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En 1979 sufrió una gran decepción cuando estaba a punto de terminar la universidad. Por tres años seguidos había sido jefe de su equipo de basket, y su sueño siempre había sido que la NBA lo aceptara como miembro. Lamentablemente, las cosas salieron muy diferentes y su sueño quedó en nada más que eso: un sueño. ¿Qué haría ahora?
Fue contratado por la IBM y trabajó en la división de productos de oficina, y una de sus experiencias fue que se graduó con honores en el curso de ventas. Con el tiempo demostró ser un buen instructor de vendedores y halló su vocación, había encontrado una razón de ser. Aunque dedicó casi 15 años a la empresa, de hecho su futuro estaba esperándolo más allá de IBM,.
Cierto día fue escogido para hacer la presentación de una nueva computadora ante el equipo de marketing y ventas. Según se dijo, la gente desbordó de pasión. El ambiente parecía casi religioso. Un año después lo promocionaron a un mejor puesto y, a la par, dictaba conferencias en su tiempo libre y durante sus vacaciones.
Una mala noticia le fue comunicada un viernes de 1992. Uno de los jefes de marketing reunió a unos 650 empleados, incluido él, y les comunicó con mucha pena que en tres meses solo unos 100 de ellos permanecerían en la empresa. Casi grita algo así como: "¿Puedo hacer una pregunta? Después de que quedemos los 100, ¿podrían darme una mejor oficina?". Un amigo lo jaló del brazo y lo contuvo, susurrándole: "A ti es al primero que despedirán".
Dicho y hecho. En realidad, se le ofreció la única opción de permanecer en la empresa: si dejaba de dictar sus conferencias en su tiempo libre. ¿Qué crees que decidió? Cualquiera hubiera preferido la seguridad de un empleo seguro, es decir, continuar cobijándose bajo las alas de una gran empresa y seguir ganando un sueldo fijo hasta jubilarse. Él optó por 'jubilarse' ese día.
Bueno, a decir verdad, después de tres meses, ¿cuántas conferencias crees que tenía programadas en su agenda para aguantar el salto? ¡Solo una! Y, ¿cuántas agencias de conferenciantes crees que querían tratar con él? ¡Ninguna! Por eso, contra viento y marea instaló una pequeña oficina, empleó a un vecino que contestara el teléfono y comenzó a dictar conferencias en escuelas.
Con el tiempo buscó asesoramiento en marketing, escribió un libro sobre la necesidad de cultivar una buena actitud y lo vendió por medio de una editorial pequeña. Se las ingenió para exponer en una convención de organizadores de seminarios, y desde entonces su teléfono empezó a sonar. Al tiempo de escribir este artículo tenía cuatro empleados en Atlanta y una residencia en Arizona, había vendido decenas de miles de ejemplares de su libro, y, según el Wall Street Journal, su tarifa como conferenciante llegaba nada menos que a US$10,000 por conferencia.
Keith Harrell resume así su secreto: "Cuando tienes una actitud positiva, siempre hay una luz que ilumina tu camino". Por eso, aunque alguien venga con malas noticias, recuerda que también puede resultar en muchas sorpresas positivas... si lo ves con optimismo. Ningún día es insignificante.
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