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¿Con qué ilustrarías una pregunta y una respuesta? La imagen de arriba es la respuesta. Una pregunta es un vacío, un hueco en la mente de la otra persona, mientras que una respuesta es lo que lo llena.
Una pregunta refleja una insatisfacción, una respuesta satisface. Cuanto más idónea la respuesta, más satisfecha la persona.
Tu discurso debe llenar los vacíos que hay en la mente de tus oyentes. Si la información no es lo suficientemente clara, o se va por las ramas oscureciendo el mensaje bajo una montaña de conceptos, los dejarás insatisfechos, inquietos o hasta preocupados.
Por eso, te siempre presente que, aparte de ajustarse a la verdad, una respuesta correcta se caracteriza por ir al grano, llegar en el mejor momento y estimular tanto el intelecto como las emociones de quien la necesita. En este artículo me centro en esos cuatro detalles.
1. Veraz
Es cierto que a veces una pregunta puede ser tan comprometedora que pudiera poner a prueba tu honradez en circunstancias en las que decir la verdad podría atraerte consecuencias desagradables. En todo caso, tienes que asumir una responsabilidad.
Decir la verdad es, a la larga, menos doloroso que mentir. Si dices la verdad, mantendrás una conciencia limpia y tranquila; y si mientes, no solo la ensuciarás y afligirás, sino que tendrás que enfrentar severas consecuencias.
Por supuesto hay quienes piensan que, en vez de decir la verdad y pasar un mal rato, sería mejor tener la conciencia sucia y esquivar consecuencias que de primera impresión se ven desagradables. Pero la realidad es que es imposible esquivar sus efectos. Aparentemente, es más fácil mentir y esquivar el bulto, pero no olvidemos un detalle: Una conciencia que entra en conflicto entre el bien y el mal puede convertirse en una tortura. Aunque creamos que podremos arreglárnosla suponiendo que no nos atormentará en el futuro, tendremos que continuar mintiendo y haciendo cosas que nos hundirán cada vez más en un lodazal mental y emocional, hasta que la verdad sale a flote.
Obrar incorrectamente a sabiendas nos cobra en algún momento una deuda más grande. Aunque parezca que no, todos pagamos un precio. ¿Quién jamás se ha escapado de las consecuencias atormentadoras de sus propias acciones?
Mejor es obrar rectamente desde el principio y evitar la enorme molestia de elucubrar mil cambalaches para deshacer la progresión de los problemas que inevitablemente nos acarrearemos.
El malestar que pueda sobrevenir por dar una respuesta veraz siempre resultará menor que el que podría provocar un engaño egoísta. Nos ahorrará diez mil problemas que tendremos que enfrentar y resolver para borrar las huellas (algo que a la larga es improbable).
"¡Pero es absurdo! -dirá alguien- Nadie negociaría, nadie multiplicaría rápidamente sus números, nadie ganaría juicios, nadie cometería adulterio, ni nadie se saldría con la suya". Y es cierto. Solo que no olvides que también hay quienes tienen éxito en la vida sin recurrir a la falsedad. Por otro lado, sería estúpido y contradictorio de mi parte sugerirte mentir, sabiendo que a la larga sería peor. Además, este artículo trata, precisamente, de una característica de la respuesta correcta: Que sea correcta. Sinónimos de 'correcto' son 'exacto' y 'fiel').
2. Al grano
Consideramos absurdo y un abuso de poder por parte de un miembro del auditorio, quienquiera que sea, aprovechar la oportunidad que se le da para hacer una pregunta al orador y, en vez de remitirse a la pregunta específica, hace un largo y aburrido discurso de 5 minutos como preámbulo. ¡30 ó 45 segundos son más que suficientes para hacer una pregunta bien pensada.
El problema es que unos podrían considerarlo como un ampuloso y desvergonzado despliegue de egolatría, que coarta el derecho de los demás participantes, y otros, como un descarado robo de tiempo respecto al derecho que tienen los demás asistentes de hacer sus propias preguntas. Aún otros quizás consideren que robar tiempo de esa manera podría ser un sutil y malintencionado sabotaje para impedir que muchos intervengan preguntando.
Malgastar el tiempo haciendo extensos preámbulos antes de formular una pregunta acusa una grave deficiencia de conocimientos sobre oratoria, uno de cuyos principios implica respetar a los presentes.
En cambio, provocar una respuesta concisa, breve y al grano mediante una pregunta igualmente concisa, breve y al grano dará en el clavo de la necesidad de información del auditorio. Por supuesto, también depende de la manera como se presente la pregunta.
Preguntas vagas o imprecisas rodeadas de largos preámbulos, podrían dar lugar a respuestas igualmente vagas, imprecisas y cargadas de palabreo, que solo desperdician el tiempo de todos y demora la aplicación de las soluciones. Se ha visto a líderes mundiales respondiendo preguntas de la manera más lenta, elaborada y enredada posible, como si desearan consumir todo el tiempo disponible para que nadie más haga preguntas. Y en vez de responder veinte preguntas, solo responden tres.
Por otro lado, a veces, algunos lectores me han enviado preguntas tan enredadas e imprecisas que simplemente no he podido responder. Porque no entendí. Tuve que imaginar la pregunta y luego poner una respuesta en un post en mi website.
Para que una respuesta sea concisa, la pregunta ha de formularse con sentido práctico. Es decir, si queremos una respuesta útil, fácil de entender y provechosa, nuestra pregunta debe estar bien enfocada y ser breve. Si te preguntan: "¿Cuál es el hábitat de la vicuña?", simplemente responde: "Los Andes." Si dices más, es puro palabreo.
Por otro lado, reconozcamos que hay preguntas concisas pero resultan imposibles de responder de manera concisa. Necesitan una explicación detallada. Por ejemplo, un día asistí a una conferencia y me senté en la primera fila. Cuando la sesión estaba en curso, la persona que exponía me señaló y me preguntó a boca de jarro: "Usted, ¿tiene hijos?". Lo miré, me paralicé por unos segundos, y respondí titubeando: "Buenoooo, esteeee... sí". Algunos rieron. Entonces, añadió: "¿Cuántos?". Volví a paralizarme unos segundos, y luego dije titubeando: "Esteee, supongo que uno", y todo el auditorio no pudo más de la risa. Finalmente,, el orador me preguntó: "¿Hombre o mujer?", y le contesté rápidamente: "La verdad, no sé", y ya nadie cabía en su asiento de las carcajadas.
Ante su mirada de asombro y confusión, le pedí la palabra, y me permitió dar una explicación. "Lo que ocurre -dije- es que mi esposa está encinta de nuestro primer hijo y, francamente, ignoramos si es hombre o mujer. Además, como la criatura todavía está en su vientre, ignoro si usted es de las personas que apoyan la idea de que solo se consideran "hijos" a los que nacen. Ciertas personas creen que uno se convierte en padre desde el momento en que la madre concibe a la criatura, pero otras dicen que es cuando el hijo nace. Personalmente, considero que ya soy padre, pero no sé cómo lo entiende usted. Por eso dije: 'No sé'." Más de uno se rascó la cabeza. Fue una respuesta enredada pero correcta, aunque inicialmente la respondí con solo un par de palabras. El que todos se rieran exigió una explicación más elaborada.
3. Oportuna
Una respuesta es oportuna cuando se expresa en el momento adecuado. Si es inoportuna, puede incomodar y hasta causar problemas, porque toma por sorpresa a las personas que están poco dispuestas a recibirla.
Por ejemplo, cuando mi hermano Enrique falleció, mi madre estaba mal del corazón. El médico nos advirtió que una fuerte impresión podía causarle un infarto. ¿Qué haríamos? ¿Le daríamos la noticia? ¿Se la ocultaríamos? Basándome en el derecho que ella tenía de saberlo, propuse preguntarle a ella misma si quería saberlo. Un día le llegó una carta de otro de mis hermanos y aproveché para preguntarle de manera muy casual: "Mamá, ¿qué pasaría si yo viajara al extranjero y después de un tiempo muriera? ¿Te gustaría saberlo, teniendo en cuenta que la noticia podría matarte? ¿O preferirías que nadie te la diera?". Ella reflexionó por un momento y preguntó: "¿La noticia podría matarme?" Le dije: "Sí". Ella respondió: "Francamente, preferiría no saberlo. Preferiría creer que sigues vivo".
Por lo tanto, decidimos callar, y nunca se enteró de que Enrique había fallecido. Y cada vez que nos decía: "Enrique parece haberse olvidado de mí. Antes me escribía por lo menos una vez al mes". Entonces, le respondíamos: "Todos cambian", "Algo le estará impidiendo escribir", "Deja de preocuparte", "De repente se ha mudado, mejor envíale las cartas a Carmela (una hermana que vivía cerca de Enrique)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido", "Dale tiempo".
Aunque no le dimos la noticia hasta el día de su muerte, que acaeció unos diez años después, tampoco tuvimos que mentirle ni una sola vez diciéndole cosas como: "Está bien", "Te mandó saludos" o cosa parecida. Siempre le dijimos la verdad: "Todos cambian (ahora está muerto)", "Algo le estará impidiendo escribir (ningún muerto puede escribir)", "Deja de preocuparte (ya nadie puede hacer nada por él)", "De repente se ha mudado (al cementerio), mejor envíale las cartas a Carmela (porque si las devuelve el correo, podría ser peor)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido (cualquier persona puede dejar de escribir en estado de depresión)", "Dale tiempo (mucho tiempo)".
4. Estimulante
Aunque muchos piensan que una respuesta correcta es simplemente una o más palabras que responden una pregunta, en realidad, una respuesta correcta también debería estimular el pensamiento y animar a razonar.
Por ejemplo, cuando yo tenía unos quince años de edad le pedí dinero prestado a mi madre para comprar algunos artículos que necesitaba en mi taller de encuadernación. Ella me impuso la condición de devolvérselo dos semanas después. Lamentablemente, después de unos días necesité un poco más de dinero y fui a pedírselo, dando por sentado que me los daría. Pero fue grande mi sorpresa cuando me dijo, sin inmutarse: "¿Cuánto me pediste la vez pasada?". Respondí: "Tanto", y ella añadió: "¿Y ahora cuánto quieres?", y dije: "Tanto". Y concluyó: "Toma de lo que me debías. Esos te los regalo. Solo recuerda que en dos semanas me los devuelves", y siguió tejiendo.
Fruncí el ceño, moví los ojos hacia todos lados y me retiré silencioso, completamente abrumado. Entré a mi habitación y tomé asiento para reflexionar en la respuesta. Me tomó varios minutos recuperarme del impacto intelectual que causó en mi cerebro. En realidad me había mecido. Me había dicho que, para el nuevo préstamo, tomara dinero que le debía. Mmmm, me demoré para captar el punto. Ella en realidad me estaba diciendo: "Deja de tomarme el pelo. Primero devuélveme lo que me pediste la vez pasada, y no te quejes, porque el primer préstamo te lo estoy regalando". Fue una de las lecciones más grandes que recibí en mi vida acerca del respeto hacia el dinero ajeno.
Por eso, para dar una respuesta correcta, es decir, para llenar el vacío emocional, intelectual o espiritual que tienen tus oyentes, háblales de manera veraz, concisa, oportuna y estimulante. Los dejarás satisfechos y querrán escucharte otra vez.
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