dar un importante examen universitario, tal vez sienta una tensión insoportable. Pero ¿por qué no siente la misma tensión cuando juega un partido de fútbol con sus amigos? Porque es otra clase de tensión, ¡es una que le gusta! Simplemente entrena y canaliza cualquier tensión en sentido positivo. En el vídeo notarás cómo Natalia disfruta muchísimo con cada palabra que sale de su boca. Por eso fluye sin atascarse. ¡Porque ama a su auditorio!
Lamentablemente, algunas personas suponen que tomando cursos de relajamiento ya no sentirán ninguna tensión. Y tal vez lo consigan. Pero si llegaras al punto de salir a hablar en público sin sentir ninguna tensión, probablemente tampoco sentirías ninguna pasión ni inyectarás motivación alguna en tus oyentes. Parecerás un muerto viviente y aburrirás a todo el mundo.
Si uno sale tan relajado que pierde absolutamente la energía y el entusiasmo que necesita para parecer un ser humano normal, ¿cómo hablará de manera persuasiva? Todos los auditorios necesitan sentir una chispa de poder y habla persuasiva de parte del orador. Nadie quiere oír a uno que suena aburrido o apático.
Algunos oradores irradian tanta confianza en sí mismos que se van al otro extremo y caen mal. Se les ve displicentes, arrogantes y carentes de empatía. Como si hablaran solos. Evaden el contacto visual y parecen centrados en sí mismos como si quisieran terminar y largarse de allí. Les convendría bajarse un poco de las nubes y sentirse a gusto con sus oyentes.
Es poco probable que alguien pueda hablar en público eficazmente sin sentir pasión, y si algún día lo logra, tal vez su falta de tensión también acusaría falta de emoción e interés en sus auditorios. Eso no ayudaría a persuadir a nadie. Sin pasión por el tema, sin entusiasmo, no quedan ganas de hacer nada.
Es poco probable que alguien pueda hablar en público eficazmente sin sentir pasión, y si algún día lo logra, tal vez su falta de tensión también acusaría falta de emoción e interés en sus auditorios. Eso no ayudaría a persuadir a nadie. Sin pasión por el tema, sin entusiasmo, no quedan ganas de hacer nada.
En el extremo opuesto hay quien desborda de pasión, seguridad en sí mismo y gran entusiasmo, pero termina metiéndose en muchos problemas por no haber tenido cuidado con sus palabras. Es extraordinariamente inmensa la diferencia del impacto que causa decir "todos son..." y "algunos son....".
Dale Carnegie solía llamar al entusiasmo el pequeño secreto del éxito. Pero hay que mantenerlo bajo control mediante el conocimiento para que no nos consuma de nervios ni para que abusemos de la confianza de nuestros oyentes
Dale Carnegie solía llamar al entusiasmo el pequeño secreto del éxito. Pero hay que mantenerlo bajo control mediante el conocimiento para que no nos consuma de nervios ni para que abusemos de la confianza de nuestros oyentes
Por eso, en vez de pensar en función de "dejar de sentir tensión", te sugiero pensar en función de "aprender Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas". Aprenderás a canalizar tu tensión de una manera que te hará hablar con entusiasmo, pasión y persuasión para el bien común.
ARRIBA