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Si te dedicas a la instrucción de oratoria y asignas ejercicios a tus estudiantes, evita abrumarlos dándoles todos los ejercicios que se te ocurran. Eso pudiera desalentarlos.
Es mejor darles uno o dos y observar los resultados al cabo de un tiempo. Ningún deportista salta más alto ni corre más rápido por hacer muchos ejercicios. Lo que se quiere es que desarrolle poco a poco las destrezas requeridas mediante la práctica perseverante de unos cuantos ejercicios.
Hay ejercicios para desarrollar las cualidades de la voz (volumen, pronunciación, tono y velocidad), ejercicios para las cualidades del cuerpo (postura, modo de andar, contacto visual y ademanes), ejercicios para el diseño del bosquejo y para la redacción del tema, y ejercicios de motivación y para relacionarse con los demás.
Si no asignas estas cosas poco a poco, pudiera resultar abrumador. Por eso los cursos breves o seminarios de oratoria siempre son menos efectivos que los de largo plazo. Dale Carnegie dictaba unas 14 clases, a razón de una vez por semana en sesiones de 4 horas cada una, con resultados sorprendentes.
De hecho, si se añaden clases de ortografía, gramática, redacción práctica y otras disciplinas relacionadas, un curso profesional de oratoria debería durar aún más.
Si dosificas los ejercicios, de modo que tus estudiantes experimenten poco a poco el desarrollo de integral de sus cualidades personales para exponer, y no se conviertan en una carga pesada, tus clases de oratoria siempre serán bienvenidas y recomendadas.
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